El Cuidado de Nuestros Cuerpos
¿Qué pensaría usted de alguien que tiene muebles lujosos pero los guarda en una casa ruinosa? ¿No sería irrazonable? Pero es de esta manera que se comportan algunas personas. Ellos cuidan su personalidad, pero descuidan sus cuerpos.
Sin duda usted comprende que su personalidad es sólo una parte de su ser. La otra parte es su cuerpo. Y como es importante que usted desarrolle y cuide su personalidad como estudió en la lección anterior, así también necesita ser un buen mayordomo de su cuerpo.
Esta lección ha sido escrita con el propósito específico de ayudarle a ejercitar la mayordomía sobre su cuerpo. En ésta encontrará instrucciones útiles que le enseñarán cómo utilizar su cuerpo para la gloria de Dios, mantenerlo en buenas condiciones, y presentarlo aceptablemente delante de otros.
Los seguidores de diferentes religiones del mundo consideran sus templos como lugares sagrados. Debido a eso, ellos los tratan con gran reverencia y evitan que cualquier cosa los profane.
De acuerdo con la Biblia, nuestro cuerpo es también un templo; es templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19). Por ser santuario de Dios, nuestros cuerpos pertenecen a Dios y no a nosotros.
En lo que a nosotros concierne, somos únicamente mayordomos de nuestros cuerpos; es decir, somos como guardianes. Nuestra responsabilidad consiste en cuidar nuestros cuerpos, vigilando que nada los dañe o los profane. Luego encontrará algunas instrucciones que le ayudarán a cumplir bien con esta responsabilidad.
VIVA UNA VIDA MORAL
Mantenga dominio sobre su cuerpo
Todo aquél que no ha reconocido a Dios como su dueño y Señor vive en un estado de confusión. El pecado es su amo; aunque el individuo cree que es el amo de sí mismo. Al pensar así, y estando convencido de esto, la persona entrega su cuerpo al pecado (Efesios 4:19) hasta que se transforma en una persona depravada (Romanos 1:24,26-27). Aunque a veces el intelecto pareciera reconocer esta esclavitud, su voluntad es incapaz de controlar los deseos pecaminosos de su cuerpo (Romanos 7:23-24).
En cambio, la condición del creyente es diferente. Dios es su dueño, Cristo es su Señor y el Espíritu Santo vive en su cuerpo (1 Corintios 3:16). Esto significa que el pecado no es más su amo, porque el Espíritu Santo le ha librado de su dominio (Romanos 8:2). Ahora él ha recibido poder para ser el amo de su cuerpo en lugar de ser su esclavo. Es por eso que los cristianos no deberían permitir que el pecado les gobierne por medio de las pasiones del cuerpo (Romanos 6:12, 14; 1 Pedro 2:11). Al contrario, él creyente debe ejercer dominio absoluto sobre su cuerpo (1 Corintios 9:27). Como mayordomo, ésta es una de sus responsabilidades.
Use su cuerpo para la gloria de Dios
Las personas que no reconocen que Dios es el dueño de sus vidas maltratan los miembros de sus cuerpos. La Biblia es muy descriptiva acerca del abuso del cuerpo en Romanos 3:13-15; Santiago 3:6-8, y 2 Pedro 2:14.
Usted, en cambio, ya ha reconocido a Dios como el dueño de su cuerpo. También sabe que su cuerpo es templo del Espíritu Santo. Por lo tanto, es de suponer que usted no usaría su cuerpo para cometer actos pecaminosos. ¡Eso sería un sacrilegio! No debería usar sus manos para robar o atacar a su prójimo (Efesios 4:28), sus pies para ir a lugares dudosos, ni su boca para mentir y hablar palabras hirientes y obscenas (Efesios 4:25, 29; 5:4). No debería usar sus ojos para mirar cosas indecentes o para mirar a una mujer con un propósito inicuo en su corazón (Mateo 5:28); no debería usar su cuerpo para cometer inmoralidades sexuales (1 Corintios 6:13, 18).
Sin embargo, la mejor manera de reconocer que Dios es el dueño de nuestros cuerpos es dedicándolos a El (Romanos 6:13; 12:1). Esta dedicación implica utilizar los miembros de nuestros cuerpos para la adoración y el servicio a Dios (Romanos 6:19; 1 Corintios 6:20).
Usted puede usar los miembros de su cuerpo, en las mismas maneras mencionadas para propósitos justos de manera que Dios sea glorificado. Y por favor, preste atención a esto: Si usa su cuerpo para servir al Señor, El proveerá para su cuerpo (1 Corintios 6:13); lo cual significa que Dios suplirá para las necesidades físicas de aquellos que le dedican su cuerpo a El. El renovará sus fuerzas (Isaías 40:29, 31), les dará comida y ropa (Mateo 6:31-33), y les guardará en buena salud (Exodo 15:26).
CUIDE SU SALUD
Observe las reglas de buena salud
Un cuerpo saludable le dará honor y gloria a Dios y estará en mejores condiciones para ser usado para su servicio. Dios ha prometido sanar nuestras enfermedades (Salmo 103:3); pero también nos ha hecho responsables de cuidar nuestra salud. A continuación encontrará algunas reglas sencillas que le ayudarán a disfrutar de buena salud.
- Coma bien. Esto no significa que deba comer mucho, sino que necesita mantener una dieta balanceada. La comida tiene ciertas sustancias llamadas vitaminas que son esenciales para que una persona pueda mantenerse saludable. Si come mucho de ciertos tipos de comida y poco o nada de otros, a su cuerpo le faltarán ciertas vitaminas. El resultado será que su cuerpo sufrirá.
- Haga ejercicio. La falta de ejercicio puede causar sobrepeso, lo cual es dañino a la salud. Por esta razón es que uno necesita ejercitarse. Por supuesto, el mejor ejercicio para el cuerpo es el trabajo físico. Pero si su trabajo es mental, por lo cual la mayor parte del día está sentado, necesita hacer ejercicio físico, participar en algún deporte o simplemente invertir algo de su tiempo caminando.
- Descanse. El trabajo excesivo, sea físico o mental, acarreará inevitablemente malos efectos sobre su salud. Su cuerpo necesita descansar. Jesús no pronunció palabras huecas cuando declaró que el día de reposo fue hecho para el bienestar del hombre (Marcos 2:27). Por lo tanto, una persona debería trabajar únicamente cierta cantidad de horas y tener aproximadamente ocho horas de sueño.
- Practique la limpieza. Es provechoso notar que en el libro de Levítico Dios estableció leyes detalladas para la limpieza de los israelitas. Ellos debían bañarse frecuentemente, lavar sus ropas, limpiar sus casas, comer alimentos limpios y mantener limpio el lugar donde acampaban. Aunque la vida en el desierto no ofrecía las mejores condiciones sanitarias, los israelitas no se enfermaron (Salmo 105:37). No hay duda que si los creyentes observaran leyes similares también disfrutarían de excelente salud.
Asegure su protección
Accidents can cause serious harm to your body and make it useless for the Lord’s service. It is important, then, to do everything possible to avoid them. To do this you need to take the steps that are necessary to ensure your safety in your home as well as on the street and at the place where you work. Some people are “accident prone.” That is, they seem to have more accidents than most people. If you have a tendency to be accident prone, submit this to the Lord and ask for His healing in your life in this matter.
Guárdese de los malos hábitos
Nuestros cuerpos, por ser templos del Espíritu Santo, deberían ser conservados limpios y santos. Ponerle cosas que le hagan daño, lo deshonren, o lo destruyan es profanarlo. Y Dios trata severamente a quienes profanan su templo (1 Corintios 3:17). Por esta razón es que los creyentes se guardan de malos hábitos como fumar, beber bebidas alcohólicas o ingerir drogas. En algunos casos las propagandas y avisos comerciales los presentan como buenos hábitos. Sin embargo, sus efectos destructivos sobre el organismo humano son obvios.
Otra razón para no adquirir hábitos dañinos es Cristo, nuestro Señor o Amo. Si permitimos que se formen estos hábitos, ellos pueden llegar a ser nuestros amos. Pero Jesucristo dijo claramente que “ninguno puede servir a dos señores” (Mateo 6:24). ¡Qué terrible es la condición de aquellos que viven gobernados por los hábitos mencionados! Ellos quieren dejarlos pero se dan cuenta que no pueden. Si usted tiene uno de esos hábitos, ahora es tiempo de romper con éste. Permita que el Espíritu Santo gobierne su vida. El le ayudará a ejercer dominio propio (Gálatas 5:23, 25). Entonces usted podrá decir con el apóstol Pablo: “Yo no me dejaré dominar de ninguna [cosa] (1 Corintios 6:12).
Los creyentes, como mayordomos de sus cuerpos, también deberían controlar sus apetitos físicos normales. Si no los controlamos, aun estos podrían convertirse en hábitos dañinos y transformarse en nuestros amos. Los creyentes no deberían ser esclavos de la glotonería (Isaías 56:11) o de la incontinencia (1 Corintios 7:1-5).
Guárdese de sentimientos dañinos
Evidentemente hay algunas emociones que son dañinas a la salud de la persona. Por ejemplo, el enojo produce desorden nervioso; la ansiedad provoca úlceras estomacales; y el guardar rencor afectará el hígado. Deberíamos, entonces, evitar estas emociones y otras como la angustia y el miedo. Al contrario, permitamos que el Espíritu Santo produzca su “fruto” abundante y maduro en nuestras vidas, como estudiamos en la lección 4. El resultado será un cuerpo sano que dará gloria y honra a su dueño.
CUIDE SU APARIENCIA
¿Por qué debemos tener buena apariencia externa si, después de todo, Dios mira al corazón? (1 Samuel 16:7). Precisamente porque, a diferencia del Señor, la gente no mira el corazón sino las apariencias. Si el templo del Espíritu Santo, el cuerpo de una persona, aparece descuidado porque su mayordomo lo descuida, la gente pensará trivialmente del Espíritu Santo y Dios será deshonrado. Por lo tanto necesitamos considerar cómo honrar a Dios por medio de nuestra apariencia externa.
Conserve limpio su cuerpo
El creyente, como mayordomo, tiene la responsabilidad de conservar limpio el templo del Espíritu; lo cual significa que su cuerpo y ropa deberían estar limpios. Si es fácil ensuciarse en el trabajo que hace, usted debería bañarse y cambiar sus ropas cuando termina con sus labores. ¡No hay excusa para confundir humildad con suciedad! Desafortunadamente, esto ha ocurrido en algunas ocasiones y el resultado ha sido la deshonra a Dios.
Vístase de manera apropiada
¿Cómo deberían vestirse los mayordomos de Dios? Ciertas direcciones fueron dadas a la iglesia primitiva (1 Corintios 11: 2-15; 1 Timoteo 2:9; 1 Pedro 3:1-3). Pero si nos remontamos al comienzo de la raza humana, encontraremos lo que parecería ser un principio general. Por cierto en Génesis 3:7 vemos al hombre y la mujer tratando de vestirse como les pareció bien. Dios no se agradó de la vestimenta y, por lo tanto, los vistió como le pareció bien a El (Génesis 3:21). Nos deberíamos vestir, entonces, de manera que pudiéramos agradar a Dios, y no a nosotros mismos o al mundo. Después de todo, estamos hablando de cubrir el templo de Dios.
De acuerdo con el principio mencionado, consideremos otros cuatro que deberían influir la manera de vestir de los creyentes. Estos principios son distinción, modestia, sencillez y decoro. Ejemplos demostrando cómo estos cuatro principios fueron aplicados en la iglesia primitiva se encuentran en las enseñanzas de Pedro y de Pablo.
Distinción
En Deuteronomio 22:5 leemos: “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace.” En este versículo de la Biblia, Dios les indica a los israelitas que debía existir distinción en la manera de vestir del hombre y la mujer. Este principio de distinción, junto a otros, parece ser el que Pablo aplicó en el problema que surgió en la iglesia de Corinto (1 Corintios 11:2-15). Como creyentes, también deberíamos reconocer este principio y aplicarlo de manera consistente en nuestra cultura y según el Espíritu Santo nos dirige. Dado que somos mayordomos del templo de Dios, deberíamos tener cuidado de no tratarlo en una manera que El desapruebe.
Sencillez
Sencillez significa que el creyente debería vestirse de manera modesta sin demasiados ornamentos u ostentación. Note como Pablo y Pedro aplicaron este principio a los creyentes de la iglesia primitiva (1 Timoteo 2:9; 1 Pedro 3:3).
Jesús y Santiago se refirieron a hombres ricos que vestían ropas costosas (Lucas 16:19; Santiago 2:2). Aparentemente, ellos no vieron falta alguna en la forma en que vestían. Sin embargo, las ropas costosas de estos hombres ricos están en contraste con la miseria de los pobres. Sus adornos los muestra como personas que se complacían a sí mismas pero que eran desconsideradas con otras. Ciertamente ésta no es la manera en que un mayordomo de Dios debería vestir.
Modestia
Pablo indica claramente que la modestia es un principio importante que debe ser observado (1 Timoteo 2:9). Esto significa que los creyentes no deberían vestirse con el propósito de exhibir sus cuerpos en una manera sensual. Tampoco deberían imitar a quienes así hacen. Los creyentes deberían tener presente que sus cuerpos son para ser usados para el servicio del Señor (1 Corintios 6:13). ¡Que su cuerpo sea usado para la gloria de Dios y no para que otros tropiecen (1 Corintios 10:31-32)! Tan grande es la decadencia moral del mundo actual que la modestia no puede ser exagerada.
Decoro
En contraste con el principio ya mencionado, el de decoro se relaciona más a situaciones culturales, temporales y locales. Es decir, aquello que es propio en una cultura, tiempo o lugar puede ser impropio en otro. En 1 Corintios 11:13, el apóstol Pablo menciona el principio del decoro: Era impropio que las mujeres de Corinto adoraran al Señor con sus cabezas descubiertas.
Algunas veces, cierta clase de conducta puede ser impropia sin ser necesariamente un acto pecaminoso. Por ejemplo, no está mal calzar sandalias, pero fue impropio que Moisés las tuviera puestas delante de la presencia de Dios (Exodo 3:5). Aún hoy, en algunos lugares, los creyentes deben quitarse el calzado antes de entrar en una iglesia. También es considerado impropio que un hombre lleve su sombrero puesto dentro de una iglesia. Pero, por el contrarío, los judíos siempre llevan un gorro durante sus reuniones. De la misma manera es propio usar un traje de baño en la playa, pero es impropio de vestirlo en una iglesia. El Espíritu Santo sin duda puede ayudar al creyente a actuar en la manera más apropiada, según sea la situación. Al vestir la ropa apropiada, usted agradará al Señor y será de bendición a otros.