Ayudar al Crecimiento Cristiano
Juan se preguntaba cómo María parecía saber siempre exactamente lo que necesitaba el pequeño Manuelito y cómo cuidarlo debidamente para suplir sus necesidades. María le mostró a Juan un libro sobre el cuidado de infantes escrito por un destacado especialista del hospital universitario. Su madre se lo había comprado antes de nacer Manuelito. El libro trataba sobre muchas cosas que una nueva madre necesita saber. María también le explicó que había empleado muchas horas observando a su madre cuando cuidaba a su hermano y hermana menores. En ocasiones ella cuidaba a sus hermanitos en la ausencia de su madre. Por tanto, María aprendió a cuidar bebés tanto por las experiencias de otros como por experiencia propia.
Los creyentes necesitan aprender a nutrir el crecimiento espiritual—cómo promover el desarrollo espiritual de otros. La Biblia revela un método divino y algunos recursos divinos para ayudar a realizar la tarea.
En esta lección aprenderá que la obra de hacer discípulos constituye el método divino de nutrir a los creyentes jóvenes y descubrirá que los recursos divinos incluyen la naturaleza de la iglesia, los dones del ministerio y el Espíritu Santo. También descubrirá que existen modelos informales y formales del nutrimiento del crecimiento espiritual. Al involucrarse usted en la tarea de hacer discípulos y utilizar los recursos que Dios ha puesto a su disposición. verá vidas cambiadas gloriosamente: las de aquellos a quienes les está ayudando a crecer. así como la suya. Tal es el beneficio del nutrimiento del crecimiento espiritual.
UN METODO DIVINO
Los creyentes están vivos y crecen hacia la madurez espiritual plena que se define como semejanza a Cristo. La tarea de la iglesia colectiva e individualmente consiste en ayudar a los creyentes a crecer en lo espiritual. Quizá usted se pregunte cómo lograrlo. Ha aprendido ya que el crecimiento es natural y esperado; mas hay condiciones favorables para el crecimiento apropiado. Para ayudar a los creyentes a crecer, necesitamos aprender a arreglar las condiciones para facilitar la tendencia natural hacia el crecimiento. La Biblia revela un método divino que llamamos hacer discípulos.
Lo que es un discípulo
En ocasiones a un discípulo se le considera como “seguidor”, aquel que sigue la enseñanza de alguien. La palabra discípulo, como se usa en el Nuevo Testamento, significa literalmente “aprendiz”; sin embargo, se implica más que simplemente ser un alumno. El término discípulo implica una relación con otra persona. Por tanto, se es discípulo en relación con un maestro. Es posible para un aprendiz ser dirigido por un maestro sin abrazar las conclusiones y los valores de su maestro. Mas no así para el discípulo. Este aprende de su maestro y llega a compartir las actitudes, acciones y valores de su maestro. Un discípulo se convierte en adherente del maestro. Es devoto a su maestro y desea ser como él. Procura imitar a su maestro, hasta sus movimientos mismos con mímica o lo que comprende que él cree. Por tanto, se convierte en discípulo cuando se vincula a otra persona para adquirir el conocimiento teórico o práctico de su modelo. El punto de vista de la relación entre el discípulo y el maestro es percibida correctamente como una relación informal que envuelve a dos personas: la que vive y actúa como modelo y la otra que procura emular su ejemplo. No es lo mismo que la relación formal, la cual existe entre un alumno y su profesor.
Un aprendiz de un oficio nos sirve como ejemplo apropiado de lo que es un discípulo. El maestro artesano ha aprendido un oficio que otro le enseñó. Ha desarrollado sus habilidades en el oficio bajo la supervisión cuidadosa del maestro hasta adquirir la pericia que le distingue como maestro. Cuando una persona no posee estas habilidades pero desea aprender el oficio, trabaja junto al maestro en ese oficio por algún tiempo. Aprende al observar al maestro artesano y aplica lo observado. Procura imitar la habilidad del maestro, por lo cual desarrolla su propia técnica y habilidad en el oficio. Al hacerlo, el aprendiz tiende a ser como el maestro que le enseñó. Sigue el ejemplo del maestro artesano, y en la fiel aplicación de su conocimiento llega a ser como el maestro. El aprendiz aprende del maestro artesano al seguirlo e imitarlo.
En cierto sentido, el proceso de hacer discípulos se asemeja al desarrollo de un aprendiz. Debido a la naturaleza de su relación, podemos imaginarnos que el aprendiz toma más y más las características del maestro que le enseña. Por su asociación con el maestro y al imitarlo, el aprendiz aprende el estilo, las habilidades y el conocimiento de él. En forma similar, el discípulo se conforma a la semejanza de su maestro. Debido a que los creyentes están en proceso de llegar a ser como Cristo, se les considera como discípulos de Jesús.
En tiempos antiguos los hombres educados a menudo tenían un grupo de discípulos. Por lo general estos discípulos eran jóvenes aprendices que se asociaban estrechamente con los eruditos. Estos discípulos aprendían de los eruditos y a veces atendían a sus necesidades materiales. La relación entre Elí y Samuel puede entenderse de esta manera (1 Samuel 1:21-28; 3:1). Los filósofos griegos antiguos, como Sócrates. tenían discípulos y los rabinos judíos de igual manera tenían sus adherentes. Juan el Bautista fue rodeado por un grupo de discípulos, así como también lo fue Jesús. En cada caso, estos discípulos se vinculaban con el maestro para aprender de él, seguir sus enseñanzas e imitarle. En una palabra, deseaban llegar a ser como el maestro.
La meta final del nutrimiento cristiano consiste en ayudar a los creyentes a madurar espiritualmente en semejanza a Cristo. Otra forma de decirlo es declarar que la meta del nutrimiento cristiano consiste en hacer discípulos. Es necesario recordar que la meta propuesta es la semejanza a Cristo y a nadie más. Es la vida de Cristo en uno la que madura hasta la expresión plena de semejanza a El. El apóstol San Pablo indudablemente pensaba en esto cuando amonestó a los creyentes filipenses a emular la actitud y el espíritu de Cristo en su propósito redentor (Filipenses 2:5-11).
Este hecho puede ser particularmente importante si en alguna ocasión trabaja usted entre personas de una cultura diferente de la suya. Su meta no deberá consistir en dirigir a estas personas para que lleguen a ser como usted adoptando todas sus formas y valores culturales. Más bien, su meta deberá consistir en dirigirlos a ser como Cristo según se exprese dentro de su propio contexto cultural.
Cómo hizo discípulos Jesús
A través de su enseñanza pública y debido a los milagros que hizo, multitudes siguieron a Jesús y fueron llamados discípulos. Siguieron sus enseñanzas, aprendiendo continuamente de El. De entre éstos Jesús seleccionó a doce hombres para que entraran en una relación muy especial con El. Tenía la intención de hacerlos apóstoles que quiere decir“los enviados”. Planificó capacitar a estos doce como líderes y luego los envió a continuar la obra de hacer discípulos que El había iniciado. Esta relación singular continuó con los doce hasta que Jesús los dotó con su Espíritu y los envió al mundo a predicar su evangelio. Podemos aprender lecciones valiosas acerca de la importancia de la relación entre el maestro y alumno en la obra de hacer discípulos observando el ejemplo de Jesús al enseñarles a los doce.
Selección de los doce
Jesús seleccionó a los doce para capacitarlos y enviarlos a servirle a El. Su plan consistía en hacerlos discípulos y luego enviarlos a hacer discípulos a su vez.
Lea Marcos 3:14 con cuidado. En este contexto resaltan significativamente dos hechos: Jesús llamó a los doce primero para que estuvieran con El y segundo para enviarlos a ministrar.
Deseaba capacitarlos para una vida de servicio a El. Para proveer esta capacitación, El usó el método de hacer discípulos. Ellos estarían con El—entrarían en una relación especial con El. Aprenderían de El asociándose con El, observándolo y aplicando los principios enseñados por El. Pero el objetivo total no consistía en esa relación especial y estrecha. La relación íntima, satisfactoria, era el medio seleccionado para el fin. El fin consistía en equiparlos para el servicio.
Estando con El
Las razones de Jesús para seleccionar a los doce con el fin de que estuvieran con El reflejan su meta para ellos. Su meta no consistía sólo en trasmitir conocimiento. Más bien, procuraba trasmitir su semejanza. Jesús creía que una persona plenamente capacitada llegaría a ser como su maestro (Lucas 6:40). La palabra en el idioma original del Nuevo Testamento (griego koiné) que se traduce como “perfeccionado” en este versículo significa completo y cabal o hecho completo. Lleva la idea de hacer a una persona completa o total. Por tanto, Jesús está diciendo: “Todo el que fuere hecho completo, será como su maestro.”
El hacer discípulos de Jesús enfoca en hacer personas completas, creyentes maduros. Jesús sabía que la forma de alcanzar este fin consistía en llevar a los doce a una relación íntima con El. Así podría ser un ejemplo para ellos, capacitándoles para que hicieran su voluntad.
Jesús quería imprimirse indeleblemente en los doce. Ellos debían embeber su Espíritu, compartir su pasión por los perdidos y anhelar que la voluntad de su Padre se hiciera tanto en la tierra como en el cielo. El comprendió el dinamismo de la asociación íntima: Para ser como El, debían estar cerca de El, sentir su compasión, sentir las profundidades de su amor y experimentar su gracia. El estar con el maestro produce en uno el resultado de ser como El. El estar en su presencia lo transforma progresivamente a uno a su semejanza (2 Corintios 3:18). El estar con Jesús, entonces, hace más que producir personas que conocen la mecánica de hacer discípulos como veremos más adelante; produce una carga, una entrega a su causa y un deseo de que se cumpla su voluntad.
Enseñándoles
La entrañable relación de Jesús con los doce, aun cuando puede considerarse correctamente como relación de enseñanzaaprendizaje, no era una situación típica de aula. Clases de una hora hubieran sido insuficientes. Jesús y los doce vivían juntos. Compartían las experiencias de la vida. Interactuaban respecto a las lecciones que el Maestro les enseñaba y reaccionaban continuamente a situaciones de la vida que erigían la aplicación de su conocimiento.
En ocasiones Jesús enseñaba y los doce escuchaban mientras El introducía y explicaba la verdad. Hacían preguntas, pedían aclaración respecto a su enseñanza y El respondía alegremente a sus preguntas. En ese ambiente de confianza, Jesús fomentaba un espíritu abierto. Y con el tiempo estos doce hombres desarrollaron confianza en El y entre ellos mismos.
En muchas ocasiones los doce observaban a Jesús mientras El trataba con las personas y respondía a una variedad de situaciones. A menudo ellos imitaban lo que le veían hacer. Con frecuencia, sin embargo, sus palabras y acciones los maravillaban y se asombraban ante la sabiduría, gracia y poder que demostraba (véase, por ejemplo, Marcos 4:35-41; Juan 8:111). Estas ocasiones que parecían incomprensibles hicieron una impresión indeleble en los doce y éstos las comentaron aun mucho tiempo después que su Maestro se había ido. En algunas ocasiones Jesús deliberadamente los incluyó en sus acciones, por lo cual aprendieron a través de la paciencia.
La relación que los doce tenían con Jesús incluía responsabilidad. Al aceptar su llamamiento, los doce reconocieron su función de liderato y se entregaron a obedecerle. Comprendían mutuamente que estaban bajo su autoridad. Inicialmente, el grado hasta el cual se entregaron a El era cuestionable; sin embargo, después de la resurrección y del día de Pentecostés, nadie podía dudar de su total obediencia a El. Su desafío se convirtió en su grito de batalla—un grito de batalla que aún inspira a los discípulos de Cristo de hoy (Mateo 28:19-20).
Jesús les enseñó a los doce y ellos aprendieron; sin embargo, su enseñanza era diferente de la que muchos practican. Involucraba relaciones interpersonales e interacción dentro de su grupo restringido, así como son personas en una amplia variedad de experiencias de la vida real. Jesús era el ejemplo que ellos trataban de imitar. Su propósito consistía en capacitarlos para el ministerio haciéndolos completos. Ellos deberían estar alerta a los asuntos relacionados con todas las personas: equidad, justicia social, responsabilidad cívica, pobreza, soledad, dolor, temor y muerte. Debían ver, como El vio, toda la extensión de la necesidad humana (Mateo 9:35-38). Su campo no se limitaba a Temas religiosos; era tan amplio como las necesidades del mundo (Mateo 13:38).
En cierto sentido la instrucción que Jesús les dio a los doce fue parecida a la enseñanza en el aula. Por ejemplo, el Sermón del Monte se asemeja a una clase o discurso bien ilustrado. En otras ocasiones hizo preguntas que provocaron discusión, como lo haría un maestro en un aula (Mateo 16:13). Usó métodos y técnicas de instrucción probados. En otros sentidos su enfoque fue informal y orientado hacia la vida (véase Mateo 19:13-15 y 16-26). Con todo, debe reconocerse que los enfoques usados por Jesús fueron apropiados para su meta: hacer discípulos, nutrir para hacer personas completas.
Comisionándolos
Jesús no sólo seleccionó el hacer discípulos para su propio ministerio, sino que también les mandó a los creyentes que hicieran discípulos. Lea Mateo 28:18-20 y observe el elemento central del desafío del Cristo resucitado a sus discípulos: “Id, y haced discípulos . . . bautizándolos . . enseñándoles.” La iniciativa descansaba en sus seguidores: debían ir. La naturaleza y la extensión de su misión era clara: haced discípulos a todas las naciones. El método incluía bautizar y enseñar. Se espera que los creyentes vayan a compartir su fe. Al ir, ¿qué se espera que hagan? La respuesta es: “haced discípulos.” De esta manera nuestro Señor compartió su método de hacer discípulos como el modelo por el cual sus seguidores debían moldear sus esfuerzos. La discusión subsiguiente indicó lo que se incluía en el desempeño de esta manera central.
Jesús presentó esta comisión de hacer discípulos poco antes de regresar al cielo. En ella impuso sobre sus discípulos la responsabilidad de continuar el ministerio que El había iniciado. Con esa comisión, Jesús incluyó tanto la tarea que se debía realizar como el método que se debía emplear. A los doce los hizo discípulos. Les envió a repetir lo que El les había hecho a ellos.
Puesto que esta Gran Comisión fue la enseñanza final que Jesús les dio a sus discípulos antes de regresar al cielo, podemos llegar a la conclusión de que el hacer discípulos es el método divinamente propuesto para ayudar a las personas a crecer en semejanza a Cristo. El nutrimiento cristiano incluye el hacer discípulos.
ALGUNOS RECURSOS DIVINOS
La Biblia revela que Dios ha dado algunos recursos divinos para ayudar a llevar a cabo la tarea de nutrimiento para el crecimiento cristiano. En esta sección usted estudiará tres importantes recursos divinos: 1) la naturaleza de la iglesia, 2) los dones del ministerio y 3) el ministerio del Espíritu Santo.
La naturaleza de la iglesia
Jesús comenzó a edificar su iglesia durante su ministerio terrenal (Mateo 16:l8). La iglesia incluye a todos los creyentes: aquellos que se unen a Jesús procuran crecer en El y manifiestan la vida espiritual que El les ha dado (1 Corintios 1:1-2).
La iglesia es un organismo vivo. Este hecho se ve en las Escrituras por la comparación con un cuerpo que se encuentra con frecuencia. Con esto en mente, lea cuidadosamente Romanos 12:1-8, 1 Corintios 12:12-27 y Efesios 4:11-16, tomando nota de lo que podemos aprender acerca de la naturaleza de la iglesia por la ilustración del cuerpo.
Un cuerpo se compone de muchas partes diferentes. Cada parte debe desempeñar una función particular. Cada parte es importante porque ningún miembro puede desempeñar la función de otro. Los miembros son interdependientes el uno del otro. Si una parte del cuerpo deja de desarrollarse en forma apropiada, todo el cuerpo es afectado adversamente. El cuerpo no puede ser completo y funcionar como debiera a menos que cada miembro funcione como fue diseñado para funcionar. Debido a la interdependencia de las diversas partes del cuerpo, la fuerza de todo el cuerpo acude en ayuda de una parte subdesarrollada o enferma.
Quizá usted conozca a una persona que se haya quemado seriamente o haya sido herida en alguna otra forma. Sin el cuidado debido la herida se infecta con rapidez. Como resultado esa persona puede enfermarse de gravedad. En ese punto todo el cuerpo acude en ayuda del miembro herido, iniciando así el proceso de sanidad. Todo el cuerpo se preocupa por el proceso de sanidad. Por tanto, después que una persona se ha sobrepuesto con éxito a una infección seria, su cuerpo entero, no sólo la parte afectada, está débil y necesita reposo. Esto es cierto debido a que la fuerza y los recursos del cuerpo entero acuden al rescate de la parte debilitada.
En el cuerpo de Cristo—la iglesia— la fuerza y los recursos de todos los miembros se convierten en un recurso para ayudar a los miembros subdesarrollados o debilitados a obtener salud, integridad y madurez. Los miembros más débiles o menos maduros pueden obtener fuerza de los miembros del cuerpo más fuertes, más maduros.
La naturaleza de la iglesia—un organismo de partes interdependientes, que mutuamente fortalecen al cuerpo— es un recurso valioso con el cual ayuda uno a las personas a crecer en madurez espiritual. El hecho de que la iglesia sea un organismo amoroso, preocupado por cuidar de otros, compasivo, compuesto de personas que aman, que se preocupan por otros y que demuestran compasión es un recurso valioso del nutrimiento para el crecimiento espiritual. Propiamente, el nutrimiento cristiano es un ministerio de la iglesia que procura dirigir a los convertidos hacia relaciones activas, significativas dentro de la iglesia local, la expresión del cuerpo de Cristo en un lugar dado.
Los dones del ministerio
Dios le ha dado a cada creyente un don (o varios) con el fin de capacitarlo para el ministerio espiritual en el cuerpo de Cristo. Cuatro pasajes bíblicos enseñan que los creyentes han recibido tal capacitación para el ministerio: Romanos 12:1-8; 1 Corintios 12; Efesios 4:11-16; y 1 Pedro 4:10-11.
Debería usted estudiar estos pasajes con mucho cuidado. Contienen una filosofía completa del ministerio. Las siguientes declaraciones forman un resumen de la importante verdad que enseñan:
- Cada creyente recibe uno o más dones del ministerio.
- Estos dones son dados por el Espíritu Santo.
- No todos reciben el mismo don ni deberían procurar ejercer el mismo ministerio.
- El cuerpo necesita el uso apropiado de todos los dones.
- Los dones constituyen el equipo para el servicio cristiano eficaz.
- El uso apropiado de los dones resulta en la edificación del cuerpo.
- Los creyentes son miembros interdependientes del cuerpo; por tanto, tienen una responsabilidad hacia todos los otros miembros del cuerpo.
- Los dones han de usarse en el espíritu del amor cristiano.
El uso apropiado de los diversos dones del ministerio resulta en la edificación de todo el cuerpo. De esta manera los dones del ministerio ayudan al crecimiento espiritual de los diferentes miembros. La iglesia es un cuerpo que se ministra mutuamente. Cada don contribuye a la edificación de los demás. Estos dones del ministerio son recursos para el nutrimiento y la edificación de la vida cristiana. De esta forma amplia, general, los dones del ministerio nutren el crecimiento espiritual.
Específicamente, debería observarse que los maestros constituyen los dones especiales de Dios para la iglesia. Dios los ha colocado singularmente en la iglesia para nutrir la vida espiritual de los demás. Los maestros tienen la responsabilidad especial de ayudar a otros creyentes a crecer hacia un estado de totalidad en semejanza a Cristo.
El ministerio del Espíritu Santo
Cuando Jesús dio su mandato— “haced discípulos a todas las naciones”—prometió su presencia y poder como capacitación para realizar esa tarea. Este mandato y qué debía ser la relación del Espíritu Santo con los doce discípulos les fueron comunicados a los discípulos un poco antes de la crucifixión. Como miembros fundadores de la iglesia primitiva, los doce representaban a todos aquellos que responderían posteriormente al evangelio. Y lo que era para ellos la relación con el Espíritu también lo será para nosotros.
Todos los creyentes recién nacidos necesitan alimento (instrucción) espiritual para crecer. Les falta comprensión y apetito espiritual, así como el incentivo para aprender la verdad espiritual. Pero tienen al Espíritu Santo, el Consejero y fiel Maestro, quien está listo para suplir estas y muchas otras necesidades.
Usted descubrió en la lección 1 que la Palabra de Dios es la base del nutrimiento cristiano. Las Escrituras que revelan la naturaleza, el plan y la voluntad de Dios para el hombre, son vivificadas por El. En 2 Timoteo 3:16, 17 y 2 Pedro 1:20, 21 se revela la función del Espíritu Santo en la supervisión de la escritura de la Biblia. Primero, el Espíritu les reveló la mente de Dios a los hombres que seleccionó para inscribir su verdad (1 Corintios 2:10-15). Esta revelación les manifestó cosas que no hubieran podido conocer de otra manera. Al escribir ellos, el Espíritu Santo les dirigió, les ayudó y les inspiró para que escribieran exactamente lo que Dios deseaba que escribieran. Aun cuando Dios empleó el vocabulario y las experiencias de ellos en el proceso, lo que escribieron era la Palabra de Dios, no la de los hombres. Esta capacitación se conoce como inspiración y significa literalmente “exhalado por Dios”. Por tanto, Dios nos reveló su plan total por su Espíritu, el cual tenemos en las Sagradas Escrituras.
En un sentido, sin embargo, participamos en este proceso revelador, porque el Espíritu Santo ilumina y explica estas verdades a nuestros corazones también. No obstante, El no viene a revelarnos verdades nuevas, porque la verdad de Dios se ha revelado final, personal y objetivamente en Cristo. La experiencia demuestra que una revelación exterior de verdad es inadecuada, porque nuestro conocimiento siempre precede a nuestra aplicación de la verdad. No hacemos por naturaleza las cosas requeridas para crecer espiritualmente (Romanos 7). Pero el Espíritu Santo, quien es el Maestro, lleva a cabo el ministerio de Jesús como su representante en la tierra. Y así como El iluminó la mente de los discípulos y les recordó la verdad que Cristo les había enseñado, el Espíritu Santo nos ilumina la verdad de las Escrituras a nosotros. Trae nuevo entendimiento, nueva comprensión, nueva iluminación; sin embargo, hace más que mostrarnos la verdad; nos trae a la verdad, ayudándonos a ponerla en acción, haciéndola real y verdaderamente significativa en nuestra vida. De esta manera Cristo habita dentro de nosotros y realizamos su obra de manera que le glorifique a El. Por tanto, el Espíritu Santo nos instruye a través de la Palabra la cual inspiró a sus siervos a escribir y nos nutre para que lleguemos a ser semejantes a Cristo.
Además, el Espíritu nos enseña por iluminación interior. Habla a nuestros corazones por su influencia personal y nos impulsa en ciertas ocasiones a hacer ciertas cosas. En otras ocasiones nos refrena de hacer otras. Y en otras más nos convence cuando hemos dicho o hecho algo que no es consistente con el verdadero carácter cristiano.
El nos enseña en respuesta a nuestra hambre sincera de la verdad al orar. Es el Maestro infalible e incomparable.
Es de notar que el Espíritu Santo nos usa para ayudar a otros a crecer al servir nosotros como maestros (Efesios 4:11-12). Al enseñar usted la Palabra de Dios, el Espíritu Santo le capacitará para comprender esta verdad. Puesto que El está presente en cada situación de enseñanza y aprendizaje, puede usted confiar en que le ayudará a comunicar la verdad de Dios efectivamente. Entonces aquellos a quienes usted enseña recibirán la verdad que nutre el crecimiento espiritual. Su energía divina fortalece y sostiene tanto a los que enseñan como a los que reciben la verdad espiritual.
El nutrimiento cristiano es singular por el ministerio del Espíritu Santo:
- Es el autor de la Palabra de Dios.
- Nos ayuda a comprender la verdad de Dios.
- Nos capacita y habilita para comunicar la verdad de Dios.
- Nos ayuda para que apliquemos la verdad a nuestra vida diaria.
- Nos impulsa, influye sobre nosotros y nos convence de culpa o reprende.
El Espíritu Santo está presente para ayudarle tanto al maestro como al aprendiz. Como resultado los creyentes son nutridos, equipados y capacitados para crecer en semejanza a Cristo.
MODELOS DEL NUTRIMIENTO DEL CRECIMIENTO ESPIRITUAL
La iglesia en lo colectivo y los creyentes en lo individual son desafiados a nutrir la vida espiritual, ayudando a las personas a desarrollarse en semejanza a Cristo. En muchas iglesias esta tarea de nutrimiento ha sido centralizada en un programa o departamento de educación cristiana. Otras iglesias tienen la tendencia de considerar este ministerio de hacer discípulos en forma un poco diferente, creyendo que el nutrimiento se logra a través de los ministerios regulares de la iglesia y las asociaciones informales provistas por la misma. Aun cuando difieren los enfoques sobre el nutrimiento cristiano, sobresale el hecho de que éste demanda tanto métodos formales como informales.
Independientemente del enfoque, la Palabra de Dios es el alimento espiritual que nutre el crecimiento espiritual. Las relaciones cristianas íntimas, de preocupación por el bienestar de otro, también promueven el crecimiento espiritual. La comunicación de la verdad de la Palabra de Dios a menudo se realiza por enfoques más tradicionales, formales, de la enseñanza y aprendizaje. La enseñanza relacional se logra a través de técnicas más informales, en las cuales un creyente más maduro se asocia con creyentes menos maduros y se convierte en ejemplo para ellos, demostrando cómo experimentar la vida cristiana efectivamente. El creyente menos maduro aprende por identificación e imitación. Nosotros, entonces, podemos decir que el ministerio del nutrimiento espiritual exige tanto modelos informales como formales.
Los modelos informales incluyen el nutrimiento del crecimiento espiritual a través de otras actividades aparte de los métodos escolares tradicionales. Las relaciones que Jesús estableció con los doce, la forma en que abordó la tarea de hacerlos discípulos, es un ejemplo excelente del modelo informal del nutrimiento cristiano.
Las relaciones que existen en el cuerpo de Cristo, el uso mutuo de ministerio para el desarrollo y el bienestar de todos los miembros, claramente muestran que la iglesia está equipada para la enseñanza relativa que es característica de modelos informales del nutrimiento cristiano.
Los modelos formales del nutrimiento espiritual tienen el propósito de comunicar hechos e información. El aprendizaje del contenido bíblico, la información doctrinal y el material que puede ser clasificado como conocimiento puede ser enseñado bien a través de patrones formales. Los patrones formales se asemejan mucho a lo escolar. En el proceso de hacer discípulos Jesús usó en ocasiones modelos tradicionales, formales, de impartir información. No usó una aula, pero usó ese enfoque y se considera que lo usó magistralmente. Es verdad que aunque la meta del nutrimiento cristiano no es tener una cabeza llena de datos y conocimiento, sino la experiencia de una vida con Cristo como el centro, debemos adquirir ciertos conocimientos. Las clases, los seminarios y las actividades similares constituyen medios excelentes para trasmitir conocimiento a creyentes menos maduros. Este conocimiento se convierte en agente de cambio, capacitando a los creyentes para crecer en estatura espiritual y para llegar a ser más como Cristo.
El nutrimiento cristiano efectivo incluye tanto modelos informales como formales. Si usted le está ayudando a otro creyente a crecer espiritualmente, de seguro deseará establecer una relación íntima con él. Deseará ser ejemplo de la vida de Cristo de tal manera que, al observar su vida, él pueda ver cómo se debe vivir. Deseará ayudar a esta persona a comprender la verdad bíblica y doctrinal. Quizá enseñe usted clases de acuerdo con la tradición formal de educación. El nutrimiento cristiano incluye tanto modelos informales como formales. Ninguno es suficiente por sí solo. Si usted les está ayudando a los creyentes a crecer espiritualmente, necesitará usar ambos modelos.