Juan 14–15
Jesús, el camino al padre
Lea Juan 14:1–14. Cuando Jesús les dijo a sus seguidores que iba a morir y que los dejaría solos, se entristecieron. Jesús los alentó diciéndoles que Él iba a preparar un lugar para ellos. Mas después volvería otra vez y se los llevaría para que estuvieran con Él (v. 3).
Será glorioso el día que Jesús cumpla esta promesa. Es necesario estar preparados. Se nos recuerda la importancia de conocerlo como nuestro Salvador. Al creer en Él, tenemos la seguridad de que iremos a su gloria cuando regrese por nosotros. Jesús dijo otra vez más que Él era el único camino al Padre: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mi” (Juan 14:6).
Jesús prometió que quienes creyeran en Él harían mayores cosas de las que habían visto hacer a Jesús. Él podía estar en un solo lugar a la vez. Pero cuando sus discípulos aumentaran a centenares de miles, todos ellos podrían, con la ayuda de Dios, hacer muchas cosas más de las que hizo Jesús.
Jesús también dijo que podíamos orar en su nombre (vv. 13–14). Orar en el nombre de Jesús significa hacerlo en la misma forma en que Jesús mismo oraría. Significa comprender la voluntad de Dios y orar con la autoridad de Jesús. Las enfermedades y los espíritus malignos fueron expulsados
cuando Jesús habló con autoridad. Nosotros podemos esperar las grandes obras únicamente cuando oramos con la autoridad del nombre de Jesús. Nosotros no tenemos ninguna autoridad propia.
La promesa del Espíritu Santo
Lea Juan 14:15–31. En los capítulos 14–16, leemos acerca de las cosas que el Espíritu Santo hace como nuestro ayudador. Los incrédulos o quienes no confían en Dios no pueden recibir el Espíritu Santo. Es el Espíritu de verdad que nos ayuda a conocer la verdad. Nos enseña y nos ayuda a recordar y a entender lo que Jesús enseñó.
Jesús prometió: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Juan14:16). Jesús también dijo que nuestros actos comprueban si lo amamos “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Juan 14:23).
Mucha gente cree que los mandamientos de Jesús son muy difíciles. Cuando Dios y Jesús viven en nosotros, ellos nos ayudan. Con su ayuda podemos hacer todo lo que nos pida.
Jesús, la vid verdadera
Lea Juan 15:1–17. Jesús se compara a sí mismo con una vid y a sus discípulos con los pámpanos. Su vida en nosotros produce lo que algunas veces llamamos el fruto del Espíritu: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22–23).
Jesús dijo que los discípulos ya estaban limpios por su Palabra. Dios usa la Biblia como si fuera herramienta para podar cosas como el orgullo, el egoísmo y el mal temperamento. Al leer la Biblia, al creerla y aceptarla como el modelo de nuestra vida, el Espíritu Santo nos ayuda a deshacernos de lo que no produce fruto. Después la vida abundante de Cristo, como la savia que fluye desde el tronco hasta las ramas, produce el rápido crecimiento espiritual y el fruto del Espíritu.
La palabra “permanecer” se repite varias veces en este capítulo: versículos 4, 5, 6, 7, 9 y 10. Esto es muy importante. Si una rama no permanece en el árbol, o en la vid, morirá porque su vida proviene del tronco. De la misma manera, nuestra vida espiritual depende de nuestra unión con Cristo
Jesús. Mientras que permanezcamos en Él, tendremos vida abundante. Pero si dejamos que algo nos aparte de Jesús y volvemos al pecado, entonces ya no tendremos vida.
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mi, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. (Juan 15:5)
Vemos en este capítulo que la relación entre Jesús y los creyentes se caracteriza por el amor. La palabra “amor” se usa más de 30 veces en los capítulos 13 al 17. Primero Jesús nos dijo cómo el Padre lo había amado; después cómo Él había amado a los discípulos. Los discípulos deben continuar en su amor.
Al permanecer en Jesús, Él nos ayudará a amarnos el uno al otro. Algunas veces decimos que podríamos amar a ciertas personas sólo si fueran mejores. Pero Jesús no nos amó porque fuéramos personas amorosas. Nos amó y murió por nosotros cuando aún éramos pecadores. Nos escogió para que el mundo pudiera ver su vida y su amor en nosotros.
El mundo os aborrecerá
Lea Juan 15:18–27 y Juan 16:1–4. Jesús habla de la persecución y de los malentendidos que los discípulos sufrirían en este mundo. De los once discípulos a quienes Jesús les dirigió estas palabras, diez morirían por predicar el evangelio. Juan sería el único que moriría por causas naturales.
¿Por qué odia el mundo a aquellos que siguen a Jesús? Por la misma razón por la que lo odiaron a Él. La buena vida de un cristiano verdadero hace que resalte lo pecaminoso a su alrededor. Hace que los pecadores se sientan culpables. Entonces Satanás, el enemigo de Dios, lucha contra los
cristianos. Alborota a la gente para que éstos se burlen de los creyentes y para que los traten mal. En ciertos países, algunos cristianos han sido hasta golpeados por sus familiares; aislados por los líderes de la comunidad. Otros han sido encarcelados y otros más hasta han muerto donde el cristianismo ha sido proscrito.
Jesús dijo que sus seguidores no correrán mejor suerte que Él. El mundo persiguió a Jesús y así perseguirá también a todos aquellos que lo sigan. Peros Jesús prometió enviar al Consolador: el Espíritu Santo. Este hablaría más acerca de Jesús y también ayudaría a los discípulos para que testificaran de Jesús.