Obstáculos y facilidades para el crecimiento espiritual

Después de la última lección debemos sentirnos algo así como un hijo en crecimiento, un valioso terreno prolija y cuidadosamente cultivado, o un inmenso y hermoso edificio en construcción. ¿Con cuál de estas semejanzas nos identificamos? ¡No importa! ¡En cierta medida somos como estas tres cosas en una! Cada ilustración describe notables posibilidades potenciales para el desarrollo espiritual.

Una parte de esta lección lleva el propósito de mostrar, a la luz de las Sagradas Escrituras, cosas que demoran o aun suspenden indefinidamente el crecimiento espiritual. El reconocer esas causas nos ayudará a identificarlas en nuestras vidas cuando se presentan. El saber por qué no estamos creciendo espiritualmente, nos ayudará a utilizar nuestra voluntad para provocar un cambio.

Otra parte de esta lección constituye una lista de las cosas que pueden ayudar a nuestro desarrollo espiritual. Conociéndolas, podemos cooperar con el Espíritu Santo para hacer que progrese nuestra nueva vida en Cristo. Juntos, debemos hallar estímulo y ayuda en este estudio.

LAS COSAS QUE IMPIDEN NUESTRO CRECIMIENTO

Hay enemigos del crecimiento natural; ya lo vimos muy de paso cuando hablamos de la tierra y de los edificios. La Biblia es clara y concisa, y no deja lugar a dudas respecto a ciertas áreas que impiden el desarrollo espiritual. Tenemos necesidad de conocerlas. Tal vez recordemos que cuando éramos niños, nuestros padres nos enseñaban cuáles cosas nos podían hacer daño. Muchos les dicen a sus hijitos que deben evitar ciertas plantas y ciertos animales. Y lo primero que los padres hacen es enseñar a las criaturas a reconocerlos. Pasaremos a identificar ciertas cosas que impiden o estorban el crecimiento espiritual.

Incorrecta regulación del tiempo

El nuevo nacimiento comienza una época de niñez espiritual. ¿No hemos visto, acaso, muchas veces a los niños cuando se «visten» con ropas de adultos, o pretenden ser adultos? Resulta gracioso verlos pavonearse en zapatos o sandalias demasiado grandes para sus pequeños pies, o encasquetándose un sombrero que les cubre las orejas. A veces les decimos a esos niños, cosas como la siguiente: «Debes esperar a ser mayor para hacer esas cosas.»

Es importantísima la regulación del tiempo. No sólo debe preocuparnos hacer lo que es correcto, sino que también debe preocuparnos hacerlo en el momento apropiado. Una incorrecta regulación del tiempo se refiere no solamente a acciones prematuras, sino también a condiciones retardadas. Hebreos 5:12 nos brinda un notable ejemplo de condición espiritual inadecuada, debido a la falta de aplicación del conocimiento de Dios hacia un permanente progreso espiritual.

Hay dos clases de tiempo. Los griegos, en cuyo idioma se escribió el Nuevo Testamento, pensaban en el tiempo básicamente de dos maneras: (1) cronos, significando con ello una sucesión de minutos, horas y días; y (2) kairos, referido a períodos críticos. Estos períodos incluían tiempos tan importantes como crecer, examinarse y otras experiencias en la vida del hombre.

In the process of Christian maturity, both of these ideas of time are important. God expects certain things of us based on the actual length of time we have been Christians. He is in charge of our times of crisis also. Read Ecclesiastes 3:1–8 concerning God’s control of times and seasons.

En el proceso del crecimiento espiritual, ambas ideas de tiempo cobran importancia. Dios espera ciertas cosas de nosotros basado en el tiempo en que hemos llegado a ser creyentes. También está a cargo de nuestros tiempos de crisis. Eclesiastés 3:1-8 nos habla respecto al control de Dios de los tiempos y de las sazones.

¿Cuánto tiempo ha pasado desde que nacimos de nuevo? Tal vez ese nuevo nacimiento ocurrió recientemente. Tal vez somos seguidores de Cristo desde mucho tiempo atrás. Recordemos que el tiempo transcurrido reviste gran importancia. No debemos esperar de nosotros mismos más de lo que Dios espera de nosotros. El crecer es un proceso que demanda tiempo. No debemos desesperar si no mostramos suficientes progresos. Pidámosle al Señor que nos ayude a aplicar a lo largo de este curso nuestro actual conocimiento de las cosas espirituales, en busca de una mayor madurez en Cristo.

A menudo la Biblia habla del tiempo como cumplido o maduro. Efesios 1:10 es un ejemplo: “ . . . reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.”

¡Qué estimulante resulta creer y saber que Dios controla todos los aspectos del tiempo del creyente! Kairos, períodos de crisis, vienen en tiempos irregulares que sólo Dios puede ordenar. Desencadenan circunstancias que nos enseñan.

¿Quién concedió el permiso necesario para probar a los discípulos? (Esta pregunta no tiene en Lucas 22:31 una respuesta directa, pero nos hace pensar). Dios le dio permiso a Satanás para probar a los discípulos, de la misma manera que se lo concedió para probar a Job (Job 1:6-12).

El objeto de la prueba que figura en Lucas 22:31 fue la de examinar a los discípulos pasándolos por un tamiz, particularmente a Pedro. En el versículo siguiente leemos que Jesús oró por Pedro, en su momento de kairos, para que pudiera salir incólume. No solamente para sobrevivir, sino para salir fortalecido y poder fortalecer a sus hermanos. Oremos para que, llegado el caso, podamos soportar con paciencia los embates en las crisis que producen, en nosotros y en otros, desarrollo espiritual.

Dios permite y dispone tiempos de presión y tiempos de crisis que son oportunidades para crecer hacia la madurez cristiana.

Incorrecto ejercicio de la voluntad

Dios dispone el kairos (crisis), pero a nosotros nos toca decidir cómo responder al mismo. Cuando Dios nos creó, nos proveyó de una voluntad y éste es el aspecto más elevado de nuestro espíritu. Dios ha escogido y decidido no violar los derechos de esta cualidad que nos otorgó.

Es correcta la traducción del verbo en el versículo 11 de la versión Reina-Valera, revisión 1960, por “habéis hecho.” Los creyentes hebreos no siempre fueron torpes, lentos y duros de mover. El verbo griego nothros significa “duro de empujar.” Una traducción libre diría así: Hay muchas verdades que no pueden ser explicadas, porque os habéis hecho lentos y pesados.

Vemos claramente que los creyentes hebreos tenían la facultad de escoger en la materia. Estaba involucrada la voluntad. Habían endurecido su corazón contra el proceso de crecimiento. En la última parte del versículo 12 nuevamente aparece el concepto de que la gente era lenta para entender. Tenían que tomar leche y no podían ingerir alimentos sólidos. En cierta medida, parece justo afirmar que la mayoría de los creyentes son maduros en la medida que desean serlo. Dios provee la escuela, ¡pero somos nosotros quienes decidimos si hemos de aprender o no!

Casi todas las cosas que hemos estudiado, o que habremos de estudiar, tienen que ver con nuestra voluntad. Muchos de los pasajes que no mencionan directamente nuestra voluntad, infieren el uso de la voluntad humana. A continuación tenemos dos porciones de los versículos que hemos parafraseado para poner mayor énfasis en este concepto voluntad que hay en ellos:

1 Pedro 2:2: Un nuevo creyente debe ser como un recién nacido. Debe poner su empeño y voluntad en tomar leche espiritual.

2 Pedro 3:18: El creyente debe anhelar siempre crecer en la gracia y el conocimiento de Jesucristo.

Hebreos 12:1-2 hace hincapié en la importancia de la voluntad humana en la carrera de la vida. Este pasaje indica que debemos:

Querer librarnos de todo cuanto pudiera impedir nuestro progreso espiritual, y querer mantener los ojos puestos en Jesús, justamente para poder progresar hacia el crecimiento espiritual en la carrera de la vida.

Si nos rebelamos contra la voluntad de Dios, estamos ejerciendo incorrectamente nuestra voluntad. El desarrollo espiritual requiere una total sumisión de nuestra voluntad a la voluntad de Dios. Aun Jesús tuvo que someter su voluntad humana a la voluntad divina para poder soportar la cruz. (Mateo 26:39-42).

Este es un buen momento para llamarnos a la reßexión. ¿Deseamos y queremos llegar a ser creyentes espiritualmente desarrollados? Debemos orar para poder responder correctamente a las situaciones en que Dios nos coloca.

Dieta deficitaria

Hay un dicho, en numerosas culturas y civilizaciones, en cuanto a que ¡el hombre es lo que come! Es importante no solamente cuánto se come, sino qué se come. Algunos alimentos contienen sustancias que solamente producen grasa. Otros alimentos son excelentes para reponer fuerzas y energía. No puede caber la menor duda de que el crecimiento espiritual se ve limitado o disminuido por nuestra dieta espiritual. En cierta medida ya hemos visto algo de esto en la lección número 3. El creyente recién nacido ha de desear la leche espiritual. Pero para poder crecer, el creyente debe pasar de la leche al alimento sólido.

Observemos en Hebreos 5:12, que si los creyentes estuvieran progresando, serían capaces de ser maestros. En lugar de ello, tienen necesidad de maestros. No estaban en condiciones de ingerir comidas sólidas (digerir directamente la verdad), sino que tenían que tomar leche (comida predigerida). Algún otro tenía que estudiar la verdad de Dios en la Biblia, piadosamente aprender de Dios en oración, y luego preparar su propia mente y espíritu para enseñarles a un nivel tal que pudieran aprender.

En Hebreos 5:11 el escritor que tuvo por destinatarios a estos creyentes, dice: “Tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír.” La enseñanza total de la doctrina cristiana de ninguna manera es cosa fácil de entender. No puede ser captada ni aprendida en un solo día. El creyente a menudo evita enseñar lo que resulta difícil. Los mismos rechazos se observan en los párvulos. Al bebé no le gusta cuando la madre deja de alimentarlo con leche e insiste en hacerle comer alimentos sólidos. Pero la madre sabe muy bien que para el niño ése es el paso a dar para garantizar su crecimiento.

Hemos probado nuestro deseo de alcanzar la madurez espiritual. Pero eso no lo hace fácil, ¿verdad? Habremos de ver, en el transcurso de lecciones posteriores, que para el creyente el alimento sólido significa: (1) avanzar de principios evangélicos básicos a conceptos más difíciles; (2) aprender a conocer la diferencia entre el bien y el mal; (3) aceptar responsabilidades, y (4) formar el carácter cristiano en su vida. Para todo esto es menester dirigir la vista a Dios en busca de una ayuda sobrenatural, como asimismo ejercitar nuestro propio deseo y anhelo.

LAS COSAS QUE AYUDAN A NUESTRO CRECIMIENTO

Anteriormente analizamos el poder de crecer que yace en toda vida. Luego, en la primera parte de esta lección señalamos las razones por las cuales no se produce el crecimiento. El crecimiento tiene sus limitaciones y sus enemigos. Comenzamos a crecer cuando recibimos a Jesucristo: arrepintiéndonos de nuestros pecados y confesando el señorío de Jesús en nuestra vida. Ya hemos aprendido que éste es el proceso de nacer de nuevo. Nuestra nueva vida es una vida espiritual. ¿Recordamos la descripción que hizo Jesús de esta experiencia? Se halla en Juan 3:6.

El Espíritu Santo nuestro ayudador

Es importante entender de qué manera el Espíritu nos ayuda a crecer. Hemos visto cómo los padres ayudan a sus hijos a crecer, enseñándoles a caminar y a hablar, ayudándolos pacientemente a madurar. De manera similar, el Espíritu Santo es el instructor en la vida del nuevo creyente. El apóstol Pablo explica este proceso en 1 Corintios 2. El Espíritu Santo nos revela los secretos de Dios.

La Primera Carta a los Corintios, en 2:12, dice: “Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido.” ¡Qué afirmación!. El Espíritu Santo viene para ayudarnos a conocer todo lo que proviene de Dios. Podríamos decir que el Espíritu viene para ayudarnos a “crecer” hasta alcanzar la plena madurez. Nos ayuda a madurar. Pacientemente trabaja con nosotros en la prosecución de esta meta.

Recordemos que Jesús nació en forma humana por la intervención directa del Espíritu Santo. (Lucas 1:35). Fue el Espíritu Santo el que ayudó a nuestro Señor Jesucristo a cumplir su propósito humano. Fue dirigido por el Espíritu para llegar a ser el obediente siervo del Padre (Mateo 4:1).

Cuando Jesús tuvo que retornar a su Padre, prometió a sus seguidores otro Consolador. La palabra “otro” (Juan 14:16) significa uno como el propio Jesús. Esta es una importantísima promesa y debemos estudiarla cuidadosamente. La palabra “Consolador” o “Ayudador” significa “uno que actúa a nuestro lado para ayudar.”

Es importante que lea Juan 16:5-15. Debe detenerse y leerlo antes de seguir adelante. Jesús dice en este pasaje que será mejor para sus seguidores que él abandone la tierra.

Jesús envió el Espíritu Santo a la iglesia para que el Espíritu nos enseñe, y para que nos guíe “a toda la verdad,” (Juan 6:13). El nos introducirá en la semejanza de Jesucristo. En esta semejanza cumplimos el verdadero destino del hombre. El Espíritu Santo guió a Jesús a cumplir su propósito humano como obediente siervo del Padre. De esta manera, sufriendo la muerte y habiendo resucitado, ganó nuestra salvación. El Espíritu Santo nos guía a la semejanza de Jesús, de modo tal que como sus siervos podamos ser un cuerpo que reflejemos la imagen de Cristo en la tierra. ¡Qué maravilloso plan! Somos parte nada menos que del propósito de Dios en el mundo.

El Espíritu Santo obrando por intermedio de nuestro espíritu

El Espíritu Santo actúa por medio del espíritu del hombre. Y el espíritu del hombre, tal cual hemos visto, es su más elevada naturaleza. Hace del hombre un ser totalmente diferente a todos los demás seres creados. Está compuesto de personalidad y tiene la capacidad de pensar racionalmente. En cierta medida, nuestro espíritu puede ser comparado con una escalera. La más elevada y la más piadosa parte de esta escalera es nuestra voluntad. La voluntad es la facultad que tenemos de escoger o tomar decisiones. Los teólogos llaman a esto: “libre albedrío moral.” Esto quiere decir que Dios le asigna al hombre una parte en la determinación de lo que habrá de ser.

El espíritu del hombre se torna en un campo de batalla cuando el hombre rehúsa permitir al Espíritu de Dios dirigir su vida. ¿Ha visto alguna vez a dos hombres disputándose a tirones un objeto para poseerlo? Parece que van a destrozar el objeto. Es algo parecido a la batalla espiritual que leemos en Gálatas 5:16,17.

Gálatas 5:19-23 describe nuestra vida cuando cada una de las dos fuerzas opuestas mencionadas en Gálatas 5:17 controla la situación. La naturaleza humana produce vidas como las descritas en los versículos 19-21. Pero cuando el Espíritu Santo controla el espíritu del hombre, produce un estilo de vida totalmente distinto.

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