Nuestra Comunidad

Hasta aquí hemos estudiado los fundamentos bíblicos de la mayordomía cristiana y su aplicación a lo que somos y tenemos. ¡Espero que ya haya comenzado a hacer de estas verdades parte de su vida! Hemos llegado ahora a la última lección donde estudiaremos nuestras relaciones con la comunidad de la cual somos una parte.

Tenemos, como mayordomos de Dios, ciertas obligaciones con nuestra comunidad. Necesitamos conocerlas a fin de poder cumplir con ellas. Es de esta manera que esta lección le será de gran ayuda. Al estudiarla bien, usted descubrirá diferentes maneras de ejercer su mayordomía en la comunidad como testigo, ciudadano o vecino.

EL TESTIMONIO CRISTIANO

Viviendo piadosamente

En el mundo actual existe un tremendo deseo de que haya justicia. La gente desea una sociedad justa, pero lo que no quiere es vivir justamente. No comprende que una sociedad es justa únicamente cuando los individuos que la componen son justos. Es imposible hacer una sociedad de oro con hombres de barro.

Jesucristo dijo: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia” (Mateo 5:6). Se refería a los que tienen un intenso deseo de hacer lo correcto. Como creyentes, somos una gran influencia beneficiosa en la comunidad. Somos como sal para la humanidad (Mateo 5:13). Por cierto, si la sociedad en que vivimos no es más mala es debido a nosotros, los creyentes. Al vivir piadosamente podemos hacer que nuestra luz alumbre ante los hombres, de manera que ellos verán las cosas que hacemos y alabarán al Señor (Mateo 5:16). ¡Cuánto mejor sería la sociedad si cada creyente viviera piadosamente!

Promoviendo la iglesia

Es posible que haya muchísimas personas en su sociedad que no saben que su iglesia existe. Probablemente usted, el creyente, ha puesto su lámpara debajo del almud (Mateo 5:15). Es necesario que utilice los diferentes métodos de comunicación para promover su iglesia. Puede ser muy costoso promoverla a través de los periódicos y la radio; pero hay cierta clase de noticias que son apreciadas por los directores de estos medios de comunicación. Estas son, por ejemplo, campañas de evangelismo y escuela dominical, convenciones, la apertura de una filial de la iglesia, un casamiento, la visita de un distinguido predicador o algún evento importante en la vida de la iglesia.

LA RESPONSABILIDAD CIVICA

Obedeciendo a las autoridades

En Romanos 13:1-6 el apóstol Pablo nos enseña que las autoridades gubernamentales han sido puestas por Dios. El creyente, por lo tanto, es una persona que obedece a las autoridades, respeta las leyes y no se opone a las autoridades. Tampoco es un revolucionario, no importa cuán justa parezca ser la causa. El creyente no se une a quienes tratan de derrocar las autoridades. Note, por ejemplo, el gran respeto que tuvo David por Saúl debido a que este último era el ungido de Dios. Aunque Dios había rechazado a Saúl, David no trató de destronarlo. En dos ocasiones David pudo haberle matado, pero en ambas ocasiones le perdonó la vida (1 Samuel 24:6; 26:9-11). Dios había puesto a Saúl en posición de autoridad; por lo tanto, mientras Dios no lo quitara del trono, David no derribaría lo que Dios había levantado.

Pagando los impuestos

Muchos de los beneficios públicos que disfrutamos, como escuelas públicas, alumbrado público, protección policial y las carreteras, son financiados con los impuestos que pagamos. Por lo tanto, quien evade el pago de impuestos daña a su comunidad; y uno supone que el creyente ayudará a su comunidad en lugar de dañarla.

Jesús enseño que los impuestos debían ser pagados, cuando dijo: “Dad, pues, a César lo que es de César” (Mateo 22:21). Y no sólo eso, sino que dio el ejemplo cuando pagó sus impuestos (Mateo 17:24-27). El apóstol Pablo también enseñó claramente que los creyentes debían pagar sus impuestos (Romanos 13:6-7).

Ejerciendo el derecho de votar

Un gobierno es responsable porque Dios lo levanta, pero también es responsable ante el pueblo que lo eligió. De la misma manera, las personas son responsables ante Dios por la elección de sus autoridades. Si un gobierno es malo, esta actitud defrauda a la gente que lo eligió. Dios puede quitarlo, pero la gente es culpable de haber elegido un mal gobierno. Debemos examinar, por lo tanto, nuestros motivos cuando votamos. ¿Votamos por el candidato que paga más? ¿Por aquél que nos ha prometido un favor personal? ¿O por aquél que aparentemente es más capaz de cumplir con su función? Si pensamos seriamente en estas preguntas, no tendremos mucho por qué lamentarnos después de haber votado.

Como creyentes, deberíamos orar para que Dios nos dirija y podamos votar sabiamente. Es posible que un votante sea desviado con las falsas promesas de aquellos que sólo buscan el poder. Aún ha ocurrido que algunos han usado a los pobres para entrar al gobierno. Una vez que fueron elegidos, se olvidaron de los pobres que anteriormente habían persuadido y lisonjeado. Que ningún creyente sea engañado por quienes esconden intereses miserables detrás de un falso frente de buena voluntad hacia quienes están en desventaja. No deberíamos olvidar que Judas, el traidor y ladrón hizo grandes demostraciones de interés por los pobres (Juan 12:4-6).

Participando en el gobierno

Son pocos los buenos gobiernos. Esto se debe a que, en general, quienes están en autoridad no son creyentes. Pero los creyentes pueden mejorar los gobiernos si trabajan en posiciones de autoridad. Es verdad, sin embargo, que las tentaciones que existen son muy grandes. Pero el profeta Daniel es un excelente ejemplo para nosotros. De hecho, Daniel fue un hombre muy piadoso y un gran estadista (Daniel 1:1-6). En medio de una corte corrupta, él se mantuvo fiel a Dios; y Dios lo honró.

En Romanos 16:23 el apóstol Pablo menciona a Erasto, un creyente que era el “tesorero de la ciudad”. Si Erasto podía servir a Dios en esa posición, también usted puede hacerlo. Por lo tanto, si Dios le llama a ocupar una posición de responsabilidad en el gobierno de su país, acéptela. De esta manera usted podrá usar su influencia cristiana para hacer cosas que resultarán en el beneficio de su comunidad.

Orando por las autoridades

Trabajar juntos con un gobierno para mejorarlo no es la única cosa que podemos hacer. La Biblia también nos enseña que debemos orar por quienes están en autoridad (1 Timoteo 2:1-2). Y necesitamos hacerlo no sólo porque Dios lo ordena; sino, también, para nuestro propio bienestar, “para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (1 Timoteo 2:2). ¡Los tiempos difíciles, como en los que vivimos, ciertamente nos hacen comprender cuán necesario es para nosotros que así hagamos!

LA PARTICIPACION SOCIAL

Influyendo en nuestra sociedad

Los primeros discípulos fueron considerados personas peligrosas al orden social establecido. Ellos aun fueron acusados de trastornar el mundo entero (Hechos 17:6). Las condiciones sociales de entonces eran muy injustas; pero las enseñanzas de Jesús dadas por el apóstol trastornó la injusticia de aquel entonces.

Hoy disfrutamos de tantos beneficios sociales que nos parecen ser la cosa más natural del mundo. Algunos de éstos, inclusive, son parte del programa de acción social de ciertos gobiernos. ¿Pero quién tomó la iniciativa para promover los cambios que produjo estos beneficios? ¡Por supuesto, hombres y mujeres que eran creyentes! Pensemos, por ejemplo, en aquellos que abolieron la esclavitud, hicieron leyes para la protección de los niños, le dieron a la mujer la libertad de votar y establecieron hospitales y la Cruz Roja.

Sin embargo, necesitamos reconocer que el orden social en el cual vivimos hoy no es el mejor. Aún queda mucho por hacer. Los creyentes de la iglesia primitiva hicieron un impacto sobre la sociedad; podemos hacer lo mismo sobre la nuestra. Podemos elevar nuestras voces para trabajar de parte de la justicia contra los males sociales de nuestros tiempos. “La justicia engrandece a la nación; mas el pecado es afrenta de las naciones” (Proverbios 14:34).

Amando a nuestro prójimo

Jesús enseñó que amar al prójimo es tan importante como amar a Dios (Mateo 22:37-39; Marcos 12:30-31). Más aún, ambos mandamientos están tan relacionados entre sí que nadie puede decir que ama a Dios si no ama también a su prójimo. La parábola del buen samaritano ilustra bellamente esta verdad (Lucas 10:30-37). Tengamos cuidado, como creyentes, de no cometer el mismo error que cometieron el sacerdote y el levita. Parece que estaban tan ocupados con sus religiones que, como resultado, no tuvieron tiempo para preocuparse con las necesidades de su prójimo.

Tenemos, como creyentes, la responsabilidad de hacer el bien a todos; especialmente a quienes pertenecen a la familia de la fe (Gálatas 6:10). Esto significa que deberíamos ayudar a aquellos hermanos que tienen necesidad (Hechos 4:34; Santiago 2:15-16; 1 Juan 3:17). Deberíamos también ayudar a los forasteros de la misma manera (Mateo 25:34-40; Santiago 1:27). Hay una gran oportunidad para el cristiano que está listo para ayudar a su prójimo. El creyente podría enseñar a leer a los analfabetos, a reformar a los delincuentes, a quienes quebrantan las leyes, a los borrachos y drogadictos y a establecer hogares para los necesitados.

Usted ha llegado al final de su estudio de este curso sobre El creyente responsable: Un estudio sobre la mayordomía cristiana. Pero en cierto sentido usted llega al principio de éste, porque ahora espero que en realidad aplicará a su vida las cosas que ha aprendido. Es verdad que las responsabilidades de un mayordomo son grandes. ¡Pero también lo son las recompensas! Usted experimentará, al tratar de honrar y servir a Dios como su mayordomo, el gozo especial que pertenece a quienes fielmente invierten y administran todo lo que El les ha confiado. ¡Que Dios le bendiga y le inspire mientras vive para El!