Vivos y Crecientes

Juan y María quedaron encantados con el nacimiento de su hijito. Su llegada al hogar fue un acontecimiento muy feliz para ellos. Difícilmente se podría describir la emoción que experimentaban al compartir una nueva vida. Sin embargo, estaban muy conscientes de las responsabilidades que pesaban sobre ellos. La sobrevivencia del bebé dependería de ellos: del cuidado que le dieran y de la provisión que hicieran para suplir sus necesidades.

¡Con cuánta rapidez iba creciendo! María casi podía ver su desarrollo. Día tras día ganaba peso y crecía, al desarrollarse en un ambiente saludable y bajo la influencia del cuidado amoroso.

Es de suponer que al pasar semanas, meses y años, ocurrieran el crecimiento y el desarrollo normal. Juan podía imaginar fácilmente cómo sería el muchacho en unos cuantos años. ¡El bebé estaba vivo y crecía!

De manera similar, en la vida espiritual se espera que uno crezca hacia la madurez espiritual. En esta lección descubrirá usted que la nueva vida espiritual debe nutrirse para que ocurra el crecimiento; también estudiará lo que se necesita a fin de obtener el nutrimiento para el crecimiento espiritual.

LA NATURALEZA DEL CRECIMIENTO ESPIRITUAL

La norma para el crecimiento espiritual

Cuando usted oyó y creyó en las buenas nuevas cristianas, comenzó a experimentar una nueva vida muy emocionante. A esta experiencia se le llama nuevo nacimiento o nacimiento espiritual. Todo aquel que participa de esta nueva vida en Cristo comienza por nacer espiritualmente. A diferencia de la vida biológica, la cual está limitada por el tiempo a un ciclo de vida normal, el principio de vida espiritual es eterno. En las personas este principio de vida espiritual se asemeja a la infancia humana: está sujeto a crecimiento, desarrollo y madurez.

Jesús se refirió específicamente a las posibilidades inherentes de este principio de vida: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10.10). Usted le trajo a El una vida llena de pecado que le había separado de El. El le ha dado a usted una nueva vida, su vida, y desea que la tenga en abundancia.

Cuando hablamos de vida abundante, nos referimos a la calidad de vida que puede uno experimentar. La vida física, como todos sabemos, puede sostenerse en un nivel deficiente por algún tiempo. Sin embargo, en este nivel no puede uno estar muy activo, producir significativamente, ni disfrutar en verdad de la vida. Este tipo de vida está en un nivel muy bajo. En contraste, cuando uno come bien y vive en un ambiente saludable y seguro y hace ejercicio adecuadamente, desarrolla una abundante reserva de energía. Se siente muy bien. Es activo, está lleno de energía y puede abordar sus tareas con diligencia. Crece, se desarrolla y madura tal como se espera. ¡Se siente muy bien! En esta condición cumple el propósito para el cual fue diseñado. Está experimentando vida abundante hasta lo máximo.

Cuando usted nació espiritualmente, el Espíritu de Jesucristo comenzó a morar en usted. Ese nacimiento generó el potencial para el desarrollo espiritual—desarrollo a la semejanza de Jesucristo (Colosenses 1:27). Ahora que el Espíritu de Jesús mora en usted, El toma control de su vida. Como Señor de su vida, se manifiesta a través de usted mientras usted permanezca rendido a su señorío (Romanos 8:9-11).

Piense por un momento en un bebé recién nacido. ¿Quién puede decir lo que le deparará el futuro a ese niño? Es toda una reserva de potencial y capacidades que necesitan desarrollo. Con el cuidado y la nutrición debidos, un ambiente saludable, impulso adecuado y amplias oportunidades, el niño se desarrollará hasta llegar a ser una persona total, madura. Este bebé tiene en si todo lo que llegará a ser, pero en forma latente que necesita desarrollarse.

Podemos transferir la idea del crecimiento y el desarrollo de un bebé a la madurez en la vida espiritual. Nuestro Señor desea que todos experimentemos la vida abundante hasta lo máximo. ¿Cómo se experimenta la vida plena, abundante en lo espiritual? Como ya señalamos, usted comenzó una nueva vida cuando experimentó el nuevo nacimiento. Comenzó como bebé espiritual, como niño en Cristo. En todo sentido era usted totalmente hijo de Dios. Mas no estaba desarrollado plenamente. Es necesario que ocurran el crecimiento y el desarrollo espirituales para experimentar la plenitud de la vida nueva.

En general, el responder al control que el Espíritu ejerce sobre nuestra vida, comenzamos a crecer. Bajo el control del Espíritu nos hallamos en un ambiente favorable; no obstante, necesitamos el nutrimiento espiritual. Al ir creciendo nos vamos dando cuenta no sólo de los maravillosos privilegios, sino también de nuestras responsabilidades. Nuestra comprensión de la vida espiritual se expande a medida que aumenta nuestro conocimiento de la Palabra de Dios. El propósito de Dios para nuestra vida se hace cada vez más claro cuando andamos en el Espíritu y bajo su control (Gálatas 5:25). El principio de la vida espiritual, como su contraparte física, debe nutrirse, alimentarse y ejercitarse para su desarrollo óptimo, el cual conduce a la madurez productiva, como lo estudiaremos.

La necesidad de crecimiento espiritual

¿Puede imaginarse a un bebé que no crece? ¿Puede imaginarse a una persona que ya tiene varios años de edad, pero que no se ha desarrollado más allá de la etapa de la infancia? De inmediato pensaría usted que algo anda mal. Reaccionaría de esa manera porque todos esperamos que el crecimiento y el desarrollo formen parte de la vida. Lo que está vivo y es normal crecerá y progresará hacia la madurez.

Jesús le enseñó a sus discípulos el principio del crecimiento espiritual. Comparó la vida espiritual con una vid y sus pámpanos, diciendo que ningún pámpano de la vid puede ser productivo en sí y por sí mismo. Debe estar en contacto vital con la vida de la vid. Entonces puede producir con mayor abundancia al irse desarrollando y madurando. De la misma manera, ningún creyente puede madurar y ser espiritualmente productivo si no permanece en contacto vital con la vid verdadera, Jesucristo (Juan 15:1-16, pero obsérvense en particular los versículos 4, 5, 8, y 16). La única alternativa al crecimiento y el desarrollo espirituales es la decadencia espiritual, la degeneración y finalmente la muerte espiritual (Juan 15:2, 6).

Comprendemos que una persona no pasa de la infancia a la madurez de un día para otro. El desarrollo hacia la madurez implica un proceso de crecimiento de mucho tiempo. La vida espiritual se desarrolla con este mismo principio. Aun cuando comenzamos como bebés, se espera de nosotros crecimiento y desarrollo. Así como un bebé crece hacia la madurez, un bebé en Cristo debe crecer hacia la madurez espiritual. Esperamos este crecimiento porque la persona está viva espiritualmente. Y lo que está vivo y es normal crece y madura mientras se le nutre debidamente y se alimenta en un ambiente controlado por el Espíritu. Es entonces cuando uno puede cumplir el propósito espiritual para el cual Dios le ha llamado. Así es capacitado para producir fruto duradero, tal como el Padre desea (Juan 15:16) y se puede llevar a cabo la obra de Dios en la tierra.

NUTRIMIENTO Y CRECIMIENTO ESPIRITUAL

Toda madre sabe que para que su bebé sobreviva y crezca, debe recibir nutrición apropiada. El recién nacido es indefenso y depende de otros para suplir sus necesidades de sobrevivencia. Por eso, las madres cuidan amorosamente a sus bebés supliéndoles alimento y proveyéndoles lo necesario para suplir sus necesidades totales. Sin ese cuidado tierno los bebés morirían muy pronto. ¡Los recién nacidos son indefensos y necesitan nutrición!

De manera similar, la vida espiritual necesita ser nutrida. El ayudar a una persona a experimentar el nacimiento espiritual es sólo el principio de nuestra responsabilidad cristiana hacia ella. Después del nuevo nacimiento la persona experimenta la necesidad de nutrimiento espiritual para sobrevivir espiritualmente y crecer hacia la madurez cristiana. Aun cuando los bebés espirituales son hijos de Dios, apenas han comenzado a desarrollar su potencial espiritual y aún no experimentan la vida espiritual en su plenitud, como el Señor se lo ha propuesto. Durante las primeras etapas de desarrollo, necesitan el apoyo de hermanos y hermanas espirituales preocupados por su bienestar, quienes le brindan apoyo y aliento. Con este apoyo y el nutrimiento espiritual apropiado, se desarrollan en estatura espiritual. El nutrimiento de la vida espiritual es necesario para que sobrevivan espiritualmente los recién convertidos y para que crezcan y se desarrollen en madurez cristiana.

Si la nueva vida es nutrida apropiadamente, se puede esperar que ocurran el crecimiento y el desarrollo hacia la madurez. Tal crecimiento es predecible, ya se trate de la agricultura, de animales, de niños, o recién convertidos. El ministerio del nutrimiento produce condiciones favorables bajo las cuales la nueva vida espiritual puede crecer hacia la plena madurez.

Quizá recuerde usted las palabras que Jesús le dirigió a San Pedro respecto a su ministerio. La tarea de nutrir la vida espiritual se relaciona con personas en diversas etapas de madurez cristiana, desde los corderos hasta las maduras ovejas (véase Juan 21:15-17). Obviamente, San Pedro comprendió la necesidad y aceptó el desafío de cuidar todo el rebaño, ya que menciona tanto a los infantes espirituales (1 Pedro 2:2) como al resto del rebaño (1 Pedro 5:14). Aún más, San Pedro apeló a otros obreros cristianos para nutrir la vida espiritual de la misma manera, porque sabía que debe ser nutrida para sobrevivir y alcanzar su potencial pleno.

ELEMENTOS DEL CRECIMIENTO ESPIRITUAL

Ya hemos discutido la importancia de los elementos que ayudan a sustentar la vida: alimentos, ambiente favorable, apoyo durante la infancia, ejercicio y el nutrimiento o cuidado amoroso. La vida espiritual, en forma similar, crece y madura normalmente cuando tiene los elementos de crecimiento necesarios. Se desarrolla en la Palabra de Dios, se nutre por medio de relaciones cristianas saludables, se estimula por el uso (es decir, al orar. ejercitar sus dones espirituales y al aplicar el conocimiento de la Palabra de Dios a su vida), y abunda al compartir su vida con otros. En realidad, el crecimiento, el desarrollo y la madurez de la vida espiritual constituyen el resultado normal que debería uno esperar. Es también el cumplimiento de los mandamientos específicos de nuestro Señor.

Por tanto, cuando maduramos espiritualmente completamos el ciclo de vida esperado: nacimiento, crecimiento, desarrollo, madurez y reproducción. Cumplimos el propósito para el cual existimos. Tal respuesta glorifica a Dios y es la única respuesta apropiada que puede hacer uno por los beneficios recibidos: salvación y vida eterna. Antes de discutir los elementos del crecimiento espiritual en detalle para ver cuán efectivos son en la producción del desarrollo y la madurez espirituales, examinemos los niveles del crecimiento espiritual.

Niveles del crecimiento espiritual

Estamos conscientes de que los alimentos nutritivos son esenciales para el crecimiento adecuado. Un bebé comienza a recibir alimento al poco tiempo de nacer. Es indispensable para su subsistencia y crecimiento. También reconocemos que hay niveles de desarrollo por los cuales pasa una persona al desarrollarse hacia la madurez. Una de las características de estos niveles de desarrollo es la habilidad para recibir y digerir diferentes tipos de alimentos. Los infantes sólo pueden digerir la leche, y es lo único que necesitan para su crecimiento adecuado. Pero pronto el bebé requiere algo más sustancioso: cereal, avena, o vegetales y frutas bien desmenuzadas. Después el niño requiere una dieta bien balanceada, la cual debe incluir carne. De estas observaciones surgen dos hechos básicos: 1) el alimento es indispensable para el crecimiento y el desarrollo adecuado; y 2) el alimento debe ser apropiado para la etapa de desarrollo.

De nuevo la ilustración se transfiere hermosamente a la vida espiritual. La vida espiritual requiere alimento con el fin de nutrirse para crecer. Sin embargo, el alimento espiritual, como lo hemos estudiado. debe ser apropiado al nivel de desarrollo espiritual.

La Biblia, la Palabra de Dios, se considera como alimento espiritual. Es como leche para infantes espirituales, como alimento sólido para quienes son más maduros en lo espiritual.

Ahora que hemos discutido la necesidad de correlacionar el alimento espiritual con el nivel apropiado de desarrollo espiritual, examinemos tres niveles de existencia humana descritos en 1 Corintios 2:10—3:3: 1) el hombre natural, 2) el hombre carnal y 3) el hombre espiritual. En estos versículos el apóstol San Pablo describe las características de cada nivel. Con esta descripción podemos determinar lo que se necesita para producir el crecimiento espiritual y el desarrollo que conducen a la madurez plena.

El hombre que consideraremos primero se conoce como el hombre natural. No ha nacido espiritualmente; por tanto, está muerto en lo espiritual (2:14). Está en el nivel más bajo de la existencia humana. El hombre en el segundo nivel se describe como carnal (3:3). Ha experimentado el nuevo nacimiento y por ello vive espiritualmente; sin embargo, no se ha desarrollado más allá de la etapa de la infancia espiritual. En el tercer nivel tenemos al hombre espiritual (2:12, 13, 15). En el proceso de desarrollo ha obtenido estatura espiritual y puede funcionar en forma más madura.

Estos pasajes indican que la capacidad de recibir y comprender la verdad espiritual constituye una diferencia principal entre estos tipos. De hecho, la capacidad de comprender la Palabra de Dios demuestra el nivel de madurez espiritual que ha alcanzado la persona. Como es de esperarse, el hombre natural no puede comprender ni apreciar el alimento espiritual, porque sus intereses son otros. Paradójicamente, el hombre carnal es un bebé espiritual. Debe dársele sólo leche espiritual. Puede comprender sólo la verdad espiritual básica. Está interesado en sentirse bien y disfrutar de las bendiciones del Señor. Pero su lapso de atención es corto cuando confronta las imponenetes responsabilidades de la madurez espiritual. Por tanto, no se siente obligado a crecer espiritualmente ni a desarrollar sus músculos espirituales. Puede posponer esas serias responsabilidades para después, cuando esté listo para tomarlas en serio. El hombre espiritual, más dedicado a su Señor, está madurando en su relación con Dios. Está plenamente satisfecho con las verdades doctrinales más profundas, con la carne o el alimento sólido de la Palabra de Dios. Aún más, comparte esta verdad con los demás, impulsa a los menos maduros que él, puede enseñar y servir con eficacia dentro del cuerpo de Cristo.

La enseñanza de San Pablo sobre los niveles de espiritualidad nos muestra que la Palabra de Dios es el alimento espiritual que nutre para el crecimiento espiritual. La manera en que se responde a la Palabra determina si se ha de progresar espiritualmente hacia la madurez cristiana o si se ha de permanecer en la etapa de infancia espiritual con las peligrosas características de esa infancia prolongada.

Nutrimiento a través de la Palabra

En nuestro estudio de los niveles de desarrollo espiritual, observamos que la Palabra de Dios constituye el alimento espiritual que nos nutre para crecimiento espiritual. Nuestro desarrollo espiritual está relacionado directamente con nuestra respuesta a la Palabra de Dios. Examinemos más de cerca la forma en que la Biblia nos nutre para el crecimiento espiritual.

Aun cuando el universo físico nos habla por fuerza de nuestro Creador, esta revelación es general e incompleta. Sin embargo, en las Escrituras, Dios se revela plenamente. Mientras que el universo físico habla de cualidades tales como el poder y la sabiduría, la Biblia revela su santidad, justicia, verdad, misericordia y amor, las cuales son unas cuantas de sus cualidades. Las Escrituras revelan también la naturaleza de Dios, su plan y voluntad para el hombre. En esta revelación Dios se manifiesta.

La Biblia nos provee el plan de Dios para nuestra vida. Aprendemos a servirle correctamente, a corregir los errores que estorban el desarrollo de nuestra relación con El, la naturaleza de la vida espiritual, lo que produce la victoria espiritual, así como las metas de la vida cristiana. En breve, la Biblia constituye los planos de Dios para la vida espiritual.

Las Escrituras nos nutren para crecer espiritualmente porque son vivificadas por Dios y nos dan la vida. La misma vida espiritual que reside en las Escrituras reside también en el creyente. La vida de Dios en la Palabra es la fuente de la nueva vida que El da. La vida espiritual interior responde al nutrimiento espiritual en la Palabra. Es una dieta compatible; sin embargo, los creyentes deben permitir que la Palabra de Dios cambie lo que Dios desea cambiar. Al desear lo que Dios desea, crecen y se desarrollan en su semejanza a Cristo (2 Corintios 3:18).

Nutrimiento a través de relaciones

Al nacer los bebés forman parte de una familia. Cada miembro se dispone a aceptar a ese nuevo miembro de la familia. La unidad familiar constituye el ambiente en el que se suplen las necesidades del recién nacido. Cada miembro da de si mismo para suplir las necesidades del nuevo niño y ayuda a nutrir su nueva vida. En todo el proceso del desarrollo del niño, la familia le provee un ambiente de cuidado y apoyo en el cual puede madurar. La experiencia familiar es de una vida de mutua participación, de mutuo nutrimiento, de suplir las necesidades mutuas. La fuerza de la relación familiar constituye un factor importante en nutrir la nueva vida.

With spiritual life, association with other Christians contributes to spiritual growth. The caring relationship shared by fellow believers nurtures spiritual growth.

En la vida espiritual, la asociación con otros creyentes contribuye al crecimiento espiritual. La relación de cuidado mutuo en la que participan los creyentes nutre para crecer espiritualmente.

Con frecuencia es útil para un recién convertido que se identifique estrechamente con los más maduros en lo espiritual. En cierto sentido, el creyente más maduro puede llegar a ser como un padre espiritual al proveer la relación de amor y cuidado que nutre la vida espiritual. Tal persona puede ayudarle al recién convertido a estudiar y aplicar la Palabra de Dios a su propia situación, influir en él con su ejemplo piadoso y ofrecerle el impulso, el consejo y la oración que necesita.

Dios también ha establecido que la iglesia local sea el lugar donde se nutre la vida espiritual. Muchos creyentes consideran a la congregación de la iglesia como la familia de Dios. Por tanto, el ayudar a un recién convertido a identificarse con la iglesia puede compararse con la ayuda que se le da a un recién nacido para relacionarse debidamente con su familia. Las iglesias locales, como hemos estudiado, están organizadas con líderes nombrados por Dios, como pastores, diáconos y maestros, para ayudar a los creyentes a crecer hacia la madurez espiritual (Efesios 4:11-16). Las actividades de la iglesia estudio de la Palabra, adoración colectiva, evangelismo activo, servicio y educación efectivos, compañerismo y disciplinahan sido diseñadas para alcanzar una meta principal: nutrir la vida espiritual y promover el crecimiento espiritual.

Nutrimiento a través del uso

Quizá usted se haya estado preguntando: ¿Por qué es necesario poseer un cuerpo saludable y potencialmente productivo? ¿Cuál es su función? ¿Debería usarse o debería ser sólo una posible fuente de productividad? ¿Acaso su propósito debería consistir en agradarse a sí mismo solamente, o tiene cierta responsabilidad hacia los demás? ¿Acaso su capacidad para funcionar efectivamente puede atrofiarse si el cuerpo no se ejercita? Estas y otras preguntas surgen cuando consideramos la vida espiritual.

Como ya hemos estudiado, Jesús amonestó a sus discípulos a ser más productivos. En su amonestación no sólo se implicaba salud espiritual, sino también vida espiritual (Juan 15:1-8). El punto consiste en que debemos ser fructíferos, o de lo contrario sufriremos pérdida espiritual. Por tanto, la meta del crecimiento y la madurez cristiana son el servicio y la productividad. Y así como se amonesta a los creyentes a crecer y a desarrollarse (2 Timoteo 2:15; 2 Pedro 3:18) también se les desafía a compartir la verdad para que el mundo conozca la gracia redentora de Dios (Mateo 28:19-20; Marcos 16:15; Hechos 1:8). Aunque el escritor a los Hebreos implica que los creyentes maduros deberían tener la capacidad y participar de la tarea de enseñar la verdad y ejercer discernimiento espiritual (Hebreos 5:12, 14), San Pablo dice explícitamente que los diversos ministerios de la iglesia existen “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:12-13).

Cuando los creyentes perciben su responsabilidad de convertirse en embajadores de Cristo, comparten las buenas nuevas con los demás. Los organismos vivos, espirituales, que están sanos, se reproducen normalmente. Comprenden que el proceso de crecimiento y madurez no es un fin en sí mismo. Viven para exaltar al Autor de la vida y comparten su vida constantemente con aquellos que no han experimentado su poder transformador de vidas. Por tanto, el cristiano maduro cumple el propósito para el cual nació. Vivo y creciente, sigue adelante con el propósito de hacer la voluntad de su Señor: edificar el cuerpo de Cristo espiritual y numéricamente.

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