La Administración de Nuestras Vidas

Durante las primeras dos lecciones usted aprendió cuáles son las funciones de Dios y la nuestra en relación con la mayordomía cristiana. También, que somos tanto propiedad de Dios como sus mayordomos. En esta lección estudiaremos cómo administrar nuestras vidas de acuerdo a los deseos de nuestro dueño celestial.

Esta lección ha sido escrita para ayudarle a administrar su vida como Dios desea que lo haga. La primera parte trata con el plan de Dios para su vida; la segunda, con su parte dentro de este plan.

Sin duda usted no podría cortar un pedazo de madera con el lado liso de un serrucho. El serrucho es una herramienta diseñada para cortar con sus dientes. Si se desea usar el serrucho eficientemente, deberá usarse de acuerdo con el propósito que le dio el diseñador. De la misma manera, su vida será eficiente únicamente si la administra de acuerdo con el plan de Dios.

EL PLAN DE DIOS

Hay muchas cosas que no pueden ser hechas si no se dispone de un plan. Por ejemplo, usted no podría armar un reloj porque pudiera ocurrir que dejara de usar algunas piezas. Por esta misma razón Dios siguió un plan cuando creó el mundo (Génesis 1:331). Este hecho lo atestigua el maravilloso orden del universo. Pero, por sobre todo, Dios tiene un maravilloso plan para cada persona. Estudiaremos este plan, y lo haremos siguiendo cada uno de sus pasos.

God’s Plan Viewed From Eternity

La Biblia dice que Dios hizo al hombre a su imagen y le dio dominio sobre todo el mundo (Génesis 1:26, 28; 8:6-8). Dios era el dueño del mundo y el hombre era su administrador. Usted recuerda que en la primera lección estudió que el hombre, al obedecer la propuesta de Satanás, se rebeló contra Dios. Desde entonces, el ser humano se volvió pecador.

Satanás creyó que había arruinado totalmente la obra de Dios. Pero no sucedió así porque Dios estaba preparado. El sabe todas las cosas, aun lo que ocurrirá en el futuro. Así es que Dios supo antes de la creación del mundo que el ser humano fracasaría. Por esta razón, Dios trazó un plan de antemano para restaurarlo. Note en Romanos 8:29-30 un bosquejo sencillo de lo que incluye este maravilloso plan:

  1. Ser predestinados
  2. Ser hechos conformes a la imagen de su Hijo
  3. Ser llamados
  4. Ser justificados
  5. Ser glorificados

Usted y yo, como creyentes, somos parte de este plan. El apóstol Pedro nos dice que fuimos elegidos de antemano según la presciencia de Dios (1 Pedro 1:2). Y el apóstol Pablo hace hincapié en la misma verdad, al decir que Dios nos escogió antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4). ¡Dios nos escogió porque sabía de antemano que le serviríamos!

Pero, ¿qué es lo que Dios procura lograr por medio de este plan? se preguntará usted. Por supuesto, lo mejor para el ser humano. En primer lugar, Dios desea restaurar su propia imagen en el ser humano, que quedó deformada al pecar éste último. Jesús es la imagen de Dios (Colosenses 1:15; Hebreos 1:3). Por esto, Dios desea que lleguemos a ser como su Hijo (Romanos 8:29; Efesios 4:13; 1 Juan 3:2). En segundo lugar, Dios desea formar con sus hijos una gran familia entre quienes Jesús será el primogénito (Romanos 8:29). Finalmente, Dios desea que todos sus hijos reinen para siempre con El (Apocalipsis 22:5). ¿Verdad que estos propósitos son maravillosos?

Pero en este plan Dios tiene también un propósito para sí mismo. El hizo el universo, y también al ser humano, para su gloria (Apocalipsis 4:11; Isaías 43:7). Del mismo modo El planeó restaurarnos para que fuésemos alabanza de su gloria (Efesios 1:6, 12-14; Apocalipsis 5:11-13).

El plan de Dios observado desde nuestro nacimiento

¿Le ha parecido alguna vez que su vida no tenía significado? ¿Que usted era una persona innecesaria en este mundo? ¿Que hubiera sido mejor si no hubiera nacido? Usted pudo haberse sentido así antes de conocer a Jesús como su Salvador. En aquel entonces usted desconocía que había nacido porque así Dios lo quería, porque El tenía un plan para su vida.

La Biblia nos proporciona muchos ejemplos de personas para quienes Dios tenía un plan antes de que hubieran nacido. Así, El tuvo un plan para Moisés. Su madre descubrió por fe cuál era este plan y evitó la muerte del niño a manos de los soldados egipcios (Hebreos 11:23).

Dios tuvo también un plan para la vida de Sansón (Jueces 13:1-5), para la de Jeremías (Jeremías 1:4-5), para la de Juan el Bautista (Lucas 1:5-17) y para las vidas de otros.

Dios le dijo a Abraham: “Serás bendición” (Génesis 12:2); eso significaba que él sería una bendición al mundo. La historia, sin embargo, contiene relatos de personas cuyas vidas fueron una maldición y no una bendición para la humanidad. Una de éstas personas fue Atila, el rey de los Hunos. Aunque algunos historiadores lo llamaron el “Azote de Dios”, su vida de guerra y muerte no es un ejemplo de lo que Dios pudo haber planeado siquiera para algunos hombres. Dios desea, más bien, que cada persona sea una bendición durante su vida terrenal. Este mundo es muchas veces un lugar desagradable y cada uno podríamos ayudar a hacerlo más llevadero.

Quizá haya escuchado en alguna ocasión lo siguiente: “¡Pobre tipo!, ¡debe haber sido su destino!” Esta frase es dicha algunas veces para expresar simpatía por un delincuente o una persona viciosa, víctima de una muerte trágica. ¡Pero Dios no planeó semejante destino para esa persona! Dios no desea que nadie se pierda; quiere que todos sean salvos (Ezequiel 18:23; 1 Timoteo 2:4; 2 Pedro 3:9). Lo que ocurre es que algunas personas confunden el plan de Dios con lo que los hombres escogen hacer con sus vidas.

El plan de Dios observado desde nuestro llamamiento

El plan que Dios tiene para nuestras vidas entra en una etapa decisiva cuando respondemos a su llamamiento y aceptamos a Jesucristo como nuestro Salvador. Es entonces cuando Dios comienza a restaurar su imagen en nosotros (2 Corintios 3:18; Colosenses 3:10). Y es también cuando Dios comienza a mostrarnos el propósito específico por el cual El nos trajo a este mundo.

Dios llamó a Abraham para que fuera el fundador del pueblo escogido (Génesis 12:1-2); a Moisés para que fuera el libertador de su pueblo (Exodo 3:1-10); a Isaías para que fuera un profeta (Isaías 6:8-10); y a Saulo para que fuera un apóstol (Hechos 26: 15-18). Dios me llamó para un propósito específico. ¡Y sin duda Dios también le ha llamado a usted!

El sufrimiento es una parte importante del plan de Dios para nuestra vida terrenal. Como el escultor golpea la piedra con el martillo y el cincel hasta que logra la forma deseada, así Dios usa el sufrimiento para que nuestras vidas conformen a su plan. Piense en José (Génesis 37:1-36; 39:1-23) y en Pablo (2 Corintios 11:23-28). Ambos fueron grandes hombres de Dios, pero sus vidas estuvieron marcadas por el sufrimiento. El mismo Jesús fue “varón de dolores, experimentado en quebranto” (Isaías 53:3). El aprendió la obediencia por medio del sufrimiento (Hebreos 5:8). No se sorprenda entonces si su vida hasta ahora ha sido como las experiencias que Jesús sufrió hasta llegar al Calvario. Sin duda Dios le está preparando para usarle de la manera que El lo desea. Sin embargo, el sufrimiento que soporta como parte de su preparación, no se puede comparar con la alegría que experimentará más adelante (Romanos 8:18).

NUESTRA PARTE

Buscar el plan de Dios 

Usted ya sabe que Dios es el dueño de su vida y que su única responsabilidad es administrarla. También sabe que es el dueño quien hace los planes para determinar cómo sus bienes serán usados y que el administrador es quien los lleva a cabo. Dado que Dios tiene un plan para su vida, es muy importante que usted lo descubra. De esta manera, usted podrá administrar su vida en la forma que El desee. Para esto, es necesario que haga lo siguiente.

1. Examine su situación. Es posible que hasta ahora haya pensado que Dios le llamó sólo para ser un miembro pasivo de su iglesia. Usted comprende que otros pueden cumplir una variedad de funciones para Dios, pero piense que eso no se aplica a su propia persona. Usted piensa que concurrir a la iglesia es la actividad principal de su vida cristiana. De hecho, usted no es muy diferente de aquella persona que acude a la iglesia como visitante. Usted se ha adaptado a esta situación pero, a medida que ha pasado el tiempo, la rutina lo ha cansado, ¡tanto que algunas veces ha descubierto que se dormitaba durante las reuniones! ¡Eso no es lo que Dios desea para usted! ¡El tiene algo mejor!

Quizá piense que Dios no tiene algo importante para usted porque usted le ha fallado. Usted ha malgastado su vida y se siente como una vasija quebrada. Pero Dios es un experto en componer vasijas quebradas (Jeremías 18:1-8). El aun tiene un plan para quienes le han fallado. Piense en Jacob, quien engañó a su padre casi ciego (Génesis 27:1-35); en Moisés, quien mató al egipcio (Exodo 2:11-15); en David, quien cayó en adulterio (2 Samuel 11:1-27); y en Pedro, quien negó a su Señor (Mateo 26:69-75). Cada uno de ellos fracasó, pero Dios los perdonó; y, lo que es más, ¡El les usó nuevamente! A usted también Dios le puede usar de nuevo.

2. Renuncie a sus propios planes. Usted, antes de su conversión, se consideraba a sí mismo el dueño de su vida; hacia lo que le daba gana. Pero a partir de entonces usted comenzó a hacer lo que Dios quería, o por lo menos así pensaba. Sin embargo, es posible que una persona piense que sus propios planes son los planes de Dios. Moisés creyó que el plan de Dios era que él debía liberar a los israelitas por medio de violencia (Hechos 7:23-25); Saulo creyó que defendía la causa de Dios al perseguir a los creyentes (Hechos 8:3; 9:1-2; Filipenses 3:6). Ambos estaban equivocados. Por lo tanto usted no podrá conocer cuáles son los planes de Dios para su vida a menos que primero rinda sus propios planes.

3. Reconozca el señorío de Cristo. Mientras Saulo permanecía caído en tierra, él respondió “Señor” a la voz que le había hablado (Hechos 9:5-6). El comprendió que la voz y el poder que lo había arrojado en tierra pertenecían a la misma persona. El perseguidor había cedido. El había renunciado a sus planes de arrestar a los creyentes en Damasco y había decidido obedecer al Señor. Toda persona que desee conocer el plan de Dios para su vida deberá hacer lo mismo. Usted no podrá conocer el plan de Dios si no reconoce el señorío de Cristo y se entrega completamente a El.

4. Pregúntele al Señor qué debe hacer. Saulo preguntó: “¿Qué haré, Señor?” (Hechos 22:10). ¡Qué pregunta tan importante! Si usted ha dado los tres primeros pasos, también estará listo para hacerle a Dios la misma pregunta. Bien le puede pedir en oración que El le muestre el plan que tiene para su vida.

5. Esté preparado a aceptar el plan de Dios. Mientras ora, este preparado a aceptar lo que Dios desea para su vida. Dios no tiene un mismo plan para cada persona. De la misma manera en que nos hizo distintos al uno del otro, así El tiene también un plan diferente para cada persona. Quizá El quiere transformarle en un buen pastor o evangelista; pero El también podría desear hacerle un buen obrero, empleado de oficina o profesionista. Quizá usted puede llegar a ser famoso; pero también podría permanecer en el anonimato. Dios permitió que Saulo fuese un gran apóstol y escritor; pero Ananías no pasó de ser un discípulo desconocido en la iglesia de Damasco. Simón Pedro llegó a ser famoso; pero no ocurrió lo mismo con su hermano Andrés. Pero fue Andrés quien trajo a Simón a Jesús (Juan 1:40-42) y Ananías quien guió a Saulo en los primeros pasos de la vida cristiana (Hechos 9:10-17).

6. Escuche la voz de Dios. Una vez que le ha pedido al Señor que le revele el plan para su vida, usted necesitará recibir la respuesta. Dios puede proporcionársela de diversas maneras, como por ejemplo, por medio de:

  • La voz audible de Dios (Hechos 22:10)
  • Un ángel (Hechos 8:26)
  • Una visión o aparición (Exodo 3:1-10; Hechos 16:9-10)
  • Un sueño (Mateo 1:20-21)
  • Una profecía (Hechos 13:1-2; 22:15-16)
  • La voz del Espíritu Santo en su corazón (Hechos 8:29; 10:19)

 

El Señor usó las formas descritas para proporcionar direcciones específicas. Dios también usa otras maneras, pero únicamente para darnos algunas sugerencias en nuestra búsqueda de su plan para nuestras vidas. Estos medios pueden ser la Biblia, un sermón, algo que ha sido escrito por otro creyente, o el consejo de un creyente maduro en su andar con Dios. La Biblia, por ejemplo, proporciona direcciones generales aptas para todos los creyentes; pero no señala específicamente que usted deba ser un diácono o líder en su iglesia.

No se impaciente si usted no recibe una contestación inmediata, una vez que ha puesto la pregunta ante el Señor. Espere. Recuerde que Dios es su dueño y que usted es solamente su mayordomo. Cuando reciba una respuesta, asegúrese que no está en contraposición a la enseñanza de la Biblia o al sentido común (Gálatas 1:8-9). Si pareciera que el Señor sólo le ha proporcionado algunas indicaciones acerca de cuáles son sus planes, obedezca esas indicaciones que más tarde El le habrá de revelar otras (Hechos 9:6).

Es posible que haya escuchado una profecía que entrega direcciones para su vida. Espere hasta que el Espíritu Santo se la confirme personalmente. Si ha tenido un sueño que pareciera ser una revelación de Dios, no asuma para usted mismo el papel de intérprete. Pídale consejo a su pastor o a otros creyentes más maduros.

To Prepare to Follow God’s Plan

Objective 3.     Select statements that express the importance of preparation in following God’s plan.

Preparation Is Necessary

Once you are sure what it is that God wants to do with your life you need to prepare yourself. There are  many  kinds  of work which require a certain amount of previous preparation. The Lord’s work is one of these. Jesus took three years to prepare those who were going to be the first leaders of the church. And all of our life on earth is  a  preparation  for  eternity!

Sometimes God’s plan goes along with our own personal desires. This happened in Moses’ case. God had planned for him to be the liberator of his people. But Moses was in a hurry; he was an impulsive and violent man (Exodus 2:11-14). Forty years went by during which God prepared him until he became a humble man (Numbers 12:3). Are you eager to be a worker for the Lord? You desire an excellent work! (1 Timothy 3:1). Prepare yourself, then, so that you will have everything that the Bible requires for that work (1 Timothy 3:2-7). Don’t be discouraged if your time of preparation seems to be a long one.  It takes longer to make the hard wood of an oak tree than the  soft wood of a pine tree.

A Strategy for Life

Objective 4.     Identify the relationship between God’s plan and our plans.

Objective 5.     Select a plan that follows the strategy given in the lesson.

In Luke 14:28-32 Jesus teaches us, by way of passing, the importance of making plans so we can be sure that we will achieve our goals. But you might say, Haven’t I had to give up my plans so that I can know what God’s plan for my life is?

Shouldn’t I follow God’s plan instead of making my own? Well, that’s true; as owner of our lives God gives us general instructions as to what we are to do with them. But He leaves the details to us. Otherwise we would be like machines for God to run instead of managers that were responsible to Him. A casual reading of James 4:13-15 might seem to indicate that God is opposed to our making plans. But if we look at it more closely we see that what God actually wants is that our plans meet with His approval. Note that James 4:15 says: “If the Lord is willing, we will live and do this or that.” These are the kinds of plans  that God is inclined to bless (Proverbs 16:3).

At this point, the fact that we can and should make plans in our Christian life has been made clear. We can now consider a strategy for managing this life that God has given us. This strategy has three parts, which are: goals, priorities, and plans.  If you are going to run in a race, your greatest desire will be to reach the goal. The Christian life is like a race (Hebrews 12:1) in stages; we need to reach a number of intermediate goals in order to reach the final one, which is heaven. The apostle Paul hoped to reach that goal (Philippians 3:14). At the end of his life he could say with satisfaction: “I have done my best in the race, I have run the full distance” (2 Timothy 4:7). We may say, then, that a goal is a statement of what you propose to achieve in your life.

Whether they realize it or not, everyone makes goals for his or her life. The popular saying, “Man proposes, but God disposes” bears this out. Of course now that you want to prepare yourself to serve the Lord your goals will be subject  to God’s plan for your life. For example, if God wants you to be a preacher, one of your goals might be to read the entire Bible through. Another one might be to study in a Bible school.

Goals must be specific if they are to be useful. That is to say, they cannot be as general as, for example, to be a good Christian or a faithful steward. Goals like these involve many different aspects of your life. Furthermore, goals must also be reachable. To take 50 visitors to Sunday school next Sunday would be an unreachable goal if you haven’t yet been able to take 5. But to spend an hour in prayer each day during one week would be a reachable goal.

Now you may sit down and write a list of all the goals that you want to achieve. Are there a lot of them? If there are, you  are an ambitious person! I congratulate you. But there is a  saying in my country that goes “Grasp all; lose most.” Perhaps you won’t have time enough to reach all your goals and later  you will discover that you have only reached the ones that are the least important. In such a situation you would feel frustrated or defeated. If you have several goals you need to establish priorities. Or, in other words, you need to determine which goals you want to achieve first. To do this you could classify your goals or aims according to an order of priorities like this: a)  most important, b) important, and c) least important.

In Lesson 2 you had an example of how to make investments according to a set of priorities, which actually was the biblical system of priorities. You can apply it to the rest of the goals of your life as well.

Once you have established which are your most important goals, you need to make the plans that are necessary to achieve them. There may be many ways to reach a goal, but a plan helps us to find the best one. Without a plan you may never reach the goal you have decided on. Or if you reach  it, you may have taken longer than necessary because you have chosen the most difficult way. You are aware that there are people who intend to go to heaven but who are following the wrong road.

To continue, I suggest a strategy you may follow in making your plan. In the following lessons you will find some practical ways to apply this strategy to the different situations in your life.

  1. Describe your actual
  2. Describe your goal.
  3. Describe and take advantage of factors that will help you to reach your goal.
  4. Describe and remove the obstacles that keep you from reaching your goal.
  5. Make note of the steps you need to take in order to reach your goal.

Of course you need to be in prayer as you are making your plan. Your prayer should be like the talk a manager would have with the owner. In this way God’s timely advice will be yours (Proverbs 16:9).

To Live According to God’s Plan

Objective 6.     Choose descriptions of the Christian’s attitude towards living out God’s plan.

You don’t need to finish your preparation before you begin  to live according to God’s plan. We must live for the Lord, not for ourselves, because we belong to Him (Romans 14:7-8). This is what stewardship of one’s life consists of. Living for the Lord produces good returns. When we live for Him, we honor Him as the owner of our lives. As a result, He will also honor us, His faithful stewards (1 Samuel 2:30).

Work is an important part of the Christian life. When God made man, He put him in the Garden of Eden to cultivate it (Genesis 2:15). The garden would produce the food he needed if he would cultivate it and care for it (Genesis 2:16). Paul the apostle repeated this principle thousands of years later when he said: “Whoever refuses to work is not allowed to eat” (2 Thessalonians 3:10). But God also wants us to work so that we can help those who have needs (Ephesians 4:28).

If you are involved in secular activities, don’t forget that you are working for the Lord. He is the one who is actually your employer. So you should do your work honestly, with all your heart (Ephesians 6:5-7; Colossians 3:23), as for the Lord. But neither should you forget that you are God’s worker if you are involved in the Christian ministry. Bring honor to the ministry in such a way that everyone knows that you too are a worker. Some believers still think that pastors don’t work. When their pastor visits them they innocently ask him: “What are you doing  around here, pastor? Just taking a little walk?” Other times it happens that the minister’s children themselves don’t know that the Christian ministry is work. A pastor’s son was asked by his teacher: “What kind of work does your father do?” He replied, “My father doesn’t work.”

Some people feel frustrated if they are involved in work they don’t like and have no chance to find something else. If this is your situation, it would help if you would take on the same attitude Jesus had. He told His disciples that His food was to obey the will of the One who sent Him and to finish the work He was given to do (John 4:34). Jesus didn’t find it easy to be in  this wicked world, but He did love to do the will of His Father (Psalm 40:8). We are also in this world to do the work that God has given to us. But if your work does not fit with your role as God’s steward, don’t hesitate. You may leave it and God will certainly give you another that will bring you satisfaction and peace of heart.

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