Los obreros en la primera iglesia

A medida que Luciano aprendía lo que significaba para él ser parte de la familia de Dios, él comenzó a entender lo que incluía el plan de Dios para él. Su deseo de ser parte de la obra de Dios siguió creciendo, pero se dio cuenta de que también había muchos otros creyentes.

Luciano comenzó a estudiar con más cuidado la iglesia en el libro de los Hechos. ¿Qué era lo que unía a esos primeros creyentes? se preguntaba. ¿Qué clase de gente eran? ¿Qué sucedía cuando se reunían?

Al descubrir las respuestas a estas preguntas, él descubrió por qué era importante reunirse y trabajar con otros creyentes. Él vio el propósito de Dios para la iglesia.

La primera iglesia

La primera iglesia se componía de gente común y corriente que tenía necesidades, problemas, temores y preocupaciones. Aunque esta gente común y corriente había recibido a Cristo como su Salvador, era imperfecta. Por ejemplo, Pedro era creyente, pero en un instante lleno de presión, negó conocer al Señor (Marcos 14:66–72). Tomás también era creyente, pero dudó de que Jesús se hubiera levantado del sepulcro (Juan 20:24–25).

Desde el día en que Juan el Bautista anunció: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29), muchos siguieron a Jesús. Pero con igual rapidez, Él tenía hacía. Sus enseñanzas no siempre coincidían con las enseñanzas de los gobernantes y de los sacerdotes. Desde el
principio ellos planearon darle muerte. La misma gente que maltrató a Jesús también maltrató a sus seguidores.

En Hechos 9:1–2 leemos que antes de creer en Jesús, Saulo (más tarde llamado Pablo) recibió permiso del sacerdote para destruir a los cristianos. ¿Por qué se reunían los cristianos si sabían que podrían ser encarcelados o golpeados? Se reunían porque se necesitaban mutuamente.

En Hechos 12, Pedro había sido encarcelado por predicar. Después que un ángel lo puso en libertad, él encontró a los creyentes reunidos orando por él.

La necesidad de enseñanza con frecuencia reunía a los creyentes. Por ejemplo, Aquila y Priscila llevaron a su casa a Apolos poder explicarle el camino de Dios más correctamente (Hechos 18:26). Pablo les dijo a los creyentes de Colosas que se enseñaran e instruyeran mutuamente (Colosenses 3:16). Y
había ocasiones cuando los creyentes necesitaban estar juntos para tomar decisiones, como vemos en Hechos 6:1–6. Estos ejemplos muestran que las necesidades reunían a los creyentes.

Es raro que los miembros de una familia se nieguen a ayudarse mutuamente. Cuando algunas de las viudas de la iglesia creían que no recibían lo que les correspondía, los discípulos hallaron una manera de atender su necesidad (Hechos 6:1–6). Sabemos que Dorcas confeccionaba ropa para las viudas necesitadas (Hechos 9:39), y que otros compartían su hospitalidad (Hechos 16:15). La iglesia estaba compuesta de creyentes que ayudan a los demás.

Pablo era uno de los apóstoles mejor conocidos de la iglesia. Cuando tuvo necesidad material, la iglesia de Filipos compartió con él, y Pablo les dio las gracias por ello (Filipenses 4:14–16). Estos eran creyentes comunes y corrientes que estaban dispuestos a ayudar. ¡Pero qué impresionante ministerio
extendieron a Pablo!

Pablo les dijo a los corintios que Dios los había consolado en sus sufrimientos para que ellos pudieran hacer lo mismo con otros (2 Corintios 1:4). Esta era otra forma en que los creyentes se ayudaban mutuamente. El libro de los Hechos registra que los creyentes se enseñaban, se animaban y se consolaban mutuamente. La iglesia estaba llena de obreros que atendían las necesidades de la gente. Así se fortalecía la iglesia.

Podemos ver de nuestro estudio que los miembros de la primera iglesia trabajaban juntos. Cuando alguien estaba en necesidad, los creyentes oraban, mandaban comida, daban ropa o consolaban. Si alguien no entendía el camino de Dios, los creyentes le enseñaban. Si alguien fracasaba de cualquier forma, los creyentes le ayudaban a seguir al Señor.

Había cooperación y cuidado. En un tiempo los creyentes compartían sus bienes para que todos tuvieran lo suficiente (Hechos 4:32-35). Cuando había peligros, se protegían los unos a los otros (Hechos 9:29-30). El ministerio del cuerpo de Cristo en la primera iglesia era ayudarse mutuamente y a cualquiera que estuviera necesitado

La iglesia hoy

Usamos la palabra iglesia para referirnos a la asamblea o reunión de aquellos a quienes Dios ha sacado del mundo para que le pertenezcan a Él. Puesto que la iglesia no es un edificio sino la gente que se reúne, usted es parte de la iglesia si cree en Jesús, aunque no haya un edificio especial para que usted adore.

La iglesia incluye a gente de todas las razas. Podríamos hablar distintos idiomas, pero somos un solo cuerpo. Dios quiere que el mundo vea a Jesús a través de su iglesia. La iglesia es la continuación de la obra de su Hijo en la tierra. Los creyentes han de llevar el mensaje de vida y sanidad a las naciones. Este es el propósito de Dios para la iglesia hoy.

Las necesidades de la gente no cambian. Por eso el ministerio de la iglesia hoy es el mismo que era al principio. Sabemos que todos necesitan ser salvos, de manera que la iglesia predica a Cristo como el que perdona el pecado. Los creyentes necesitan el poder de Dios en su vida, por lo que la
iglesia les insta a ser llenos del Espíritu Santo. Hay necesidad de ánimo y consuelo, por lo que la iglesia ofrece momentos para compartir y tener comunión. Muchos necesitan sanidad, dirección o consejo. Dios nombra a pastores y líderes para que ayuden de estas maneras.

Podemos recibir fortaleza cuando estamos con el cuerpo de la iglesia. Esta fortaleza nos ayudará a vencer a Satanás, nuestro enemigo, que trata de desanimarnos y tentarnos a pecar. Cuando nos reunimos con nuestros hermanos, recibimos ayuda cuando se predica la Palabra y cuando cantamos y oramos juntos. No trate de vivir sin la ayuda de la iglesia. La iglesia está allí para ministrar a nuestras necesidades. En la iglesia se explica la verdad y la gente ora unida. Es un lugar donde los creyentes se sirven mutuamente en el amor de Cristo, donde se comparten las dificultades y se confiesan los pecados (Santiago 5:16).

No todas las reuniones son iguales. En 1 Corintios 14:26 leemos:

Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación.

Si todos tienen algo que decir o hacer, ¿quién debe dirigir? En Efesios 4:11–16 se nos dice que Dios le ha dado dones a la iglesia. Estos dones incluyen a los líderes. En casi todas las iglesias un pastor, o un líder, dirige el culto. Un evangelista o maestro es también un don de Dios para la iglesia. Nadie
trabaja solo. “Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios” (1 Corintios 3:9).

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