Trabajemos con los líderes

Hacía ya más de un año que Luciano se había hecho miembro de la iglesia. ¡Había aprendido tanto! Pensó en los líderes de la iglesia que le habían ayudado, los que lo habían animado a desarrollar y usar sus dones, los que le habían enseñado la Palabra de Dios y los que lo habían dirigido para cantar alabanzas y adorar a Dios junto con los otros creyentes. ¡Cuán buenos ejemplos eran de obreros del Señor!

Al reflexiona en estos logros, quería saber más acerca de las clases de líderes que había en la iglesia. Quería saber el propósito de Dios para cada uno y quería saber cuáles eran sus responsabilidades hacia sus líderes. Ellos le habían dado tanto de sí mismos a él.

Esta lección le ayudará a descubrir más acerca del por qué la iglesia necesita líderes. Lo ayudará a entender las diversas clases de líderes y cómo puede usted trabajar con ellos, a fin de que los propósitos maravillosos de Dios para la iglesia puedan llevarse a cabo.

El trabajo del líder

Donde hay trabajo que hacer es necesario que haya un
líder, de modo que Dios ha nombrado a algunos en la iglesia
para que sean líderes (Efesios 4:11). El deber del líder es ver
que se cumplen las tareas y que los objetivos se logren. Es
una gran responsabilidad ser un líder en la iglesia, ya que los
líderes tendrán que rendir cuentas a Dios por sus servicios
(Hebreos 13:17).

El pastor

Bajo Dios, el líder de la iglesia es el pastor. El pastor dirige alimenta, enseña y observa.

Dirigir. El pastor dirige con su ejemplo. Pablo instruye: “Sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Timoteo 4:12). Una de las mejores maneras de aprender es observar a alguien que sabe cómo hacer algo. Es muy importante que el pastor viva trabaje correctamente. La iglesia entera podría descarriarse si el pastor no da buen ejemplo.

Alimentar. El pastor pasa tiempo en oración y en estudiar la Biblia para preparar el alimento espiritual que la iglesia necesita. De la Palabra de Dios él alimenta a los creyentes maduros y a los nuevos creyentes. Él debe predicar todas las verdades de la Biblia, no puede predicar solamente lo que la gente quiere oír, pues algunos no quieren oír la verdad.

Enseñar. En 2 Timoteo 2:24 leemos que el que es siervo del Señor debe ser “amable para con todos, apto para enseñar, sufrido”. Cuando el pastor enseña, explica la verdad a sus oyentes y aclara lo que Dios dice en su Palabra. Los que han sido enseñados pueden enseñar a otros y trabajar junto con el pastor (2 Timoteo 2:2). El enseñar es una gran responsabilidad (Santiago 3:1).

Vigilar. El trabajo del pastor con frecuencia se compara con la del pastor de ovejas. Un buen pastor de ovejas se preocupa por cada una de sus ovejas, pero el asalariado huye cuando hay peligro. Asimismo, al pastor que trabaja solamente porque le pagan no le importa lo que les suceda a sus ovejas. Sin embargo, el pastor que es como un buen pastor de ovejas, vigila para que nada destruya a los creyentes.

Ancianos y diáconos

La Biblia también dice que los ancianos y diáconos son líderes en la iglesia. En la iglesia primitiva, los ancianos ministraban la Palabra y los diáconos servían las necesidades de la iglesia. Hoy, los ancianos ayudan al pastor. Algunos son como exhortadores. Santiago 5:14 enseña que los enfermos deben llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por ellos. Los ancianos deben ser líderes espirituales maduros. El trabajo de los diáconos puede ser distinto del de los ancianos, pero ellos también son ayudantes del pastor. Podrían tener la responsabilidad del mantenimiento del edificio de la iglesia o de ayudar a los necesitados dentro del cuerpo. El trabajo es diferente en cada iglesia, de manera que se necesitan personas con muchas clases de habilidades. Un diácono podría tener mucha habilidad natural. Es su disposición para servir y la unción de Dios en su vida lo que hacen que su ministerio sea valioso para la iglesia.

Nuestra responsabilid

Hay cuatro maneras de ser responsables ante nuestros líderes:

1. Obedecer la Palabra que ellos predican.
2. Honrarlos.
3. Apoyarlos.
4. Trabajar con ellos.

Obedecer la Palabra que ellos predican. El pastor tiene el sagrado trabajo de predicar la Palabra de Dios. Como miembros de la iglesia, nosotros hemos de recibirla en nuestro corazón y obedecerla (Romanos 6:17; 1 Pedro 1:22). La Palabra nos beneficia solamente si la recibimos, la creemos y la
obedecemos (Santiago 1:22-25).

Honrarlos. La Biblia nos exhorta a honrar a nuestros líderes. Primera Tesalonicenses 5:12-13 dice:

Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra.

Una manera de honrar a los pastores o líderes es negarnos a buscar faltas en ellos. Si hay algún problema respecto a un líder, nuestro deber es ir a él directamente. No hemos de volvernos contra el líder ni hablar mal de él. Recuerde que es Dios quien nombra a los líderes y que son don de Dios para la iglesia. Honramos a Dios cuando honramos a nuestros líderes.

Apoyarlos. Una manera de apoyar a nuestros líderes es orar por ellos. Ellos necesitan la ayuda de Dios para ir contra el poder de Satanás y para predicar con eficacia. Otra manera de apoyarlos es dar dinero y regalos. Esta es la manera en que Dios ha provee para sus obreros. En el Antiguo Testamento, los hombres que prestaban servicios en el templo (que eran llamados levitas) eran apoyados cuando todo el pueblo de Dios participaba para proveerles su salario (Números 18:21; Deuteronomio 18:1–5).

También apoyamos a nuestros líderes al asistir fielmente a la iglesia. Cuando el pastor se esfuerza para predicar la Palabra, orar y ministrar, depende del apoyo del cuerpo de la iglesia. Hebreos 10:25 nos dice que no debemos dejar de reunirnos:

No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuando veis que aquel día se acerca.

Trabajar con ellos. Tenemos la responsabilidad de seguir las órdenes de nuestros líderes y obedecerles (Hebreos 13:17). Cuando lo hacemos, la obra de Dios sigue adelante. No debemos ser como los israelitas, que se quejaron contra sus líderes, Moisés y Aarón (Números 14:1–4). En vez de eso,
debemos ser como el pueblo que siguió las órdenes de Josué y ganó grandes victorias (Josué 6:1–21; 8:1–23).

Los beneficios recibidos

Dios es glorificado

Cuando el pueblo de Dios trabaja en cooperación con sus líderes, Dios es glorificado. La unidad del cuerpo que resulta cuando todos están en armonía es un testimonio al mundo de que Jesús fue enviado de Dios (Juan 17:21). En el Salmo 133 Dios manda su bendición a los que viven en armonía. Es una marca de santidad cuando la gente vive y trabaja junta, sin conflictos ni divisiones. Cuando Dios está en control, hay paz y armonía―y Dios es glorificado.

La iglesia es edificada

La armonía entre los creyentes hace posible que se haga la voluntad de Dios en el cuerpo. Es necesario que la iglesia entera trabaje junta para hacer lo que se necesita hacer. Efesios 4:16 dice:

Todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas la coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.

Cada miembro del cuerpo de Cristo debe compartir su ministerio con el cuerpo entero. Cuando Cristo está en control “todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios” (Colosenses 2:19).

Los obreros son fortalecidos

La habilidad de trabajar en armonía con el cuerpo es una señal de humildad. La persona humilde no se enoja con rapidez, es paciente y se somete a otros. Esta humildad es una señal de fortaleza, no de debilidad, porque el creyente que puede trabajar con líderes se hace más fuerte. Dios dio a la iglesia líderes para hacerla fuerte y para preparar a cada miembro para su trabajo (Efesios 4:11–12).

Los obreros que son de mayor bendición a la iglesia son los que se someten primero a Dios, luego a sus líderes y después los unos a los otros. Cuando los obreros de la iglesia hacen esto, llegan a ser la clase de personas maduras que describe Efesios 4:13–14.

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