Trabajo en equipo

Luciano ha seguido enseñando su clase para niños. Un domingo cuando iba a casa después enseñar su clase se encontró con su amigo Juan. Juan notó que Luciano parecía desanimado.

— ¡Cómo va todo, Luciano! —le preguntó Juan.

—No muy bien hoy —contestó Luciano. —Sólo cuatro niños vinieron a la clase. Quizás yo no soy quien debe enseñar la clase.

—Pero Luciano —le dijo Juan—. No te des por vencido. La Palabra de Dios es como una semilla. Si sigues sembrándola, habrás cosecha. Dale tiempo. Riégala con oración y Dios te dará la cosecha.

Luciano sonrió. —Tus palabras son oportunas, Juan. Gracias. ¡Me has animado tanto! Necesito depender más de Dios.

Fue Juan quien sonrió ahora. Ya hacía algún tiempo que experimentaba la sensación de que Dios le había dado el ministerio de animar a los demás.

Oír lo que Luciano había dicho le dio más certidumbre. Se sintió contento de haber podido animar a Luciano.

En esta lección aprenderemos que Dios da diferentes habilidades a diferentes personas.

Nuestras relaciones

Un recién nacido necesita sentirse cerca de su madre y de los que lo aman. Lo mismo es verdad para la familia de la iglesia. Cuando un visitante entra a nuestra iglesia debe sentirse apreciado y atesorado.

La familia es el lugar donde los hijos crecen y se desarrollan. Lo mismo es verdad en la familia de los creyentes, pues los creyentes se desarrollan cuando están con otros creyentes. No es necesario un grupo grande para que esto suceda. Mateo 18:20 nos dice que cuando dos o tres se reúnen
en su nombre, Jesús está allí con ellos. ¿Dónde puede el obrero cristiano recibir más ayuda para su ministerio que cuando está con Jesús y sus obreros?

En la iglesia primitiva, los creyentes se reunían con frecuencia. Se unían en comunión y compartían sus necesidades. Venían de un mundo hostil y se congregaban para recibir ánimo, luego salían a testificar y a trabajar.

Además de ser miembros de la misma familia, los obreros del cuerpo de Cristo son socios. Los socios comparten los mismos intereses y las mismas cargas. Primera Corintios 3:9 indica que somos socios junto con Dios.

Piense en usted mismo como socio de los de su iglesia. Usted compartirá el mismo objetivo y el mismo trabajo. Para llevar a cabo ese trabajo, cada persona debe cooperar. Cada persona es útil cuando trabaja en cooperación con los demás. Pero para cooperar necesitamos tener la misma actitud correcta. Un pastor podría tener talentos y ser llamado por Dios, pero si no puede controlar su espíritu fracasará como líder.

Dios no espera que todos sean puedan hacer las mismas cosas. Pero sí espera que tengamos el espíritu correcto―el espíritu de Cristo.

Nuestro trabajo juntos

Si alguien le atara las muñecas con una cuerda delgada, usted podría dar romperla de un tirón. Pero si fueran una o más cerdas, no sería tan fácil romperlas. De la misma manera los creyentes pueden hacer juntos lo que no podrían hacer solos. El cuerpo es irrompible cuando todos trabajan juntos.

En el Antiguo Testamento leemos que Nehemías quería reconstruir el muro de Jerusalén. Sabía desde antes de comenzar que habría enemigos y que no podría lograr éxito él solo. Mucha gente diferente trabajó―sacerdotes, plateros, gobernantes, mercaderes y hasta un perfumista. Se hizo un
gran trabajo que una sola persona no pudo haber hecho. Con la ayuda de todos los otros judíos, se reconstruyeron todos los muros (Nehemías 3).

El Nuevo Testamento dice que Jesús escogió a doce discípulos para que lo acompañaran (Marcos 3:13-15). Él también los envió a ministrar de dos en dos (Marcos 6:7). También leemos que en la iglesia primitiva el Espíritu Santo dirigió a dos personas para trabajar juntas (Hechos 13:2).

Este es el plan de Dios para el cuerpo. El trabajo que no se puede hacer por una sola persona se puede hacer cuando muchas personas trabajan juntas. Ni el pastor ni el evangelista podrían predicar a todo el mundo. Todo creyente debe colaborar para llevar el mensaje de Jesús a los demás. Todos tienen un lugar en la edificación del reino de Dios; nadie está excluido. Algunos predican, algunos enseñan, algunos cantan, todos oran y la obra sigue adelante. Esto es trabajar juntos.

Nuestras actitudes

Un dicho dice: “Una mano lava la otra”. Primera Corintios 12:14-26 enseña una idea parecida.

En los versículos mencionados el apóstol Pablo está enseñando acerca del cuerpo. Apliquemos esta enseñanza a los obreros de la iglesia. Una “miembro” podría ser un maestro. En la misma iglesia, otro “miembro” podría ser un hermano que saluda a los que entran a la iglesia para adorar. El que saluda a la gente podría creer que su trabajo no es importante para la iglesia. Pablo le diría: “Eso no te evita ser parte de la iglesia. ¿Quién recibiría a los visitantes en la puerta si tú no lo hicieras? El maestro tiene que estar con su clase. No puede estar a la puerta. El cuerpo te necesita”.

Dios ha puesto a cada uno en la iglesia. Él hizo a uno para enseñar y a otro para aliviar las cargas y hacer que la gente se sienta bienvenida. Él también ha puesto otra clase de obreros en la iglesia. La iglesia nos necesita a todos. Cuando piense en el trabajo que usted tiene en la iglesia y en el de los otros creyentes, acoja la actitud y la enseñanza de Pablo. Efesios 5:29–30 dice:

Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.

El mensaje es sencillo. Nadie odia a su propio cuerpo ni a ninguna parte de él. Tampoco los miembros de la iglesia deben odiarse los unos a los otros, puesto que todos son parte del mismo cuerpo.

Todos nosotros debemos servir donde Dios nos ponga. Si para hacer nuestro trabajo primero tenemos que estar en el lugar importante, Dios no puede usarnos. Si estamos dispuestos a dejar que Dios use a cualquiera y que lo ponga donde Él crea conveniente, veremos que la iglesia crecerá.

Debemos apoyarnos los unos a los otros al orar, compartir cargas, ayudar, amar e interesarnos, ser fieles en reunirnos y dar gracias a Dios los unos por los otros. ¡Cuán maravilloso es el ministerio del obrero cristiano!

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