Juan 5–7

La sanidad en el estanque de betesda

Lea Juan 5:1–18. El capítulo 5 narra acerca de un hombre que había estado enfermo por 38 años, pero que todavía tenía una firme esperanza de ser sanado. Había un estanque en donde la gente podía ser sanada. Sin embargo, cada vez que un ángel descendía del cielo y agitaba el agua, solamente sanaba a la primera persona que entraba en el agua. Este hombre nunca
podía ser el primero. Pero Jesús lo sanó.

Algunos líderes religiosos se enojaron mucho porque Jesús sanó a este hombre el sábado, o día de reposo. Ellos guardaban el sábado como un día de adoración, y no creían que deberían ocuparse en ninguna clase de trabajo durante ese día. A estos líderes les preocupó que el hombre sano cargara su lecho en sábado y no pensaron en el maravilloso milagro que lo había hecho caminar. Pensaban más en su tradición que en un hombre necesitado de ayuda. Es cierto que se debe apartar un día de la semana para la adoración. Pero siempre es bueno ayudar a quien necesita ayuda.

La autoridad del hijo

Lea Juan 5:19–29. Dios le dio a su Hijo Jesús el poder y el derecho de sanar a los enfermos, de resucitar a los muertos, de perdonar los pecados, y aun de juzgar al mundo. El versículo 24 contiene la promesa maravillosa de que todos los que oigan las palabras de Jesús y crean en Él no tendrán que ser juzgados por sus pecados. Y ya han sido salvos de sus pecados y del castigo del pecado. Han recibido vida eterna (Juan 17:3). No tendrán
que comparecer delante de Jesús ni ser condenados a morir
porque ya han creído en Él como su Salvador.

Testigos de Cristo

Juan 5:30–47 se refiere a los testigos de Jesucristo. Un testigo de Jesús es algo o alguien que dice algo acerca de Él y demuestra quién es Él. Todos los testigos mencionados en este capítulo nos dan a conocer que Jesús es el Hijo de Dios.

Juan el Bautista fue uno de estos testigos (v. 33). Las obras que Jesús hizo dieron testimonio de Él (v. 36), probando así que Él era el Hijo de Dios. El Padre también dio testimonio (v. 37). También la Palabra escrita de Dios dio testimonio (v. 39). Jesús no es un hombre ordinario. Ha sido enviado por el Padre para impartir salvación y vida eterna.

Más milagros de Jesús

Jesús alimenta a cinco mil

Lea Juan 6:1–15. Mateo, otro de los discípulos de Jesús, cuenta más detalles acerca de este milagro en el capítulo 14 del Evangelio que lleva su nombre. Jesús y sus discípulos habían ido a un lugar apartado para alejarse de las multitudes. Pero éstas lo siguieron, llevando consigo a sus enfermos para que los sanara. Jesús los sanó. Tuvo compasión de ellos. Como ya era muy tarde, todos tenían hambre y no había dónde comprar algo
de comer. Jesús nos enseñó muchas lecciones con lo que hizo después. Nos mostró que Dios está interesado en nosotros y en nuestras necesidades. Nos demostró que se encarga de suplir nuestras necesidades.

La palabra que aquí se traduce como “panes” significa piezas de pan muy pequeñas. Los cinco panes y los dos pececillos alcanzaban solamente para un muchacho con mucha hambre. Pero el Maestro pidió el pan y los peces, y el muchacho se los dio. Con la bendición de Jesús, este almuerzo
fue suficiente para que los 5.000 hombres comieran todo lo que quisieran. Cuando le damos a Dios, nunca perdemos. Siempre Él nos da más de lo que le damos.

Después que Cristo dio gracias a Dios por lo que tenía, la comida se multiplicó. Al dar gracias a Dios por lo que nos ha dado, Él lo multiplica para suplir nuestras necesidades. Los discípulos también ayudaron en el milagro. Al recibir los pedazos de pan de manos de Jesús, el alimento crecía y se
multiplicaba para suplir la necesidad. A la Palabra de Dios a veces se le llama pan y carne. Al compartir su Palabra con los demás, Dios la bendice y hace que satisfaga a las personas hambrientas espiritualmente.

Jesús siempre hizo las cosas en forma ordenada. Organizó todo para que la multitud pudiera ser alimentada sin ninguna confusión. También les pidió a los discípulos que recogieran lo que sobró, con lo cual nos enseñó que no debemos desperdiciar el alimento.

La gente estaba maravillada por este milagro. El Mesías que Dios había prometido enviar sería un profeta como Moisés. Moisés había orado y Dios había enviado el alimento llamado maná en el desierto para el pueblo. De la misma manera, Jesús había alimentado milagrosamente a una gran multitud en el desierto. Para ellos Él era el profeta, el Mesías. Por ello querían hacerlo Rey.

Pero Jesús no había venido para derrotar al gobierno romano y llegar a gobernar en su país. Había venido a derrotar el poder del pecado en aquellos que querían vivir rectamente. Llegaría a ser el Señor y Rey de muchas almas, pero su reinado era espiritual, no político. La gente no podía entender esta verdad, por lo que Él se vio obligado a dejarlos.

Jesús anda sobre el mar

Lea Juan 6:16–21. Cuando los discípulos ya iban de regreso cruzando el lago de Galilea, se atemorizaron porque una tormenta estaba a punto de hundir su embarcación. Jesús caminó sobre las aguas hacia ellos y subió a la embarcación para salvarlos. ¿Quién puede caminar sobre las aguas o calmar una tormenta? ¿Lo podrá hacer algún hombre ordinario? Jesús lo puede hacer todo porque es el Hijo de Dios.

El tener a Jesús en el barco era como tener a Jesús en nuestras vidas. Con Él estamos seguros en medio de las tormentas de las dificultades. Él aleja el temor y nos da paz. David, el rey de Israel, dijo: “Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias” (Salmo 34:6).

La gente busca el pan de vida

Lea Juan 6:22–59. Jesús era muy popular. Las multitudes lo seguían a dondequiera que iba. Pensaron que Él era justamente la clase de persona que necesitaban como rey. Con su poder para hacer milagros podía sanar a todos los enfermos. Él los alimentaría y ellos no tendrían que trabajar.

Durante ese tiempo Jesús vivía en Capernaum, en la costa oeste del mar de Galilea. La multitud que lo quería hacer líder de un movimiento revolucionario lo siguió hasta ahí. Pero Jesús no prestaría atención a su oferta. Más tarde sus enemigos lo acusaron de tratar de armar una revolución, pero toda la gente sabía cuán tonta era esa acusación.

Jesús enseñó que Dios quiere que su pueblo crea en Él. Aunque ellos querían que Jesús les alimentara con el maná, Jesús les dijo que tenía algo mejor que el maná para ellos. Él era el Pan de Vida que Dios había enviado del cielo.

Algunas personas no comprendieron cuando Jesús les dijo que debían comer su carne y beber su sangre. Este es otro ejemplo del lenguaje figurado. Jesús quiso decir que la gente debía aceptarlo en su vida así como tomaba alimento para su cuerpo. El alimento les daba vida física. Él les daría vida eterna.

Tiempo después Jesús les dio a sus discípulos pan y vino y les dijo que éstos representaban su cuerpo y su sangre. Les dijo que recordaran su muerte sufrida en favor de ellos cada vez que comieran de esa manera. Y así, hoy celebramos lo que llamamos la Santa Cena, o la Santa Comunión.

Palabras de vida eterna

Lea Juan 6:60–71. En ocasiones algunos de los recién convertidos se ofenden y se alejan del Señor. Jesús les preguntó a sus discípulos si también ellos le dejarían. Pedro dijo: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (v. 68).

Necesitamos conocer a Jesucristo para obtener vida eterna, no sólo conocer acerca de Él. Muchas personas sólo saben de Jesús, pero no lo conocen personalmente como su Salvador.

Jesús oró: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).

¿Conoce usted a Jesucristo como su Salvador? Si no, usted necesita orar hoy mismo, confesar sus pecados y pedirle a Dios que lo salve. Su esperanza para ser salvo debe basarse sobre lo que Jesús hizo por usted, no en lo que usted haya hecho.

Jesús y sus hermanos

Juan 7:1–9 trata sobre lo que pensaban las diferentes personas acerca de Cristo. Algunos no querían creer en Él. Otros estaban cegados por sus propias ideas que no concordaban con la enseñanza de Jesús. Otros más lo odiaban porque predicaba contra lo malo que ellos hacían.

En este tiempo los mismos hermanos de Jesús no creían que Él fuera el Mesías. Más tarde lo creyeron. Muchos de los enemigos de Jesús se convirtieron a Él después de su resurrección. Algunos enemigos de Jesús pueden aceptarle si oramos por ellos. Jesús les dijo a sus seguidores que amaran a sus enemigos y oraran por ellos.

Jesús en la fiesta de los tabernaculos

Lea Juan 7:10–24. Siete versículos de este capítulo nos cuentan que Jesús se encontraba en peligro. Lea los versículos 1, 13, 19, 25, 30, 32 y 44. A pesar del peligro, Él continuó enseñando y asistió a una celebración religiosa en Jerusalén.

Muchos de los seguidores de Jesús están en peligro hoy día. Debemos orar para que Dios les dé valor y continúen enseñando, predicando o testificando.

La enseñanza de Jesús sorprendió a los líderes. Ellos sabían que Él no había asistido a sus escuelas superiores. Las verdades que Él enseñaba provenían de Dios.

El versículo 17 muestra que si estamos dispuestos a hacer lo que Dios quiere, Él nos dará a conocer la verdad. Muchas personas que no creen en el evangelio se enfrentan a este problema: no pueden reconocer la verdad porque no están dispuestas a obedecerle. Aun personas que antes no creían en la existencia de Dios, lo han encontrado al orar sinceramente.

Algunos todavía estaban quejándose de que Jesús había sanado a los enfermos el sábado. En ocasiones cuando parece que una ley contradice a otra, Jesús enseñó que debemos obedecer la más importante. Por ejemplo, la ley decía que no se debía trabajar el sábado; también decía que todo infante varón debía ser circuncidado al octavo día. Si el octavo día era sábado, la gente quebrantaba la ley del sábado para cumplir la de la circuncisión. Jesús enseñó que la ley de la bondad y el amor era más importante que la del sábado.

¿Es este el cristo?

Lea Juan 7:25–31. La gente se sorprendió al ver a Jesús enseñando en el templo, porque ellos sabían que los líderes religiosos procuraban matarlo. Pero no podían matarlo sino hasta que Dios dijera cuándo era el tiempo propicio. Jesús sabía que Dios lo había enviado y que lo ayudaría a terminar su obra. Así que continuó enseñando en el templo. Jesús conocía el impacto de sus palabras en los corazones dispuestos. Al seguir la voluntad de su Padre, muchas otras personas creyeron en Él y llegaron a experimentar la vida abundante y eterna que Él había prometido.

Se envían guardias para arrestar a Jesús

Lea Juan 7:32–36. El hecho de que más gente creyera en Jesús, causó que los fariseos se propusieran decididamente a matarlo. Jesús sabía que ellos lo matarían. Había venido a la tierra para morir por nuestros pecados. Habló de su muerte diciendo que partiría a donde ellos no lo podrían seguir. Para entonces su obra estaría terminada. Regresaría al cielo para estar con Dios, su Padre. Aquellos que siguen a Jesús irán al cielo cuando mueran.

Ríos de agua viva

Jesús dijo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37). Ya hemos aprendido que Jesús comparó la salvación con el agua de vida. Pero en el versículo 39 claramente el agua se compara con el Espíritu Santo, el cual se daría a los creyentes después que fueran salvos. Después que una persona es salva de sus pecados, deseará ser llena con el Espíritu Santo. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, vemos que los discípulos fueron llenos con el Espíritu Santo después de recibir a Jesús como su Salvador.

División entre la gente

Lea Juan 7:40–44. La gente sostenía diversas opiniones acerca de Jesús en aquel entonces, así como el día de hoy. Quienes dijeron que Él era el profeta prometido por Dios, el Mesías, el Hijo de Dios, tenían razón.

Jesús vivió en la provincia de Galilea, pero había nacido en Belén. Tanto San Lucas como San Mateo incluyen la lista de los antepasados de Jesús, para demostrar que era descendiente de David. Las profecías acerca del Mesías se cumplieron en Él.

La incredulidad de los líderes judíos

Lea Juan 7:45–52. Los fariseos querían que se arrestara a Jesús. Uno de los guardias dijo: “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” Nadie podía hablar como Jesús porque Él era Dios manifestado en carne. Debemos aprender lo que Jesús dice acerca de las cosas y poner sus enseñanzas por encima de lo que diga alguien más. Los líderes religiosos tuvieron la oportunidad de creer la verdad, pero la rechazaron.

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