¿A Quién Orar?

“Vosotros, pues, oraréis así:”

Mateo 6:9

Es más importante la persona a quien oramos que el modo o lugar en que lo hacemos. Supongamos, por ejemplo, que aprendiéramos todo lo que hay que saber acerca de cómo orar y que luego descubriéramos que lo habíamos estado haciendo a quien no corresponde. ¿No sería de veras terrible?

Con todo, es más importante cómo oramos que dónde lo hacemos. Si oramos a quien corresponde y como debe ser, no importa mucho si nos hallamos dentro de un edificio, si vamos caminando o si estamos trabajando. ¡Lo que está dentro de nosotros es más importante que lo que está afuera!

Así pues, en esta lección vamos a hablar del Dios verdadero y de cómo orar a El en debida forma. Vamos a estudiar las cosas que son importantes para Dios, para que así podamos orar conforme a su voluntad. Queremos aprender cómo lo que hablamos en oración puede afectar a nuestro andar en la vida. ¡Tenemos tanto que aprender!

FALSOS CONCEPTOS DEL HOMBRE ACERCA DE DIOS

No hay Dios

Comencemos nuestro estudio sobre la oración y adoración estableciendo primeramente la verdad de que los adoradores deben tener una persona (o cosa) a la cual puedan orar. Usted no puede adorar si no hay nada que adorar. Sin embargo, ciertas personas, a las cuales llamamos ateos, afirman que no hay Dios y que, por lo tanto, no hay nada que adorar. “De nada sirve orar”, dicen, “porque no hay nadie que escuche la oración.” La opinión de los ateos recibe el nombre de ateísmo. Al no creer que Dios existe, los ateos se comportan como insensatos. No pueden ver la prueba de la existencia de Dios ni siquiera cuando está delante de sus ojos. El perfecto orden del universo, la belleza de las flores, la maravillosa estructura del cuerpo humano: todos ellos testifican a una voz, diciendo: “Hay un Creador, un Dios.” Tan irracional es decir que el mundo llegó a existir sin un Creador como lo sería mirar un reloj y decir que se hizo solo.

No puedo saber si existe Dios

Hay quienes se preocupan por no poder ver a Dios. Ven lo que El creó y suponen que debe de haber una causa que dio origen a la creación. Pero luego dudan y dicen: “No podemos estar seguros. Puede que haya un Dios, como puede que no lo haya.” A esta creencia la llamamos agnosticismo, y a los que la profesan, agnósticos. Los agnósticos creen que aun en el caso de que haya un Dios, el hombre no puede conocerlo. “¿Para qué orar,” dicen, “si uno no tiene ninguna seguridad de que alguien lo va a oír?”

No quiero tener nada que ver con Dios

Existen muchas personas que saben que Dios existe, pero no quieren obedecerle. Los llamamos réprobos porque rehusan aceptar la verdad a pesar de conocerla. Los réprobos no oran, porque “aman más las tinieblas que la luz, porque sus obras son malas” (Juan 3:19). Pero vendrá el día cuan los réprobos sí orarán. Ellos orarán para que los “montes y las peñas caigan sobre ellos para esconderles del rostro de aquel que está sentado sobre el trono” (Apocalipsis 6:16). Ese día será uno de juicio y gran calamidad.

The “Nature Is God” Man

Muchos creen que Dios y la naturaleza son uno; es decir, no creen en un Dios Creador que esté separado de su creación. Para ellos, los árboles son Dios; las nubes son Dios; el hombre mismo es Dios. A estas personas las llamamos panteístas, y a su creencia, panteísmo. Los panteístas dicen que todo lo que es bueno es Dios. ¡Qué equivocados están! Para ellos la naturaleza es Dios. Aún más, para ellos Dios es impersonal. ¡El dios de los panteístas no tiene rostro! Usted no puede orar a él, porque no tiene oídos para oírle su oración. Y él no puede responderle, porque no tiene voz; no puede verlo, porque no tiene ojos, ni puede amarlo, porque no tiene corazón. ¿Qué dios es éste? Como puede ver, una cosa es decir que Dios es amor y otra muy distinta es decir que el amor es Dios. Asimismo, una cosa es decir que Dios está en su creación y ¡otra muy distinta es decir que la creación es Dios!

Yo soy Dios

Hay quienes dicen que todo hombre tiene el derecho de creer lo que le plazca y que las ideas de un hombre en particular son tan buenas como las de otro. A este concepto lo llamamos egocentrismo, y en su forma extrema, egolatría. Los egocéntricos y ególatras no creen en ningún dios, salvo en sí mismos. No quieren que nadie les diga lo que tienen que hacer. Tampoco aceptan ninguna norma de conducta que les disguste. Para ellos es “bueno” sólo lo que ellos mismos aceptan como bueno. No oran. Al fin y al cabo, ¿por qué deberían hacerlo? Por último, los ególatras no aceptan ninguna autoridad que sea superior a sus propias ideas sobre lo que es bueno o malo.

Da lo mismo cualquier dios

Hay muchos que dicen: “No importa a qué dios adora usted. Uno es tan bueno como otro. Da lo mismo cualquier dios.” La creencia de estas personas recibe el nombre de universalismo. Los universalistas creen que las religiones son como senderos que llevan a la cima de una montaña. Cada religión toma una ruta diferente, pero todas llegan a la cima. Esta es una enseñanza peligrosa y perversa. Quienes la creen afirman realmente que Dios es una idea de la mente humana y no una realidad. Pero Dios no es una idea. El es real. Es el único Dios. Es el Creador del mundo y de todo lo que hay en él. Nosotros debemos averiguar quién es Dios y adorarlo. En la sección siguiente trataremos de quién es Dios; pero antes de que lo hagamos, hablemos de otra creencia que es sostenida por gentes de todo el mundo.

Los espíritus son mejores que Dios

La mayoría de los hombres cree que hay vida después de la muerte. Pero a causa de que no vemos a los muertos después que dejan este mundo, hay un misterio alrededor de ellos. Algunas personas creen que los muertos vuelven como espíritus o ánimas, los cuales van y vienen por los sitios donde antes vivían y participan en las actividades de los vivos. A esta creencia se la llama animismo.

A causa del terror que despierta lo desconocido e invisible, hay mucho temor entre los animistas. Y aunque muchos de ellos creen que hay un Dios, piensan, sin embargo, que éste está demasiado lejos y es muy indiferente a sus necesidades para serles de alguna ayuda. Por consiguiente, su adoración consiste en peticiones a los espíritus (que los animistas creen que están cerca de ellos) y en dones para agradarles. Los animistas usan amuletos para protegerse de las calamidades y hacen sacrificios para conseguir el favor de los espíritus. La Biblia describe sus sentimientos cuando dice que “el temor lleva en sí castigo” (1 Juan 4:18). Pero el mismo versículo dice también que “el perfecto amor echa fuera el temor.” Nosotros queremos hablarle ahora del verdadero Dios de amor, el cual está cerca de todos los que lo invocan. El puede contestar las oraciones y echar fuera el temor.

EL DIOS QUE SE REVELA A SI MISMO

Revelado por su Palabra escrita

Un Dios que exige que el hombre lo adore y obedezca tiene el deber de revelarse a éste. Y esto es precisamente lo que ha hecho el Dios verdadero. El se ha revelado a si mismo. El hombre puede conocerlo. Y también puede saber cuál es su voluntad.

Cada religión tiene sus profetas, visiones, milagros y escritos sagrados. El Dios verdadero ha dado al hombre todas estas cosas y ha hecho aún más para darse a conocer. El se ha revelado y ha manifestado su voluntad hablando al hombre por medio de su Palabra escrita, su Hijo unigénito y su Espíritu Santo.

Dios se revela por medio del libro sagrado que llamamos la Biblia. En él se hallan las palabras que Dios ordenó escribir a sus profetas y apóstoles. Dondequiera que la Biblia ha sido creída y aceptada como palabra de Dios, ha habido transformación de vidas. Cada vez que un hombre acepta las enseñanzas de Jesús y lo reconoce como el Hijo de Dios, ocurre un milagro en su vida. ¡Se convierte en una nueva persona! Deja sus malos caminos para seguir el camino bueno. Considere la unidad del mensaje de la Biblia, mensaje escrito por muchos hombres diferentes, en épocas diferentes y en sitios diferentes. Agregue a esto el récord de supervivencia de la Biblia, a pesar de los esfuerzos que se han hecho por destruirla y desacreditarla. Sin lugar a dudas, la Biblia es un libro milagroso. Es el libro que nos revela a Dios.

Revelado por su Hijo unigénito

Dios se reveló por medio de Jesucristo, su Hijo unigénito. Por más de treinta años Jesús vivió como hombre aquí en la tierra. Juan 1:14 dice: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros.” Piense en lo que Jesucristo afirmó ser. El dijo que era Hijo de Dios. Y confirmó sus palabras con su milagroso ministerio de sanidad y poder. Piense asimismo en la muerte y resurrección de Jesús. Ciertamente Dios se ha revelado por medio de su Hijo. Lo hizo por medio de la aparición personal de Jesús en esta tierra.

Revelado por su Espíritu Santo

Dios se revela también por su Espíritu a todo aquel que acepta la verdad sobre Cristo Jesús. Romanos 8:16 nos dice que “el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.” A todo aquel que cree, el Espíritu de Dios lo hace una nueva persona. Y lo que Dios ha hecho por otros, lo hará también por usted. Si pone su fe en El, se le revelará por su Espíritu. ¡Adore al Dios verdadero! ¡Ore y deje que el Espíritu de Dios dé testimonio al suyo! Una vez que haya sentido el poder de Dios en su vida, ya no habrá necesidad de que pruebe otras cosas. ¡Usted sabrá quién es el Dios verdadero!

LA ENSEÑANZA DE CRISTO SOBRE LA ORACION

Orar en secreto y con sencillez

Los discípulos le dijeron a Jesús: “Señor, enséñanos a orar” (Lucas 11:1). La mejor manera de aprender a orar es seguir las enseñanzas de Aquel que supo orar mejor que todos. Permitamos, pues, que Jesús sea nuestro maestro.

Jesús les dijo a sus discípulos que no oraran como los fariseos (Mateo 6:5). Estos oraban en las sinagogas y en las esquinas de las calles. ¿Acaso es malo orar en público? ¡Por supuesto que no! Jesús no censuró a los fariseos por orar en público, sino por orar con el único objeto de ser vistos de los hombres. Orar en público no es malo, puesto que Jesús oró en público. ¡Lo que es malo es orar para ser visto de los hombres!

Hay muchas ocasiones en que es correcto y adecuado que uno solo hable por un grupo de personas durante la oración, en público. Esta es, quizás, la clase más difícil de oración, porque la atención de la gente se concentra en el que ora. Frecuentemente la gente piensa más en la persona que está orando que en Dios, a quien aquél le está hablando. Esto hace que el que ora se vea enfrentado a una gran tentación. El que ora es tentado a hacer lo mismo que hicieron los fariseos, es decir, es tentado a orar para ser visto y oído de los hombres.

Hay creyentes, sin embargo, que pueden guiar a un grupo de adoradores hasta la misma presencia de Dios. Pueden dirigir la mente de los presentes hacia el Señor. ¡Cuánto necesitamos esta clase de dirigentes! Los ministros de Dios, en especial, deberían desarrollar este don.

¿Cómo podemos aprender a guiar la oración en público sin pensar en nosotros mismos ni en los demás? Desde luego, no aprendemos esto “practicando” en público, sino orando en secreto. Lo aprendemos también cuando estamos a solas con Dios y su Espíritu nos enseña a echar fuera todo lo que hay en nuestra mente, con la excepción del Señor. Luego, cuando estamos en público, es como si todavía estuviéramos a solas; es decir, aunque sabemos que la gente está escuchando, nuestros pensamientos están concentrados en lo que le estamos diciendo a Jesús. Estamos a solas con Dios en medio de la gente.

Los creyentes llenos del Espíritu oran frecuentemente a una voz. Esta es una manera en que cada creyente puede encerrarse con Dios aun cuando se halle entre un grupo de personas. El orar los creyentes juntos es una hermosa experiencia. Muchas veces, cuando oran juntos, los creyentes sienten el Espíritu de Dios y como resultado alaban al Señor y hablan en lenguas. Hablar en lenguas significa adorar en el Espíritu en un idioma dado por Dios y que nadie entiende, a menos que sea interpretado. Este es uno de los dones espirituales descritos en 1 Corintios 14. Está a disposición de todos los que tengan fe y es una gran ayuda en la adoración. Cuando este don se manifiesta, todos son bendecidos y Dios es glorificado.

¿Y qué hay en cuanto a la oración en secreto? Jesús dijo que entráramos en nuestro cuarto y cerráramos la puerta. Dijo asimismo que nuestro Padre “que ve en lo secreto” nos recompensaría en público (Mateo 6:6). Pero con estas palabras Jesús se estaba refiriendo más a un estado de ánimo que a un cuarto con una puerta. Lo importante es que lleguemos a estar a solas con Dios. Usted puede estar a solas con Dios dondequiera que se encuentre. Por ejemplo, algunas personas oran con más libertad cuando van caminando por un bosque. Otras prefieren un cuarto alejado de los demás. Y hay quienes pueden estar “a solas” aun cuando estén rodeados de otras personas. Lo importante, pues, es estar a solas con Dios.

Recordemos que la oración es una conversación. Por ejemplo, cuando usted conversa con alguien, se da por sentado que ambos tienen la oportunidad de hablar. Pero algunas de nuestras oraciones no se parecen en nada a una conversación. ¡Son como si le estuviéramos predicando a Dios! Esa es una pésima manera de orar. Porque ¿a quién le gusta conversar con una persona que habla y habla pero no deja hablar a su interlocutor? Preferimos apartarnos de esa clase de gente tan pronto como nos es posible. No nos gusta hablar con ellos. ¡Y cuántas veces sucede que el Señor desea decirnos algo, pero no le damos ocasión de hablar! Es mucho más importante que nosotros escuchemos a Dios y no que El nos escuche a nosotros. ¿Qué podemos decirle que ya no sepa? ¡Oh, cuánto aprenderíamos . . . si tan solo escucháramos!

Pero quizás usted se pregunte: “¿Cómo podemos oír lo que Dios dice? ¿Cómo nos habla?” Una excelente manera es orar con la Palabra de Dios enfrente de nosotros. Si leemos un versículo y luego le pedimos a Dios que nos muestre lo que significa, El nos enseñará el significado.

En otras palabras, nos hablará. El Espíritu Santo será nuestro maestro, que nos guiará a toda la verdad. Cuando el Espíritu nos muestra una verdad, es el momento en que debemos adorar a Dios y darle gracias por la verdad que nos ha enseñado. Luego podemos seguir leyendo hasta que Dios nos hable una vez más por medio de su Palabra. ¡Qué maravillosa manera de orar es ésta!

Recuerde lo que dijo Jesús acerca de las “vanas repeticiones,” o repetición de palabras inútiles, en Mateo 6:7. Dios no es sordo. No es indiferente ni necesita ser persuadido. Y puesto que es un Dios de amor, sólo tenemos que decirle cuáles son nuestras peticiones y confiar en que las va a contestar. A veces mostramos nuestra falta de fe pidiendo una y otra vez, como si Dios no nos hubiera oído la primera vez que pedimos. Otras veces actuamos como si creyéramos que El tiene que ser persuadido. Pero Dios es un Dios de amor. No es insensible ni egoísta. Al contrario, ¡quiere ayudarnos!

Orar siempre

La Biblia nos dice en Efesios 6:18 que oremos “en todo tiempo” y “por todos los santos.” Y luego, en 1 Tesalonicenses 5:17, que lo hagamos “sin cesar.” Pero ¿cómo puede una persona orar siempre? ¿Cómo puede orar en todo tiempo? ¿Y sin cesar?

Es fácil ver que orar significa más que arrodillarse. Es más que pasar el tiempo en meditación, actos de adoración y peticiones. La oración tiene que hacerse “siempre,” “en todo tiempo.” Por consiguiente, tiene que ser una actitud o una manera de vivir.

Ahora bien, tal actitud o manera de vivir no se puede lograr sin oración y adoración pública y privada. Las actitudes y los hábitos se forman haciendo las cosas una y otra vez. Lo mismo podemos decir de la oración. Usted no podrá orar “en todo tiempo y sin cesar,” a menos que haga de la oración un hábito.

Lo anterior no significa que debamos juzgar nuestra vida de oración por el tiempo que pasamos orando. Más bien debemos juzgarla por la calidad de nuestras oraciones. Muchas veces nuestra mente está en casa mientras nuestro cuerpo está en la iglesia. O bien, nuestra mente está en la cocina cuando estamos arrodillados en oración. Si aprendemos a orar correctamente, podremos andar bien todo el tiempo. Es esto lo que queremos decir con las palabras “orando siempre,” “en todo tiempo.” Por lo tanto, debemos aprender a conocer la voluntad de Dios por medio de su Palabra sometiéndonos a ella en oración y adorando al Señor, hasta que podamos andar a toda hora del día conforme al plan que El tiene para nuestra vida.

Jesús es nuestro ejemplo en la vida de oración. El pasaba largas horas en oración. ¿Con qué objeto? ¿El de asegurar la respuesta a sus deseos? ¿El de asegurar la liberación de los que estaban afligidos? ¡No! Sus oraciones por los enfermos eran cortas y sencillas. ¿Por qué entonces? Porque toda su vida era una vida de oración y adoración. Al buscar la voluntad de su Padre cuando oraba, podía andar constantemente conforme a esa voluntad. ¡Ciertamente El oraba en todo tiempo!

Pero ¿cómo podemos orar nosotros conforme a la voluntad de Dios? Jesús nos lo enseña en Mateo 6:9-13 por medio de la oración conocida popularmente como el Padrenuestro. En efecto, Mateo 6:9 comienza diciendo: “Vosotros, pues, orareis así.” Cuando Jesús habló de cómo orar, se refirió al orden en que debemos pedir. Estaba hablando acerca de la importancia de buscar primeramente las cosas importantes. Para comprobarlo, fíjese en el orden en que aparecen las peticiones en el Padrenuestro. En primer lugar, Jesús habló de las cosas que interesan a Dios: tu nombre, tu reino y tu voluntad. Luego continuó con las cosas que nosotros necesitamos: “Danos . . . perdónanos . . . no nos metas . . . líbranos . . . ” En otras palabras, lo que Jesús quiso decir es que cuando oramos debemos darles prioridad al nombre, al reino y a la voluntad de Dios. Empezar nuestras oraciones con “danos,” “perdónanos,” “no nos metas” y “líbranos” es pedir en un orden equivocado. Jesús declaró esta verdad claramente en Mateo 6:33, diciendo “Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”

Cuando aprendamos a orar como Jesús nos enseñó a hacerlo, aprenderemos a vivir como El vivió. ¡Cuando busquemos primeramente el reino de Dios, entonces sí estaremos orando siempre, en todo tiempo y sin cesar!

Mientras nos sean más importantes las cosas que necesitamos que la voluntad de Dios, andaremos a tropezones en nuestra vida espiritual, calculando las horas que pasamos en oración. Pero Dios no está con un reloj en la mano para ver cuánto tiempo nos quedamos en el cuarto de oración. ¡Lo que Dios procura es ser el Señor de nuestra vida en todo momento y todos los días!

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