Nuestro Dinero y Bienes

Lo que ha estudiado hasta ahora le ha proporcionado la preparación necesaria para administrar todas sus capacidades, y recursos; es decir, su intelecto, voluntad, emociones, cuerpo, tiempo y habilidades. Pero, como sabe, nuestro ser no es el único bien que Dios nos ha confiado. Hay otra clase de bienes, entre los cuales están el dinero y las posesiones. Esta lección trata con estos bienes.

Es muy importante que usted sepa como administrar el dinero y las posesiones que Dios ha puesto a su cuidado. Con este objeto en mente, la lección le mostrará los principios que deberían guiarle, la actitud que usted debería tener y las técnicas que le ayudarán a cumplir su responsabilidad.

ESTABLECIENDO LOS PRINCIPIOS

En las lecciones 1 y 2, consideramos las ideas de Dios como el dueño, y del ser humano como un administrador. Estas ideas son más relevantes en relación con el dinero y los bienes porque, después de todo, estamos más acostumbrados a pensar del mayordomo como una persona que administra dinero y bienes.

Las demandas de Dios

El dinero y los bienes son los que hacen la riqueza de este mundo. Pero acerca del dinero, representado desde la antigüedad por el oro y la plata, Dios dice: “Mía es la plata, y mío es el oro” (Hageo 2:8). Y acerca de los bienes, cuyo mayor exponente es la tierra, Dios declara: “De Jehová es la tierra” (Exodo 9:29). Es importante notar que Dios, en Levítico 25:23, les dio a los israelitas el derecho de usar la tierra, pero guardó su título de propiedad para sí mismo. ¡Dios es el dueño de la tierra!

Las enseñanzas de Jesús

Muchas son las enseñanzas de Jesús que se relacionan con el hombre y las riquezas. De éstas, las principales son las siguientes:

  1. No debemos atesorar riquezas para nosotros mismos aquí en la tierra (Mateo 6:19-21). Obramos como necios al actuar de esta manera (Lucas 12:16-21; Marcos 8:36).
  2. No podemos servir a Dios y al dinero (Mateo 6:24).
  3. Deberíamos invertir las riquezas ayudando a los pobres. Si obramos de esta manera, atesoramos riquezas en el cielo (Mateo 6:20; 19:21; Lucas 12:33; 16.9).
  4. Es muy difícil para los ricos entrar en el reino de Dios (Lucas 18:18-25).

Todas estas enseñanzas revelan la siguiente verdad: el ser humano no debería usar sus riquezas en la manera que le parece correcta, sino como Dios desea que lo haga. Esto es muy lógico si tenemos en cuenta que Dios, y no el hombre, es el verdadero dueño de las riquezas. Además, Jesús ilustró claramente la verdad de que el ser humano es sólo un mayordomo de sus riquezas en la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30), en la del mayordomo infiel (Lucas 16: 1-8), y en la de las diez minas (Lucas 19:11-26). En los tres casos, los siervos administraron las riquezas del dueño.

Las declaraciones de los siervos de Dios

En la antigüedad, el rey David fue uno de los hombres que comprendió mejor lo que significaba mayordomía de las riquezas (1 Crónicas 29:12, 16). Cuando usó las riquezas que él e Israel habían acumulado para la construcción del templo, dijo que le estaba devolviendo a Dios aquello que le pertenecía a El (1 Crónicas 29: 14, 16-17).

Los primeros discípulos tampoco se consideraron dueños de sus bienes (Hechos 4:32). Al contrario, siguiendo el ejemplo de Jesús, usaron sus riquezas para hacer el bien a los pobres (Hechos 2:45; 4:34).

De la misma manera, el apóstol Pablo declaró que no somos los dueños de las cosas que poseemos en este mundo; únicamente somos usuarios, “porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar” (1 Timoteo 6:7).

MANTENIENDO LA ACTITUD CORRECTA

Dos males que deben ser evitados

Avaricia

El pecado de la avaricia consiste en el deseo insaciable de tener más cosas. Cierto multimillonario fue entrevistado por un grupo de periodistas. Uno de ellos dijo: “Nos imaginamos que usted ha alcanzado todas sus ambiciones. Pero, ¿hay algo más que desearía de la vida?” El multimillonario respondió: “Joven, lo que desearía es tener un poco más de lo que ya tengo.” ¡Qué amo tan tirano llega a ser la riqueza! Jesús no estaba hablando palabras huecas cuando dijo: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lucas 12:15).

El apóstol Pablo, hablando de la avaricia, dijo que ésta era idolatría (Colosenses 3:5) y la incluyó en la misma lista de los pecados más graves (Efesios 5:3-5). En otro lugar dijo que “los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición” (1 Timoteo 6:9). Esto significa que la avaricia no es únicamente pecado del rico. De hecho, alguien dijo que este es el pecado que nadie quiere confesar. Además, Pablo declaró que el amor al dinero es la raíz de todos los males (1 Timoteo 6:10). ¡Asegurémonos que amamos al dueño que nos ha confiado sus bienes, y no los bienes que El nos ha dado!

Preocupación

La emoción dañina de la preocupación tiene mucho en común con la avaricia. Pareciera, algunas veces, que una ayudara a la otra. Pero Jesús tiene mucho que decir acerca de la preocupación excesiva por las necesidades materiales. De hecho, en Mateo 6: 25-34 Jesús proporciona tres razones para que no vivamos preocupados:

  1. Dios nos ha dado nuestra vida y nuestro cuerpo. Estos son bienes más valiosos que la comida que sustenta la primera y la ropa que cubre el segundo. Y si Dios nos ha dado estas dádivas, El también nos dará todo lo necesario para cuidar de éstos. ¡El no nos dejará morir de hambre ni permitirá que andemos desnudos! El no permite que esto ocurra con los pájaros ni las flores; ¡cuánto más cuidará de nosotros que somos sus mayordomos!
  2. Dios sabe que necesitamos la comida y la ropa, y está presto a dárnosla.
  3. Basta a cada día su propio mal. Por tanto, no vale la pena agregarle al día de hoy preocupaciones del mañana.

El apóstol Pablo dice, también, que por nada estemos afanosos, sino que llevemos nuestras necesidades delante del Señor en oración (Filipenses 4:6). El estaba seguro que Dios supliría todas nuestras necesidades (Filipenses 4:19).

El apóstol Pedro nos da un consejo similar: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7). Preocupémonos, mejor, de agradar a aquél que nos da todo lo que necesitamos en lugar de preocuparnos por esas cosas.

Hace ya muchos años, pensé que mi familia y yo no tendríamos comida al mediodía por primera vez en nuestras vidas. No teníamos nada qué comer en la casa. Mi esposa y yo nos habíamos resignado a pasar hambre si el Señor así lo quería (Filipenses 4:12), pero no podíamos comprender por qué nuestra pequeña hija de un año de edad debía pasar por la misma experiencia. ¡Sin embargo, no sucedió de esa manera! Dios había preparado las cosas diez días antes de manera que ese día recibiéramos suficiente ¡como para mantenernos por un mes! Es verdad que Dios provee para las necesidades de sus hijos y los cuida. Dios puede hacer por usted lo mismo que hizo por mí si está pasando por un período financiero muy difícil.

Dos virtudes que deben ser cultivadas

Contentamiento

En contraste con la avaricia, el contentamiento es sentir satisfacción con lo que usted tiene, ya sea poquito o mucho (Hebreos 13:5). Contentamiento no significa el deseo de tener riquezas, pero tampoco significa resignación a la pobreza (Proverbios 30:8-9).

De acuerdo con Mateo 25:15, Dios reparte sus bienes de acuerdo con la capacidad que cada mayordomo tenga de administrarlos. El les da más a algunos, y menos a otros. Pero si un mayordomo es fiel administrando lo poco que tiene, el Señor le dará más (Mateo 25:21). Por lo tanto deberíamos contentarnos con lo que Dios nos ha dado (1 Timoteo 6:6, 8) y confiar que llegado el momento, El nos dará más.

Un mayordomo cristiano debería hacer una distinción entre sus necesidades y sus deseos. Dios ha prometido darnos todas las cosas que necesitemos (Filipenses 4:19); pero El no está dispuesto a darnos todas las cosas que deseemos (Santiago 4:3). Debido a que El cuida de nosotros, El sabe también qué nos conviene. Si un creyente tiene todo lo que necesita, esa es suficiente razón como para sentirse contento.

Generosidad

La virtud de la generosidad consiste en dar liberalmente. Este es uno de los atributos de Dios (1 Timoteo 6:17), quien aun dio a su Hijo por nosotros (Juan 3:16). La generosidad, al igual que el contentamiento, es lo opuesto a la avaricia. La persona avara ahorra posesiones para sí misma, mientras que la persona generosa da sus bienes para el bien de otros (Hechos 2:45; 4:34-37).

En la lección 2 estudiamos que dar era invertir los bienes que pertenecen a Dios; es decir, que dar es una parte importante de la mayordomía cristiana. En este sentido podemos decir que la persona avara toma los bienes que pertenecen a Dios, usándolos de la manera que quiere, mientras que la persona generosa los administra, usándolos de la manera que Dios quiere que lo haga. Dios, por supuesto, desea que cada uno de sus mayordomos sea generoso; y su generosidad quedará primeramente demostrada en su relación con Dios (Exodo 35:5). Nadie debería acercarse a Dios con las manos vacías (Deuteronomio 16:16-17).

María es un ejemplo sobresaliente de generosidad (Juan 12:3). Ella le trajo una ofrenda costosa a Jesús. Pero lo importante no fue el valor de la ofrenda en sí misma, sino en el amor que María expresó hacia su Señor. Jesús dijo que dondequiera que fuera predicado el evangelio, la obra de María sería recordada.

Una pregunta importante que debemos considerar es: ¿Puede una persona pobre ser generosa? De acuerdo con lo que la Biblia nos enseña; sí, puede. En el Antiguo Testamento Dios dio una ley que decía que si una persona no podía ofrecer un becerro, o un cordero, o un carnero, ella debía traer dos tórtolas o dos palominos (Levítico 1:14; 5:7; 12:8). Aun José y María, quienes eran pobres, tuvieron que cumplir con su obligación (Lucas 2:24).

El ejemplo de la viuda que ofreció dos pequeñas monedas de cobre (Lucas 21:2-4) confirma el hecho que las personas pobres pueden ser muy generosas. Ella era muy pobre, pero dio todo lo que tenía para vivir. De la misma manera, los creyentes de Macedonia, aunque eran muy pobres, fueron extremadamente generosos, dieron más de lo que podían (2 Corintios 8:1-3).

ADMINISTRANDO LO QUE DIOS NOS DA

Gane dinero

El título Gane dinero parece extraño, ¿verdad? Pero ganar dinero no significa necesariamente acumular riquezas. En la parábola de los talentos, leemos que el dueño premió a quienes obtuvieron ganancias y castigó al que no lo hizo. Esto nos demuestra que Dios desea que ganemos dinero; porque ganar dinero es parte de nuestra mayordomía.

Pero usted puede decir: ¿Acaso el dinero no es malo? Por supuesto que no. Hay algunos que hablan “del lucro sucio” y del “vil metal”; pero lo que es malo es el amor al dinero, y lo sucio o vil es hacer mal uso de éste. El dinero en sí mismo puede ser una bendición. Puede servir para promover la obra de Dios en el mundo, para ayudar a los pobres y para suplir las necesidades personales. Si un mayordomo obtiene ganancias manteniendo en mente estas metas, Dios le prosperará. Abraham, Isaac y Job fueron hombres santos y Dios los prosperó (Génesis 12:5; 26:12-13; Job 1: 1-3; 42:12). Sin embargo, el mayordomo necesita someterse a ciertos principios cuando gana dinero.

  1. El mayordomo cristiano debería ganar dinero por medio del trabajo. Esta es la manera honesta de ganarlo (Efesios 4:28). El apóstol Pablo también enseñó que los creyentes debían trabajar para comer “su propio pan” (2 Tesalonicenses 3:12). Y también: “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3:10). La relación entre el trabajo y la ganancia fue establecida por el Señor. Por cierto, El dijo que el obrero debía recibir su paga (Lucas 10:7). Empero, ¡cuánta pobreza podría sufrir el creyente y cuánta deshonra recibiría Dios, si aquél en lugar de trabajar se entrega a la pereza! (Proverbios 13:4; 20:4; 24:30-34).

Sin embargo, el mayordomo cristiano debería considerar seriamente si la ganancia es honesta al estar trabajando para la prosperidad de a) alguien que le hace proceder mal contra su prójimo por medio de la mentira, el engaño o el fraude, o para la prosperidad de b) un negocio que vende productos que intentan dañar o destruir la vida de su prójimo como, por ejemplo, las bebidas alcohólicas, cigarrillos y armas.

  1. El mayordomo cristiano no debería ganar dinero haciendo cosas deshonestas. El apóstol Pablo enseña que el obrero cristiano, como mayordomo de Dios que es, no debería ser codicioso por el dinero (1 Timoteo 3:3; Tito 1:7). Por lo tanto, un creyente no debería obtener dinero de las siguientes maneras:
  • Robo. En algunos lugares es popular la idea de que robarle al rico es un acto de justicia; pero la Biblia no menciona robos justos, sino solamente injustos (Exodo 20:15; Efesios 4:28)
  • Negocios dudosos. “Negocios son negocios” es el lema de quienes creen que todo es lícito en los negocios. Ellos no creen que exista relación entre los negocios y la moralidad. La explotación del prójimo, la especulación, la estafa y el fraude, son considerados componentes regulares de los negocios.
  • Juego. Algunas organizaciones de juegos de azar promueven la avaricia anunciando que su juego es la manera más rápida de llegar a enriquecerse. La verdad, muy pocas son las personas que ellos enriquecen, y cuando lo hacen es a costa de mucha gente pobre. Los juegos de azar corrompen a quienes participan. Está basado en el principio deshonesto de lograr grandes ganancias por medio de una inversión pequeña.

Haga un presupuesto

Uno de los problemas que muchas personas tienen es cómo gastar el dinero que han ganado. La práctica común es que gastan más de lo que ganan. Como resultado, se endeudan y se desesperan al no poder pagar las cuotas que deben.

Un presupuesto es una lista de gastos que se tendrá durante cierto tiempo, y el ingreso que pagará esos gastos. El presupuesto ayuda a que una persona comprenda su situación financiera actual; si tiene más gastos que ingresos, ella debería reducir sus gastos.

Para hacer un presupuesto, comience anotando sobre una hoja sus ingresos mensuales o semanales, según sea su situación. Después de sumar los ingresos, escriba los gastos que tiene y también súmelos. La suma de sus gastos no debería ser mayor que la suma de sus ingresos.

Debido a la inflación, frecuentemente necesitará ajustar su presupuesto para que corresponda con la nueva situación. Pero, no será necesario ajustarlo tan a menudo si fija los gastos con el porcentaje de sus ingresos en lugar de fijarlos basándose en cantidades.

Ponga a Dios primero

Usted ha notado que el primer asunto en la lista de gastos del modelo de presupuesto es diezmos y ofrendas. Así debe ser. Dios es nuestra primera prioridad. De hecho, todo lo que tenemos lo hemos recibido de Dios; pero El nos ha instruido que separemos una parte de nuestras ganancias para ayudar más a su obra en este mundo. Esta parte está compuesta por los diezmos y las ofrendas. El diezmo es la décima parte y está consagrada al Señor; en cambio, las ofrendas pueden ser de cualquier valor o proporción.

Origen e historia del diezmo

No sabemos cuándo comenzó la práctica del diezmo; pero sabemos que desde los tiempos de Caín y Abel, la gente traía ofrendas a Dios (Génesis 4:3-4).

Los diezmos son mencionados por primera vez en los días de Abraham. De hecho, el dio el diezmo al rey y sacerdote Melquisedec (Génesis 14:20). Es evidente, en el relato bíblico, que el diezmo era una costumbre que ya estaba establecida, no existe indicación que hubiese sido establecida en esta ocasión. Más aún, hay evidencia que los caldeos, la nación de la que provenía Abraham, diezmaban mucho antes de este evento.

En Génesis 28:22 leemos que Jacob hace la solemne promesa de darle los diezmos a Dios de todo lo que El le dé. Siglos más tarde, la práctica del diezmo fue establecida por Dios como una ley (Levítico 27:30-32).

El Señor Jesús reconoció el diezmo (Mateo 23:23). El no reprendió a los líderes religiosos por diezmar, sino por dejar de hacer las cosas más importantes, a pesar de que diezmaban. Más aún, Jesús dijo claramente: “Esto era necesario hacer [lo más importante de la ley], sin dejar de hacer aquello [diezmar].”

El apóstol Pablo enseñó a las iglesias a dar de acuerdo con los principios comprendidos en el diezmo (1 Corintios 16:1-2). Por cierto, él instruyó que cada creyente a) apartara algún dinero, b) cada domingo (periódicamente), c) en proporción a lo que había ganado (y el diezmo es una proporción de las ganancias). Por lo tanto, pareciera no haber mejor plan para dar sistemáticamente a Dios que la práctica de diezmar como un mínimo.

Calculando el diezmo

Si usted no posee dinero pero tiene ganado y productos agropecuarios, podría calcular bien el diezmo como los israelitas lo hicieron en los tiempos del Antiguo Testamento. Por ejemplo, si durante el año tuvo 27 ovejas, su diezmo serían tres ovejas. Si está empleado por su cuenta, su diezmo sería el 10 por ciento de sus ingresos. Si sus entradas son en forma de salario o pensión, por ejemplo $226.00, su diezmo sería $23.00. Puede ser que algunas veces tenga otros recursos de ingresos, además de su salario; es correcto que también diezme de esta cantidad. ¡Son bendiciones del Señor! Es importante recordar que si plantamos pocas semillas, la cosecha será escasa; pero si plantamos muchas semillas, tendremos una gran cosecha (2 Corintios 9:6).

Bendiciones resultantes del diezmo

En Malaquías 3:10, Dios nos enseña que derramará en abundancia toda clase de bendiciones sobre quienes diezmen. Dios le desafía: “Probadme.” Quienes diezman no se vuelven más pobres porque tengan que satisfacer sus necesidades con nueve décimos. Muéstreme un creyente que se queje por no tener suficiente dinero para vivir y yo le mostraré uno que no le da el diezmo al Señor. Por cierto, quienes damos el diezmo sabemos por experiencia que nueve décimos con la bendición de Dios rinden más que diez décimos sin ella (Proverbios 3:9).

Finalmente, es importante considerar cuál es su actitud cuando da a Dios. En 2 Corintios 9:7 leemos que no deberíamos dar “con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.” Nos perdemos las grandes bendiciones que Dios tiene para nosotros si damos con falta de alegría o damos porque pensamos que debemos dar. Sin embargo, si damos con alegría, como un acto de adoración y devoción, le damos la oportunidad a Dios para que comparta con nosotros la abundancia de sus bendiciones.

Gaste su dinero prudentemente

Pague al contado todas las veces que sea posible

Un artículo que compre pagando a plazos siempre es más costoso porque el que le vende debe cobrarle una cantidad adicional. Y si ocurriera una emergencia y usted no pudiera hacer los pagos, usted podrá perder lo que compró y lo que hubiera pagado.

Evite las deudas

La Biblia nos insta a que no debamos nada a nadie (Romanos 13:8). Esta es una gran verdad. Pedir un préstamo pareciera ser una solución fácil a los problemas financieros, pero a veces este remedio es peor que la enfermedad. Si usted no paga a tiempo, da un mal testimonio, pierde amigos, y aun pudiera verse a sí mismo saliéndose de la senda cristiana también. ¡Cuántos creyentes se mantienen alejados de la iglesia porque están demasiado avergonzados como para enfrentar al hermano que les prestó dinero y no pueden devolvérselo! Es mucho mejor llevar nuestras necesidades delante de Dios en oración. El seguramente las suplirá.

Pero si usted tiene obligaciones que cancelar, cumpla con ellas a tiempo. Y si por alguna circunstancia no puede, no evite enfrentar a la persona que le ha prestado el dinero. Vaya y explíquele su situación. Sin duda esperará unos días más y usted dará un buen testimonio demostrando que es responsable.

Compre primero lo que es necesario

Usted puede aplicar las prioridades a sus gastos. Por ejemplo, ¿por qué desperdiciar dinero en cosas lujosas y estar sin las cosas que realmente necesita? Un matrimonio y sus dos hijos dormían en la misma cama; ¡pero compraron un televisor a colores!

Economice

Compare los precios antes de comprar. Si usted ve algo en el escaparate de una tienda que le interesa, algunas veces puede conseguir la misma cosa a un precio mucho más económico caminando unas cuadras más. Pero no piense que consiguió una ganga por haber comprado algo barato y de baja calidad. ¡Algunas veces, a la larga, lo barato cuesta caro!

Dele el mejor uso posible a lo que ya tiene. Cuide su ropa y sus muebles para que duren más. No desperdicie la electricidad ni el agua. ¿Qué necesidad tiene de pagar cuentas más grandes?

Si usted es una ama de casa, puede economizar midiendo, primero, lo que cocinará para que no le sobre comida; y si le sobra, no la tire. Puede volver a usarla en otra ocasión o dársela a algún necesitado. Es muy apropiada la enseñanza que nos dejó Jesús al respecto, cuando multiplicó los panes y los peces (Juan 6:12-13).

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