Provisión para la «necesidad de seguridad»
“Mas líbranos del mal.”
El diablo es un ser real. Es como un león rugiente que busca a quien devorar; pero a veces viene vestido de cordero. Es el que gobierna las huestes espirituales de maldad de las regiones celestes. Es el padre del mal.
El diablo hace todo lo posible por desanimar a los creyentes. Y si no fuera por el “muro” protector que el Señor pone alrededor de su pueblo, seguramente conseguiría su propósito. Pero Dios sabe que no nos fortalecemos espiritualmente sin pruebas ni tribulaciones. Por eso de vez en cuando permite que Satanás nos haga sufrir. Esto es para nuestro bien; pero sólo podemos saberlo por medio de la oración y la adoración. Por tanto, cuando estemos pasando por tribulaciones, lo primero que debemos preguntarle a Dios es: “Señor, ¿qué quieres enseñarme?”
Las tribulaciones pueden actuar a favor de nosotros y por lo mismo pueden ser para nuestro bien. En efecto, el apóstol Pablo dice en 2 Corintios 4:17: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria.” ¡Convirtamos, pues, las tribulaciones en siervos nuestros! ¡Saquemos de ellas todo el bien que podamos!
LA FUENTE DE LA LIBERACION
Hemos llegado a la última lección de este curso. En ésta, vamos a hablar de las cosas que nos afectan en todo sentido. Vamos a hablar de las aflicciones que nos vienen de “afuera”; vamos a hablar de espíritus malos, de enfermedades, de inundaciones y de hambrunas. ¡Alabado sea Dios, porque podemos obtener protección y liberación de estas cosas también!
Una cosa que debemos recordar es que el diablo no puede hacernos sufrir a menos que Dios se lo permita. Y si Dios se lo permite, es porque sin duda tiene un propósito en ello: debe de haber algo que quiere enseñarnos. Así que, una vez más, busquemos primeramente el reino de Dios para que sepamos qué de bueno puede resultar de lo que nos sucede por causa del Reino. Luego, cuando oremos por nuestra liberación, pediremos conforme a la voluntad de Dios.
El poder de la oración
Los que creen en el mundo invisible de los espíritus saben lo importante que es la oración. Ella es muy real para los que conocen el poder de Satanás y de sus espíritus malignos. Jesús sabía la verdad sobre los espíritus malos; sabía que ellos atormentan a los hombres que no tienen la protección de Dios. Jesús echó fuera muchos demonios. Todos ellos le tenían miedo porque sabían que el poder de El es mayor que el de Satanás.
Pero, ¡alabado sea Dios porque nosotros podemos tener el poder de Cristo! ¡Este es el poder que temen los demonios! Ellos no nos temen a nosotros, sino al que está en nosotros. Porque “mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).
Para llegar a tener el mismo poder que Jesús tenía sobre los demonios, debemos buscar primeramente el reino de Dios para que nuestra voluntad se conforme exactamente a la suya. El Espíritu de Dios sólo puede actuar por medio de nosotros si nuestra voluntad está de acuerdo con su voluntad. Es preciso, pues, que recalquemos una vez más la necesidad de la oración y la adoración. Tenemos que hablar a menudo con Dios si queremos aprender a usar su poder.
El poder del amor
Cuando hablamos de los demonios y de cómo librarse de su opresión, debemos hablar también del poder del amor. Nos referimos, desde luego, a nuestro amor para con Dios. Una vez más, vemos la necesidad de adorar a Dios para que crezca nuestro amor para con El.
1 Juan 4:18 es un maravilloso versículo que nos habla del poder del amor cuando nos dice: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor.”
¡Qué triste cuadro el de los que creen en el mundo invisible de los espíritus pero no conocen el poder del amor! Para ellos el miedo es rey. El miedo está detrás de todo lo que hacen. Por miedo han inventado un sinfín de prohibiciones supersticiosas. Por ejemplo: no sigas por un camino si lo ha cruzado un gato negro; no tomes el alimento que haya sido preparado por una mujer que esté con su período; no pases por debajo de una escalera; no uses el nombre de tu niñez; no vivas en una casa que no haya sido santiguada ni “preparada” con ensalmos contra los malos espíritus; no siembres hasta que sea cierto día; no hagas ningún trabajo a la luz de la luna llena. ¡Cuidado! ¡No hagas esto; no hagas lo otro! ¡Supersticiones! Cada pueblo tiene sus propias supersticiones y todas ellas tienen su origen en el miedo, miedo a los espíritus, miedo a la muerte!
“El temor lleva en sí castigo” (1 Juan 4:18). ¡Qué terrible debe ser vivir continuamente atormentado por el miedo! ¡La gente supersticiosa tiene miedo de que incluso pueda morirse! Por eso usan amuletos y hacen ensalmos. Creen que con ellos van a quebrar el poder de los espíritus malos. Buscan algo que los libre de las cosas que temen.
Ahora bien, lo que hemos dicho aquí sobre el temor no se aplica solamente a la gente sin educación, porque gran parte de ello se puede aplicar también a las personas educadas y a los hombres que ocupan altos cargos. El temor no acompaña solamente a los pobres e ignorantes. No; invade también las oficinas de los gobiernos y los palacios de los reyes; viaja en los barcos que navegan por los océanos. ¡El temor está en todas partes, porque en todas partes hay gente que no conoce el poder del amor!
¿Qué debemos hacer con el temor? El apóstol Juan nos responde, diciendo: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18).
Cuanto más amemos a Dios, tanto menos temeremos. ¡Cuanto menos amemos a Dios, tanto más temeremos! Aprenda a amar a Dios, y su temor se irá. ¡El amor lo echará fuera! Ahora usted puede darse cuenta de lo importante que son la oración y la adoración. ¡Porque por medio de la oración y la adoración aprendemos a conocer y amar a Dios!
¿Le tiene miedo a la muerte? ¿A la pobreza? ¿A la guerra? ¿A los espíritus malos? ¿A las enfermedades? ¿A los relámpagos? ¿A los huracanes? ¿A la oscuridad? ¿Tiene miedo de sufrir un accidente? Todas éstas son cosas que no se van; las tendremos siempre con nosotros. Pero podemos ser librados del temor que ellas nos infunden. Porque al conocer y amar a Dios, esto es, al tener su reino en nosotros, echamos fuera el temor. ¡Sí; Dios nos libra del temor!
EL SECRETO DE LA “SEGURIDAD”
La “seguridad” del cuerpo
Comencemos esta sección haciéndonos las siguientes preguntas: ¿De qué necesitamos ser librados? ¿Qué es lo peor que le puede acontecer a una persona? Algunos dirán que lo peor que le puede acontecer a una persona es morirse. Otros, que lo peor que le puede acontecer a una persona es quedarse ciega o tullida. Y aún otros dirán que ser pobre es peor que morirse.
Pero, ¿qué dice Dios? Escúchelo:
“No temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28).
“¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Mateo 16:26).
“¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe . . .?” (Santiago 2:5).
“Yo conozco . . . tu pobreza (pero tú eres rico)” (Apocalipsis 2:9).
Lo que Dios quiere decir en estos versículos es que hay algo peor que la muerte del cuerpo y que hay algo que es de más valor que las riquezas. Por lo cual es muy importante que sepamos qué cosas tienen un valor real y duradero para que podamos orar como conviene.
¿Recuerda usted cuando al apóstol Pablo le dijeron que si iba a Jerusalén lo iban a prender? En Hechos 21:13 él contestó: “¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.” Lo que Pablo quería decir era: “Lo que a mi me pase, no importa; ¡Lo que sí importa es lo que le pase al nombre del Señor!”
La “seguridad” del alma
El secreto de la “seguridad” consiste en tener la vida eterna. “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). La vida eterna es un asunto de tiempo; pero también es un asunto de conocimiento. ¡Vivir para siempre no es nada deseable, a menos que la vida sea buena por siempre! Cuando conocemos a Cristo, tenemos vida eterna. Y cuando tenemos vida eterna, estamos seguros para siempre. Pero cuando le volvemos la espalda al Señor y nos negamos a conocerlo, perdemos la “seguridad” que El nos ha prometido.
Lo peor que le puede acontecer a un creyente es quedar separado de Dios. Si una enfermedad nos acerca a Dios, entonces esa enfermedad no es un mal. Y si la pobreza nos hace confiar más en Dios, entonces la pobreza tampoco es un mal, como tampoco lo es un accidente, si nos despierta de una vida descuidada.
Por tanto, el mal del que necesitamos ser librados es el mal que puede separarnos del Señor. Por ejemplo, si los placeres nos separan del Señor, quiere decir que los placeres nos son un mal. Y si las riquezas nos separan del Señor, quiere decir que las riquezas también son un mal. Y si el gozar de una buena salud nos hace olvidarnos de Dios, ¡quiere decir que la salud viene a ser un mal también!
El apóstol Pablo fue un hombre que sufrió muchas penalidades. En efecto, naufragó varias veces; y fue apaleado, encarcelado y apedreado. Con todo, nunca pidió ser librado de estas cosas; las aceptaba como parte de su vida para Cristo. ¡Pablo conocía el secreto de la “seguridad”! ¡Tenía la vida eterna, y nadie se la podía quitar! Lo único que procuraba era “conocerle (a Cristo), y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos” (Filipenses 3:10). Conociendo a Cristo, Pablo estaba seguro.
Son los que buscan primeramente el reino de Dios los que aprenden a hacer la oración que trae “seguridad.” ¡Ellos sobrevivirán a “todos los dardos de fuego del maligno” y serán llamados “vencedores” en el trono de Dios!
LA CARACTERISTICA DEL PADRE NUESTRO
El Padrenuestro termina con las palabras “porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén” (Mateo 6:13).
Esto quiere decir que, conforme a la enseñanza de Jesús, la oración comienza y termina con la adoración. Podemos decir que el tema o verdad central del Padrenuestro es: Debemos darle el primer lugar al nombre de Dios, a su reino y a su voluntad, así en nuestras oraciones como en nuestra vida; y luego de hacer esto podemos presentar nuestras peticiones delante de Dios.
El tema de la oración
La adoración es alabanza a Dios. La adoración es servicio a Dios. Por tanto:
1. La oración significa adoración. Es hablar con dios a menudo para conocer cómo usar su poder.
2. La adoración significa poner siempre el nombre de Dios, su reino, y su voluntad en primer lugar en nuestra oración.
3. La adoración significa poner siempre el nombre de Dios, su reino, y su voluntad en primer lugar en nuestro vivir.
Una paráfrasis de la oración
Concluimos este curso sobre la oración y la adoración con la siguiente oración:
Padre nuestro, venimos ante ti como hijos tuyos, como hijos que forman parte de la familia celestial. Te adoramos. Santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad. Sean siempre estas cosas lo primero en nuestra vida. Tenemos necesidad de algunas cosas. Concédenoslas conforme a tu voluntad y plan. Necesitamos el sustento para nosotros y nuestra familia. Necesitamos llevarnos bien con nuestros semejantes. Necesitamos vencer el pecado en nuestra vida. Necesitamos ser librados de las enfermedades y peligros que nos rodean. Concédenos estas peticiones mientras seguimos buscando primeramente las cosas invisibles y eternas. Amén.