Un Plan que Seguir

“Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.”

Mateo 6:10

Si se ha de hacer la voluntad de Dios en la tierra, ello tiene que comenzar en su corazón. ¿Está realmente dispuesto a hacer la voluntad de Dios?

Puede que usted diga: “Dígame cuál es la voluntad de Dios y luego podré decirle si estoy dispuesto a hacerla.” Bien; ésa petición es razonable y la Palabra de Dios tiene una respuesta para ella.

La voluntad de Dios es que usted crea que Jesús es el Hijo de Dios y el Salvador de usted. Quizás usted diga: “Oh, eso es muy fácil. Yo lo creo. ¿Es eso todo lo que hay que hacer para cumplir la voluntad de Dios?”

No; eso no es todo. Ahora viene la parte difícil. Dios quiere que todos los creyentes sean como Cristo. “¡Ser como Cristo!” dirá usted. “¿Quién puede ser como Cristo?” ¡Usted, por supuesto! Porque la voluntad de Dios es que usted sea como Cristo ¡y el Espíritu Santo contribuirá a que eso suceda!

¿Cómo es eso? Bien; todo lo que a usted le sucede es “bueno” si lo ayuda a ser como Cristo. Eso significa que las dificultades pueden ser buenas. ¿Cómo puede ser esto? Pues usted tendrá que orar mucho para saber por qué le suceden esas cosas, ¿no es cierto?

LA ORACION POR LA VOLUNTAD DE DIOS

¿Debemos orar por cada cosa? ¿Tiene que ver la voluntad de Dios con cada cosa que yo haga durante el día? ¿Tiene que ver su voluntad con qué zapatos debo llevar, qué camino debo seguir cuando me voy a mi trabajo, o qué debo servirme en el almuerzo? ¿Se preocupa Dios de estas pequeñeces?

Dios sabe todo lo que hacemos, inclusive las pequeñeces. Sin embargo, El nos ha dado una buena mente para que sepamos cuándo debemos orar por algo y cuándo debemos simplemente tomar una decisión. Desde luego, no es necesario orar por cosas que no estorban ni ayudan al plan de Dios. Esas son cosas en que nosotros tenemos que decidir. En tales casos más bien debemos preguntarnos: “¿Afecta esto al plan de Dios? ¿Fortalece mi andar con Dios?” Por eso Dios nos dio el cerebro. ¡Y quiere que lo usemos!

A veces, sin embargo, Dios nos libra de peligros por medio de un presentimiento con que nos avisa que no vayamos a cierto lugar o no hagamos cierta cosa. Ese “presentimiento” es en realidad la voz del Espíritu Santo que está en nosotros. Necesitamos, por tanto, poner atención a estos avisos. ¡Necesitamos aprender a oír la voz del Espíritu! Como puede ver necesitamos oír lo que dice el Espíritu, aun cuando Dios tiene ángeles que cuidan de cada uno de nosotros. Frecuentemente descubrimos que nos habríamos hecho daño si no hubiéramos oído la voz del Espíritu. En realidad, los ángeles de Dios protegen a los que oyen la voz del Señor.

Así pues, podemos tomar nuestras propias decisiones en las cosas que no afectan al reino de Dios. Con todo, debemos estar siempre atentos a la voz del Espíritu, no sea que tomemos una decisión equivocada.

Orar por el cumplimiento de su plan

Queremos repetir aquí lo que hemos venido diciendo desde el principio de este libro. Dios tiene un plan y todo creyente debe tratar de seguirlo con toda devoción. Antes de orar por cualquier otra cosa, debemos pensar en el plan de Dios y preguntarnos: “¿Estoy haciendo hoy lo que Dios quiere que haga? ¿Es mi trabajo parte de su plan?”

El plan de Dios no es para los predicadores solamente, sino para todos. Tan importante le es al empleado de una tienda saber que está siguiendo el plan de Dios, como al ministro del evangelio le es saber que está haciendo la voluntad de Dios.

Por lo tanto, cuando le ofrezcan un empleo, será bueno que ore al respecto antes de aceptarlo. Pero su decisión debe basarse en si realmente ese empleo le ayuda a hacer la voluntad de Dios y no en si va a recibir un buen salario. Algunas personas aceptan empleos en donde no hay iglesias evangélicas, sólo porque el salario es mejor. Si éste es su caso y usted comienza una nueva iglesia en la comunidad donde ahora trabaja, tal vez esté haciendo la voluntad de Dios. Pero si acepta el empleo y luego deja de asistir a la casa de Dios, usted está obrando mal. Es mejor recibir menos dinero que no estar haciendo la voluntad de Dios.

¿Cuál es la voluntad de Dios? Digámoslo otra vez. La voluntad de Dios es:

  1. Que todos los hombres crean en Cristo
  2. Que todos los creyentes sean como Cristo.

En la lección 5 tratamos de la Gran Comisión que Cristo nos dio. Como sin duda usted lo recuerda, esta comisión está registrada en Mateo 28:19-20. Allí Jesús nos habló de cuál es su voluntad para con los que nunca han oído el evangelio.

La Gran Comisión es el mandamiento de Jesús y la voluntad de Dios. Todas las demás oraciones son “oracioncitas,” por decirlo así, comparadas con las oraciones hechas para que se cumpla el plan de Dios. Pero para llevar a cabo el plan de Dios necesitaremos toda clase de gente, por ejemplo:

  • Gente que pueda orar.
  • Gente que pueda predicar.
  • Gente que pueda trabajar y dar.
  • Gente que pueda enseñar.
  • Gente que pueda testificarles a sus vecinos.
  • Gente que pueda testificarles a los que viven en otros países.
  • Gente que pueda construir y trabajar con sus manos.
  • Gente que pueda consolar a los que están en tribulación.

¡Oh, hay tantas clases de personas que se necesitan para llevar a cabo el plan de Dios! Cada uno de nosotros debe orar para saber qué es lo que Dios quiere que hagamos. Debemos orar también para que otros se dediquen a trabajar en el plan de Dios.

Orar con la ayuda del Espíritu Santo

¿Cómo podemos aprender a orar como se debe? ¿Cómo podemos orar para que la gente sea salva y los creyentes sean como Cristo, cuando en nuestras propias familias tenemos grandes necesidades? Tenemos hijos que alimentar, hogares que mantener, cuentas que pagar, ropa que comprar, cosas que aprender, y tenemos nuestros propios planes que queremos llevar a cabo. ¿Es posible tener más interés en el plan de Dios que en estas otras cosas?

La respuesta es: “¡Sí, es posible; pero usted necesita ayuda!” Cuando Jesús se fue al cielo, dijo que enviaría al Espíritu Santo. Uno de los nombres del Espíritu Santo en griego es “Paracleto,” palabra que se podría traducir por “uno que es llamado a nuestro lado para ayudarnos.” ¡Ah, eso es precisamente lo que necesitamos! Porque necesitamos que alguien nos ayude a hacer lo que debemos hacer; necesitamos que alguien nos ayude a poner en primer lugar lo que es más importante. Necesitamos que alguien nos enseñe a orar, ¡y precisamente para esto envió Jesús al Espíritu Santo!

Necesitamos al Espíritu Santo. ¿Sabe usted por qué? Porque el Espíritu Santo nos ayuda a orar por las cosas que convienen. Escuche lo que dice la Biblia en Romanos 8:26,27: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos.” ¡Piense en ello! ¡Qué tremenda afirmación! ¡No sabemos pedir como conviene! “Pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Más el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.”

¡Alabado sea Dios! Ahora tenemos a Alguien que intercede por nosotros “conforme a la voluntad de Dios.” ¡Y eso es precisamente lo que necesitamos! El Espíritu no va a orar por nuestros mezquinos intereses personales, sino para que:

  1. Todos los hombres crean en Cristo.
  2. Todos los creyentes sean como Cristo.

Necesitamos rendirnos al Espíritu Santo y permitirle que ore por nosotros y por medio de nosotros. A veces sentimos una gran necesidad de orar por los perdidos. Y entonces el Espíritu Santo ruega por medio de nosotros en una lengua desconocida, intercediendo así conforme a la voluntad de Dios. Otras veces nos damos cuenta de que no hemos estado actuando como Cristo, y oramos para ser como El. En tales casos el Espíritu Santo nos ayudará también, porque es su trabajo orar conforme a la voluntad de Dios.

Por supuesto que si vamos a orar por cosas para nosotros mismos, no debemos esperar que el Espíritu interceda por nosotros, a menos que sea algo que tenga que ver con el plan de Dios. Por ejemplo, si estamos orando para conseguir dinero con el fin de ayudar a la obra de Dios, sin duda el Espíritu nos ayudará. Y si estamos orando por un auto para usarlo en el servicio del Señor, el Espíritu nos ayudará también. ¡Pero si oramos sólo por nuestros propios intereses, tendremos que hacer nuestras propias oraciones, porque el trabajo del Espíritu es orar conforme al plan de Dios!

LA SUMISION A LA VOLUNTAD DE DIOS

No hay felicidad más grande que la de estar haciendo solamente la voluntad de Dios. ¿Quiénes son las personas desdichadas? ¿Quiénes son los que nunca están satisfechos? ¿Quiénes son los que viven vidas vacías y carentes de significado? Los que no hacen la voluntad de Dios.

Hay mucha gente desdichada que cree que la felicidad consiste en tener todo lo que desean y en salirse siempre con la suya. ¡Cuán engañados están! ¡Algunos de ellos tienen muchos de los bienes de este mundo, pero ellos mismos carecen de gozo!

Como puede ver, una persona no es más feliz por reír a carcajadas ni por tener muchas cosas. Porque la vida no consiste en los bienes que poseemos. ¡Una vida feliz es la de aquellos que buscan primeramente los planes y el reino de Dios!

Sumisión parcial

Hablemos ahora de varias cosas importantes con respecto a cómo orar. Algunos dicen: “Haré tu voluntad, siempre que . . .,” y luego presentan una larga lista de condiciones. Y hay quienes dicen: “Iré, siempre que haya allí una casa donde vivir.” O bien dicen: “Iré, siempre que me paguen un buen salario.” Y otros: “Iré, siempre que mi madre pueda ir conmigo.” Y aún otros: “Iré, siempre que sea cerca de mi casa.”

¡Hermano, o hermana! Todos éstos son ejemplos de sumisión “parcial”; porque esa gente dice: “Sí,” y luego añade: “siempre que . . .” Debemos dejar en claro, sin embargo, que los que dicen: “siempre que . . .” no podrán cumplir jamás la Gran Comisión de Cristo. Sí la podrán cumplir los que dicen: “Heme aquí, Señor; envíame a mí,” ¡sin añadir condiciones!

En el Salmo 78:41 hay un versículo que dice dos cosas con respecto a Dios, que parecen imposibles. Dice allí: “Así (los israelitas) volviéronse atrás, y tentaron a Dios, y limitaron al Santo de Israel.” (78:41, V.M.). Así que:

  1. Tentaron a Dios
  2. Limitaron a Dios

Pero, ¿se puede tentar a Dios? ¿Se puede limitar a Dios? Aquí tenemos una verdad que nos sobrecoge, porque dice que el hombre puede ¡tentar y limitar a Dios! ¿Cómo puede el Dios todopoderoso ser limitado?

Bueno, Dios no podría ser limitado, a menos que El mismo consintiese en ser limitado. ¡Pero esto es lo que Dios ha hecho! Ha incluido al hombre en su plan. Dios ha dicho: “Yo quiero sanar, pero me limitaré a la fe del hombre.” O también: “Yo quiero llamar a ese hombre al ministerio, pero me limitaré a su decisión de ir.”

¡Qué pensamiento! Esto quiere decir que aun cuando Dios quiera hacer algo, puede que no haga nada, a menos que encuentre a un hombre que quiera hacer su divina voluntad.

Podemos limitar a Dios en cuanto a la salvación. No es voluntad de Dios que nadie se pierda, y con todo, muchos se pierden. ¿Por qué? Porque no se someten a la voluntad de Dios.

Esto es igualmente cierto en cuanto a las enfermedades. Es voluntad de Dios sanar a los enfermos. Con todo, muchos permanecen enfermos, aun cuando es voluntad de Dios sanarlos. ¿Por qué? Porque no unen su fe para ser sanados, con la voluntad de Dios de sanarlos. De modo que continúan estando enfermos. Podrían ser sanados, pero no tienen fe en que eso pueda ocurrirles a ellos. ¡Dios queda limitado porque no van a creer!

No sabemos por qué Dios ha preferido hacerlo de esta manera en su plan, pero es ésta la forma en que El obra. ¡Piénselo un poco! ¡Vea cuán importantes son la fe y la voluntad del hombre!

Dios quiere que todos los hombres se salven. Sin embargo, no todos se salvarán, porque no se someten a la voluntad de Dios.

Dios quiere que todos los hombres sean como Cristo, pero no todos llegarán a ser como El. ¿Por qué? Porque no están dispuestos a humillarse y someterse a Dios. Por lo tanto, Dios queda limitado y ellos continúan sin ser como Cristo.

Sumisión total

En la historia de la torre de Babel (Génesis 11:1-9) se nos relata que todos los hombres vivían en un mismo lugar y hablaban una misma lengua. Esos hombres se unieron, pero no con el propósito de someterse a la voluntad de Dios, sino con el de rebelarse contra El. Por lo tanto, la unión que había entre ellos era una unión puramente humana, ya que no tomaron en cuenta a Dios. ¿Cuál fue el resultado de todo esto? Dios confundió la lengua o lenguaje de esos hombres y tuvieron que dejar de construir la torre.

Pero en Hechos 2:1-4 leemos cómo los primeros creyentes estaban todos juntos adorando a Dios en cierto lugar. De repente se sintió un estruendo como de un viento recio y fueron todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas. Era ésta la unión de Dios con el hombre. ¡Y qué clase de unión!

Cuando la voluntad del hombre se somete a la voluntad de Dios, ¡ocurren milagros! Los enfermos son sanados, los ciegos ven, los cojos andan. ¿Por qué? Porque el plan de Dios está en acción. ¡Dios y el hombre conversan y andan juntos otra vez!

Así se cumple el propósito de la adoración, propósito que no es otro que el de hablar con Dios por medio de la alabanza y la acción de gracias. ¡Cuando adoramos, Dios desciende y nuestros corazones y voluntades se mueven de común acuerdo! ¡Cuando el corazón de Dios y nuestro corazón están unidos, pueden suceder cosas grandes y maravillosas! ¡Alabado sea Dios!

La sumisión total consiste en la completa rendición de la voluntad de una persona a la de otra; en nuestro caso, es la completa rendición de la voluntad del hombre a la voluntad de Dios. Desde luego, no debemos pedirle a Dios que someta su voluntad a la nuestra. En vez de hacer eso, debemos encontrar cuál es su voluntad y seguirla. Cuando lo hagamos, se llevará a cabo la Gran Comisión ¡y el mundo oirá el evangelio de Cristo!

LA FE Y LA VOLUNTAD DE DIOS

Resumamos ahora esta unidad que trata de “La prioridad de la adoración.” La adoración tiene que ver con las cosas que le interesan a Dios; y las cosas en que Dios tiene interés son las que siempre deben tener prioridad en nuestras oraciones. Desde luego, esto no quiere decir que Dios no se interese por las otras cosas que necesitamos, porque sí se interesa. El nos las añadirá si tan sólo buscamos primeramente el reino de Dios y su justicia (Mateo 6:33).

Preguntas sobre la oración

Usted sin duda ha oído decir muchas cosas sobre el poder de la fe. Entre éstas, se dice que la fe hace que todo sea posible. En efecto, se citan las siguientes palabras de Jesús y de Pablo:

“Para Dios todo es posible” (Mateo 19:26). “Si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí, y se pasará; y nada os será imposible” (Mateo 17:20). “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta” (Filipenses 4:19). “Pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7).

¿Son promesas sin condiciones ni limitaciones las Escrituras antes citadas? ¿Es innecesaria la pobreza, puesto que las riquezas se pueden tener con sólo pedirlas? ¿Hay que reprender a los enfermos por su falta de fe? ¿Es un error agregar las palabras “si es tu voluntad” a nuestras oraciones?

Consideremos las Escrituras de la lista anterior. ¿Son sin condiciones las verdades de estas declaraciones? Creemos que no. Cada uno de estos versículos lleva consigo un requisito. La parte del creyente en estas promesas es obedecer los mandamientos de Cristo, tener fe, dar generosamente y conocer la Palabra de Dios. Recuerde también que Dios no contestará la oración que va a perjudicar a otro hijo de Dios.

Examine el versículo siguiente: “Pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7). ¿Es ésta, en consecuencia, una promesa que abarca cada caso? ¿Es ésta una invitación a pedir y recibir todo lo que nuestra voluntad pudiera desear? ¿Es ésta una promesa sin condiciones? No creemos que lo sea.

Si lo fuera, podríamos pedir que nuestra casa se limpiara todos los días por sí sola; podríamos pedir que todos los hombres del mundo fueran ricos; podríamos pedir que no muriera ningún miembro de nuestra familia. ¡El reclamar el cumplimiento de esta promesa sin ninguna limitación, significaría que, si tenemos suficiente fe, sucederían todas las cosas antes mencionadas!

Usted probablemente dirá: “¡No sea tonto! Dios no contesta esa clase de oración.” De acuerdo. Dios no contesta esa clase de oración; pero admitir que Dios no contesta esa clase de oración es admitir que la promesa “nada os será imposible” tiene una limitación. ¡Hay algunas cosas por las cuales no debemos orar!

Consideremos ahora la promesa de Pablo en Filipenses 4:19: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta.” Esta es una gloriosa promesa, pero está limitada por la frase “lo que os falta.” Frecuentemente hay una gran diferencia entre lo que un hombre desea y lo que necesita.

¿Quién no desearía tener una casa costosa? ¿Quién no desearía tener mucho dinero? ¿Quién no querría tener un cuerpo sano? ¿Quién no querría triunfar y ser famoso? ¿Quién no querría ser bien parecido?

¿Podemos usar las palabras de Pablo para justificar el pedir estas cosas? Pienso que no. Dios ha prometido suplir lo que nos falta; pero puede ser que lo que nosotros creemos que nos falta no sea lo mismo que Dios considera que nos falta. Podemos pedirlas en oración; pero vamos a tener que confiar en Dios. El sabe lo que es bueno para nosotros; por lo tanto, vamos a tener que agregar a nuestra oración las palabras “si es tu voluntad.”

“Pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7) es otra gloriosa promesa. Pero también tiene una limitación, pues comienza con las palabras: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros . . .”. ¡Condiciones, pues!

Oraciones no contestadas

Estudiemos los casos de dos hombres de fe que pidieron lo que querían pero no les fue hecho. Jesús oró, diciendo: “Pasa de mí esta copa” (Lucas 22:42), o en otras palabras, líbrame de este trago amargo. ¿Podría alguien decir que a Jesús le faltó la fe? ¿Por qué, pues, no fue contestada su oración? La oración de Jesús no fue contestada porque era la voluntad de Dios salvar a los hombres mediante la muerte de su Hijo en la cruz ¿Fue débil la fe de Jesús, ya que todo su ser clamaba contra la maldición de “hacerse pecado por nosotros?” ¡Jamás! Jesús no estaba equivocado ni era débil. En realidad, era fuerte, pues rindió su propia voluntad a la voluntad de su Padre. Como Hijo del Hombre, no quería sufrir ni morir; como Hijo de Dios, no quería que lo hicieran pecado. Pero sobre todo, Jesús quería hacer la voluntad de su Padre. En esto consistió el éxito de su oración. ¡Y nosotros también podemos aprender a tener éxito en la oración!

Naturalmente, preferiríamos ser ricos y no pobres.

Naturalmente, preferiríamos estar sanos y no enfermos.

Naturalmente, preferiríamos quedarnos en casa y no irnos lejos.

Naturalmente, preferiríamos vivir y no morir.

¡Pero como hijos de Dios, preferimos ante todo hacer la voluntad del Padre! Por eso es que podemos decir con Jesús: “Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.”

Pablo era un hombre de fe; pero no todas sus oraciones fueron contestadas. Afligido por un “aguijón en su carne,” oró a Dios para que se lo quitara. ¿Qué otro hombre había con más fe que Pablo? “Pedid todo lo que queréis” era una promesa para Pablo así como lo es para nosotros. Así pues, oró. Oró tres veces. Y tres veces Dios le contestó: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).

Todos estos ejemplos prueban una cosa y ésta es que toda oración que hagamos y toda promesa cuyo cumplimiento reclamemos, debe ser conforme a la voluntad de Dios. Toda oración que se hace en contra de la voluntad de Dios o no coopera con ella, es inaceptable ante Dios. Tal clase de oración es un mal uso de sus promesas. Por lo tanto, la petición “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” debe tener siempre prioridad en nuestra oración.

La prioridad de la voluntad de Dios hace que el conocerla sea también de suma importancia. Por lo menos sabemos de dos cosas que siempre son la voluntad de Dios, porque cuando oramos por ellas no tenemos que decir: “Si es tu voluntad.” Ellas son:

  1. Santificado sea tu nombre.
  2. Venga tu reino.

Sabemos que no sería correcto orar por algo que estuviera en contra de estas dos cosas. En otras palabras, no podemos usar para pedir por nuestra propia gloria la promesa de Jesús que figura en Juan 14:14: “Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.” Por ejemplo, yo no puedo pedir que mi nombre reciba la gloria y a la vez buscar con sinceridad la gloria del nombre de Dios.

Además, es la voluntad de Dios que todos los hombres sean salvados y lleguen a ser súbditos de su reino. Es también su voluntad que todos los súbditos de su reino sean conformados a la imagen de su Hijo. Por lo tanto, ninguna oración que frustre este plan de Dios podrá ser de la clase a la que pertenece Marcos 11:24: “Os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.” Estas promesas no son ilimitadas; para invocarlas es preciso orar conforme a la voluntad de Dios.

How, then, should we pray? “Please save ‘John Doe’.” No need to say, “If it be Thy will,” because we know it is God’s will to save all men. Of course, ‘John Doe’ can refuse God’s will. To be saved, a person’s will must agree with God’s will.

¿Cómo, pues, debemos orar? Debemos hacerlo así: “Señor, te ruego que salves a Juan Pérez.” No necesitamos decir: “Si es tu voluntad,” porque sabemos que es la voluntad de Dios salvar a todos los hombres. Por supuesto, Juan Pérez puede negarse a hacer la voluntad de Dios. Para ser salva una persona debe someter su voluntad a la voluntad de Dios.

También se puede orar así: “Señor, te ruego que me hagas como Cristo.” No se necesita decir: “Si es tu voluntad,” puesto que sabemos que Dios quiere que sus hijos sean como su Hijo unigénito. El deseo de Cristo de hacer la voluntad de Dios lo llevó a una vida de sufrimiento y abnegación. Lo llevó a la cruz. ¿Queremos pues, sinceramente, ser como Cristo? ¿Estamos dispuestos a llevar una cruz para ser semejantes a El? “Por amor a vosotros (Cristo) se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8:9). ¿Estamos dispuestos a pasar necesidades por amor a los que aún tienen que conocer las “riquezas” de la salvación de Dios? ¿Estamos dispuestos a negarnos a nosotros mismos y dejar a nuestros padres por el nombre de Cristo para que se haga la voluntad de Dios?

Santiago nos dice en su carta: “No tenéis lo que deseáis, porque no pedís.” Y luego agrega: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Santiago 4:3). ¿Cómo reconciliar estos versículos con Juan 15:7: “Pedid todo lo que queréis, y os será hecho”? Rindiendo nuestra voluntad a la voluntad de Dios. Por lo tanto, no espere que Dios conteste oraciones que son motivadas por el egoísmo; ni espere que Dios conteste oraciones que no honran su nombre. Nuestra oración debe estar en armonía con la voluntad de Dios. De otro modo Dios no puede contestarla.

Cosas que la gente pide en oración

Ahora bien, ¿qué significa lo que acabamos de considerar en el sentido de pedir por las muchas cosas que queremos? ¿Está mal pedir cosas bonitas? ¿Acaso Dios no nos ha dicho que pidamos? Bueno, podemos decir que las cosas que la gente pide en oración se clasifican en tres grupos:

1. Cosas que no tenemos derecho a pedir, porque sabemos que no están en la voluntad de Dios.

2. Cosas de las que no estamos seguros de que sean voluntad de Dios, por lo cual cuando oramos por ellas debemos añadir las palabras: “si es tu voluntad.”

3. Cosas de las que estamos seguros de que son voluntad de Dios, por lo que al orar por ellas no necesitamos añadir las palabras: “si es tu voluntad.”

En el primer grupo están cosas tales como el pagar mal por mal, el vivir en forma egoísta, los placeres carnales y la vanagloria. Todas están prohibidas y por lo tanto no debemos tomarnos la molestia de orar por ellas. Sabemos que estas cosas son contrarias a la voluntad de Dios.

En el segundo grupo están aquellas cosas dudosas por las que debemos orar añadiendo las palabras: “si es tu voluntad.” Entre ellas están el éxito en los negocios, la vida cómoda, la fama, una hermosa joven para esposa . . ., cosas éstas que son objetos propios de la fe, si están en armonía con la voluntad de Dios. Necesitamos orar por estas cosas y luego estar dispuestos a aceptar la respuesta de Dios.

El tercer grupo tiene que ver con cosas acerca de las cuales Dios ya ha declarado que son su voluntad. Hemos afirmado que es siempre la voluntad de Dios que su nombre sea santificado y que venga su reino. Es también la voluntad de Dios que ninguno perezca, sino que todos sean salvos. Cuando procuramos la salvación de los perdidos, no es necesario que oremos diciendo: “Si es tu voluntad.”

¿Pero es voluntad de Dios la liberación de los sufrimientos? ¿Pertenece ésta al segundo o al tercer grupo? Yo creo que pertenece al segundo, y que las oraciones hechas para ser librados deben estar limitadas por las palabras: “si es tu voluntad.” ¿Por qué? Porque la salvación de los perdidos no se puede lograr sin sufrimiento ni sacrificio y porque a veces el ser como Cristo es posible sólo por medio de la paciencia y la humildad que se adquieren en el sufrimiento. El reino de Dios y su gloria son más importantes que nuestros deseos, nuestra gloria y nuestro bienestar. Hay veces cuando no podemos tener las cosas de Dios y las nuestras.

Por lo tanto, puede ser que la liberación divina no sea siempre la voluntad de Dios. Un buen ejemplo es el capítulo 11 de Hebreos. La mitad de los hombres de fe fueron librados; pero la otra mitad no lo fue. Y los que no fueron librados no tenían menos fe que los que lo fueron.

Hemos mencionado a Pablo, quien no fue librado de su “aguijón.” Pero al someterse Pablo a la voluntad de Dios, el poder de Dios se perfeccionaba en la debilidad de Pablo.

También hemos mencionado a Jesús, quien no fue librado de la cruz. Pero al someterse Jesús a la voluntad del Padre, hizo posible la salvación de todos los hombres.

No me entiendan mal, por favor. Dios sí sana, y libra. Isaías 53:5 dice: “El castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” Cristo sanó a los que acudieron a El. Sanó al paralítico, sanó al ciego. Asimismo Daniel fue librado de los leones. Y los tres jóvenes hebreos fueron librados del fuego. Por lo tanto, está bien orar por estas cosas. Yo sólo estoy señalando que en estos asuntos debemos buscar la voluntad de Dios antes que la nuestra. La gloria de Dios y su reino son mucho más importantes que nuestro bienestar y nuestros deseos. Debemos, pues, estar siempre preparados para llevar la cruz de la abnegación que va junto con el seguimiento de Jesús.

Concluyamos esta lección diciendo que sólo podemos tener gozo y contentamiento total cuando hacemos la voluntad de Dios. Un hombre que hace nada más que la voluntad de Dios puede cantar mientras sufre; un hombre que hace nada más que la voluntad de Dios puede orar, diciendo: “Padre, perdónalos,” como Cristo lo hizo cuando colgaba de la cruz. Pablo estaba haciendo solamente la voluntad de Dios cuando dijo: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta” (Filipenses 4:19). Y sin embargo, estaba encadenado en una cárcel romana. También Juan estaba haciendo solamente la voluntad de Dios cuando escribió: “Yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Juan 2). Con todo, estaba confinado en la solitaria isla de Patmos, donde el hambre, el odio y la pobreza no podrían despojarlo de las riquezas en gloria en Cristo Jesús. ¡Bienaventurado es el hombre que ha aprendido a orar, diciendo: “Santificado sea tu nombre . . . venga tu reino . . . hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”!

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