Elementos Formativos del Desarrollo Espiritual

¿Qué podría hacer un obrero sin sus herramientas? No importa cuan perfectos sean los planos trazados para el edificio a construir. No importa cuán excelentes sean las semillas que habrá de sembrar. El hombre tiene que tener herramientas para ejecutar sus tareas.

El desarrollo espiritual, tal como ya lo hemos visto, constituye una meta para el creyente. La Biblia nos provee muchas motivaciones útiles para crecer. El crecer en Cristo nos capacitará para asumir privilegios y responsabilidades propios de la edad adulta. Evitará que seamos llevados de aquí para allá como si fuésemos criaturas. Los creyentes en proceso de crecimiento espiritual están capacitados para recibir las enseñanzas que el Espíritu Santo les imparte. Estas enseñanzas nos señalan la meta de servir a los demás a la manera de Cristo. El creyente en proceso de crecimiento debe tener clara conciencia del examen final que deberá rendir ante el Señor.

El problema consiste en alcanzar estas metas. Debemos llegar a ser un gran edificio de Dios. Hemos de ser un fructífero campo de labranza. Alcanzar una cumplida responsabilidad familiar es algo que debe lograrse con trabajo. ¿Pero cómo lograr estas metas? Este capítulo trata, justamente, de los pasos prácticos que se deben dar para ello. El siguiente bosquejo señala acciones y actitudes humanas que Dios puede utilizar como instrumentos para que alcancemos la ansiada semejanza de su Hijo.

En esta lección hemos de compartir con los lectores algunas herramientas simples y prácticas. Dichas herramientas son los títulos principales o encabezamientos del bosquejo de la lección. Nos han sido de mucha ayuda en nuestros esfuerzos para adquirir el apropiado desarrollo espiritual. Sugerimos que los alumnos escriban estos encabezamientos en una tarjeta y la lleven siempre consigo. Otra posibilidad es que los anoten en la primera página en blanco de su Biblia. Debemos utilizarlos como una lista mediante la cual examinar nuestra propia vida. Es nuestra esperanza que estas herramientas les resulten de gran utilidad a los alumnos.

ENTREGA TOTAL A JESUCRISTO

Nacemos de nuevo por intervención del Espíritu de Dios. Esto no puede ocurrir antes de creer y confiar en Jesucristo como nuestro Salvador. Aceptamos su sacrificio por nuestros pecados y nos sentimos quebrantados y arrepentidos por ello. Pero además de esto, debemos confesar con nuestros labios que Jesucristo es nuestro Señor. ¿Recordamos lo que ya estudiamos en Romanos 10:9,10? “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo,” (Romanos 10:9; bastardillas del autor).

En el original griego del Nuevo Testamento, kurios es el vocablo que en castellano traducimos “Señor.” En aquellos días se lo empleaba para designar dignatarios de alta jerarquía, tales como el emperador de Roma. Así, en la época en que Pablo escribió su Epístola a los Romanos, todo ciudadano romano tenía que concurrir una vez al año al templo. Una vez en el templo, arrojaba una pizca de incienso al fuego y exclamaba en alta voz: “César es Señor.” La palabra kurios significaba el rey absoluto, el gobernante de autoridad indiscutida. Cuando los judíos tradujeron el Antiguo Testamento al idioma griego, necesitaban una palabra que significara “Dios.” Escogieron kurios y lo usaron en los pasajes donde en el Antiguo Testamento figuraba “Jehová.” ¿Vemos pues cuán significativo es que los creyentes seguidores de Cristo puedan decir “Jesús es Señor?” Quiere decir, simplemente, que Jesús es rey, amo y gobernante. Cuando afirmamos que “Jesucristo es Señor” hacemos más que repetir simplemente un credo. En realidad decimos: “Para mí, Jesucristo ocupa un importantísimo lugar en mi vida como mi amo y soberano. Jesús es mi Señor.”

Ahora volvamos la mirada a Colosenses 1:9-20. Es un maravilloso pasaje de las Sagradas Escrituras que ensalza la persona de Jesús. En este pasaje leemos que a Jesús se lo denomina “el primogénito de toda creación.” Además, se nos dice que el mundo fue creado por medio de él.

CRECIMIENTO POR EL ESTUDIO BIBLICO Y EL MODO DE VIVIR

Nuestro crecimiento espiritual está en relación directa con el tiempo que hemos dedicado a la Palabra de Dios. La Biblia es el principal libro de texto del creyente. Es nuestra armadura, nuestro mapa, nuestra guía de viajero, nuestro diario alimento. Las Sagradas Escrituras guardarán nuestro espíritu, nos darán luz y planificarán nuestra vida. Ya vimos en 1 Pedro 2:2 que los nuevos creyentes deben ser como niños recién nacidos, que claman por la pura leche de la Palabra de Dios. Más adelante aprendimos, por lo que afirma Hebreos 5:11-15, que por el uso y la consulta permanente de la Palabra de Dios crecemos de niños a adultos maduros.

El Salmo 119 es una de las Escrituras más maravillosas respecto a la Palabra de Dios. Casi todos sus versículos (y es el capítulo más largo de la Biblia) contienen alguna referencia a la Palabra de Dios. A la Palabra de Dios se la denomina la ley de Dios, los mandamientos de Dios, los estatutos de Dios, los testimonios de Dios, etcétera. Este es un buen momento para leer íntegramente el Salmo 119, y luego responder preguntas que nos ayuden a entender la Palabra de Dios.

Una verdad muy sencilla y fácil de entender es que la Palabra de Dios nos guardará de pecar, y si pecamos, nos apartaremos de la Palabra de Dios. Además, la Palabra de Dios nos dará orientaciones para nuestras vidas.

Hay muchas y muy diversas maneras de estudiar la Biblia. Algunos leen una cierta cantidad de capítulos todos los días. Uno de los estudios que suele sugerirse es el llamado “2–2–1.” Comenzando con el Génesis y con Mateo, este plan exige leer dos capítulos del Antiguo Testamento y dos capítulos del Nuevo Testamento, diariamente, además de un Salmo o un capítulo de Proverbios. Otro plan toma el nombre de “Estudio por temas.” Escoge un tema determinado, por ejemplo, el tema del Espíritu Santo, y estudia todos los pasajes conocidos sobre la materia.

Hay otro curso de Global University-ICI llamado Entendiendo la Biblia. Es un buen plan que le enseña de qué manera utilizar la Palabra de Dios. Entendiendo la Biblia es un curso perteneciente a esta misma serie de Servicio Cristiano. Pudiera serle de provecho estudiar ese curso después de completar el estudio de Crecimiento espiritual.

Para recordar: nuestro desarrollo espiritual depende de la Palabra de Dios. A través de la Palabra escrita, Dios nos revela la Palabra Viva, nuestro Señor Jesucristo. Creceremos en relación directa con la cantidad de tiempo que le dediquemos a la Palabra de Dios, tanto en estudiarla como en obedecerla.

PODER ESPIRITUAL DE LA ORACION

Orar no es otra cosa que hablar con Dios. El tener una audiencia con el Rey es un privilegio del que gozan los creyentes. Orar es un excelente sistema que tiene a su disposición el creyente para madurar. El estar con el Padre frecuentemente en oración, nos ayuda a crecer cada día más a semejanza de él.

El creyente ora al Padre en el nombre de Jesucristo por el poder del Espíritu Santo. En los idiomas originales en que se escribió la Biblia hay diecisiete palabras que se traducen con el vocablo oración. Cada una de estas palabras o vocablos tiene un significado claro y definido de “pedir.” La oración puede ser bien ilustrada con el ejemplo de un niño que habla con sus padres. A medida que el niño crece en edad, también crece el nivel de su conversación. Podríamos escribir un libro entero con el tema de la oración. Nuestro énfasis en este estudio es sobre la necesidad de ser consecuentes en una vida de oración personal.

Dios ha dispuesto que el hombre se pueda comunicar con él por medio de la oración. Esto es un sagrado privilegio y una gran responsabilidad. Reviste capital importancia comprender que nuestras oraciones tienen efectos evidentes y positivos en nuestras vidas y en las vidas de quienes nos rodean.

George Mueller, un extraordinario creyente del siglo XIX, cuidó de miles de huérfanos. Sin embargo, nunca pidió ayuda de nadie. Mueller oraba y veía satisfechas todas las necesidades de la obra en que estaba empeñado. Este gran hombre de fe y de oración descubrió que era preferible comenzar el día leyendo la Palabra de Dios y no con oración. La lectura de la Palabra de Dios en humildad y meditación, da fe y poder y despierta el deseo de orar.

Si queremos ser utilizados por Dios, debemos aprender la lección de la oración. Es una lección que más se aprende por práctica que por estudio. El Espíritu Santo nos enseña a orar. No debe preocuparnos cuánto sabemos o cuán poco sabemos respecto a orar: empecemos a orar. Y debemos hacerlo como práctica diaria.

Es posible orar en cualquier lugar y en cualquier posición. Podemos orar durante las actividades propias de la vida. No obstante ello es importante disponer de momentos de privada comunión con el Señor. Es la forma de renovarnos, de fortalecernos y de recibir directivas para el resto del día. Poca oración significará escaso poder; más oración, más poder; mucha oración, mucho poder.

RECONOCIMIENTO DE NUESTRA CONDICION DE SIERVOS BAJO EL SEÑORIO DE CRISTO

Para vivir como conviene a creyentes, debemos reconocer que somos siervos amorosos de Cristo. Adquiere relevante importancia la palabra consecuente. Traduce el sentido de “acuerdo” o “armonía.” Nuestra conducta no puede ser consecuente, a menos que coincida con lo que profesamos. Dicho en pocas y sencillas palabras, debemos “vivir de acuerdo a lo que enseñamos.” Tenemos que probar por nuestra forma de vivir la fe que profesamos.

La expresión “agradándole en todo” (Colosenses 1:10) significa, más que nada, hacer algo que el Señor quiere que hagamos, antes de recibir la orden de hacerlo. Los siervos hacen lo que se les ordena hacer. Pero los siervos afectuosos y, los creyentes, viven de manera distinta: se percatan de lo que debieran hacer y lo hacen antes de recibir la orden de hacerlo. De esta manera su vida demuestra a carta cabal que son sinceros cuando declaran que “Jesucristo es mi Señor.”

Ahora lea el capítulo 3 de Colosenses. Si está solo, léalo en voz alta. Esta sección de la Escritura es un modelo para la vida cristiana.

Recordemos lo ya estudiado. Tener la semejanza de Jesucristo es tener su mentalidad o sus actitudes (Filipenses 2:5-8). Esto significa, como ya lo hemos visto, aceptar nuestra relación de siervos con nuestro maravilloso Señor. Nuestra aceptación de esta relación se basa en nuestro sincero reconocimiento de nuestra posición de siervos bajo el señorío de Cristo. Este reconocimiento produce no solamente bendiciones gozosas, sino también desarrollo espiritual que se traduce en acciones. Si Jesús verdaderamente es mi Señor, haré las cosas que tengo que hacer con alegría y poniendo lo mejor de mi parte.

Vida consagrada

Otro aspecto de una vida consecuente se refiere a la santificación. ¡Muy importante es esta palabra! Se refiere a nuestra especial relación con la santidad de Dios. Romanos 6 es un capítulo de relevancia en este tema. El pensamiento subyacente en este capítulo 6 de Romanos es: “Puesto que Dios nos ha salvado por su gracia y misericordia, no debemos vivir de manera pecaminosa.” El apóstol enseña que debemos vivir como muertos a nuestros antiguos deseos pecaminosos. Nuestra nueva vida es vivir para Cristo.

Una manera para mantenernos puros y consagrados es tener clara conciencia de los pecados de nuestra vida. El Espíritu Santo no falla nunca en censurar a los creyentes cuando pecamos. No obstante ello; los creyentes responden de distinta manera a las censuras del Espíritu Santo. Si algo se ha interpuesto entre el creyente y Dios, no responde como debiera a las censuras del Espíritu Santo. A veces decimos: “No brilla hoy el sol.” Sabemos que el sol siempre brilla. Lo que ocurre es que algo se ha interpuesto entre el sol y nosotros. Se ha formado una nube que impide que los rayos y el poder del sol lleguen hasta nosotros.

El Espíritu Santo nunca falla en convencernos de culpa y de pecado. Pero a veces permitimos que el orgullo, el egoísmo y todo tipo de excusas nos cubran de los rayos de la convicción. Si decidimos responder en humildad al dedo acusador del Espíritu Santo, contamos con dos maravillosas promesas en 1 Juan 1:7 y 1:9.

¿Cómo se relaciona el pecado, en la vida del creyente, respecto a su crecimiento en Cristo? Impide ese crecimiento, bloqueando el camino al desarrollo espiritual. Si hemos de ser consecuentes —si hemos de “practicar lo que enseñamos—debemos apartarnos totalmente del pecado. Una vida pura y consagrada es esencial al crecimiento espiritual.

Voluntad en acción

El vivir una vida cristiana verdaderamente consecuente depende en gran parte de nuestra voluntad humana. Dios no hará por nosotros lo que nos corresponde a nosotros hacer. Ya hemos dicho que la voluntad humana es el don más elevado de nuestro espíritu. Es aquí donde más nos asemejamos a nuestro Dios. Todo creyente debe tener claramente definida su voluntad, tanto en lo positivo como en lo negativo, tanto en lo que “haré” como en lo que “no haré.” Dios nos promete su ayuda y la potencia de su poder para apoyar nuestras decisiones.

Filipenses 2:12,13 dice: “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.”

Estos versículos nos muestran la cooperación que existe entre la parte que nos corresponde a nosotros y la parte que le corresponde a Dios al ejecutar lo que él espera y quiere de nosotros. Dios quiere que nuestras vidas crezcan en forma constante, y está más que deseoso de ayudarnos a lograr ese propósito. Mediante el sometimiento de nuestras voluntades a la voluntad de Dios logramos un creciente desarrollo espiritual.

CONOCER Y ENTENDER LOS MINISTERIOS DEL ESPÍRITU SANTO

Ya que el hombre es fundamentalmente espíritu, el crecimiento del creyente es fundamentalmente espiritual. El espíritu es la más elevada cualidad del hombre. El espíritu humano incluye la mente, la voluntad, y la toma de conciencia de Dios. Es en el espíritu donde hallamos la imagen o semejanza de Dios en el hombre.

Dios y el hombre son similares en el sentido de que ambos tienen mente, personalidad y espíritu. Eso le permite al hombre acercarse a Dios y gozar de una íntima comunión con el Altísimo. Dios es Espíritu: el Espíritu Santo. También es espíritu el hombre interior. El hombre solamente puede adorar a Dios por medio del espíritu y la verdad de su propio ser.

En la lección No. 4 ya estudiamos, hasta cierto punto, el papel que el Espíritu Santo desempeña en nuestras vidas. Jesús les dijo a sus discípulos en Juan 16:7-15 que era una buena cosa que él se fuera. Si bien es cierto que esa afirmación horrorizó a sus discípulos, su partida se hacía necesaria para posibilitar el envío de su Santo Espíritu. Desde ese momento en adelante los creyentes habrían de salir de la niñez bajo la inßuencia del Espíritu invisible, no del visible Jesús. Por ello sería imprescindible un aumento en la fe. El hombre es culpado de pecado, se le muestra el camino de la salvación, es colocado en el cuerpo de Cristo (la iglesia), se le enseñan verdades espirituales y se le otorga poder para el servicio, todo ello por intermedio del Espíritu Santo de Dios. El Espíritu Santo es la fuente de energía para la vida del creyente.

Jesucristo puede ser revelado y glorificado solamente por medio del Espíritu Santo, y solamente por ese mismo Espíritu puede el hombre crecer espiritualmente. Juan 16:8 nos dice que el Espíritu Santo convencerá a los hombres de que están equivocados con respecto al pecado y con respecto al significado de justicia y con respecto al juicio de Dios.

En la primera parte de la respuesta al precedente ejercicio, el Espíritu ministra conocimiento de la verdad al creyente. En la segunda parte de la respuesta ayuda al creyente a practicar (creer y obedecer) la verdad. Tenemos que conocer la verdad antes de poder practicarla, y su práctica debe agregarse al conocimiento de la misma para desarrollar el crecimiento espiritual.

Una vez terminado este curso, tal vez se haya despertado su interés para tomar un curso completo sobre el tema del Espíritu Santo, los Dones espirituales o sobre el Fruto del Espíritu. Estos cursos son de gran ayuda para crecer en la experiencia cristiana. Este curso no cuenta con espacio suficiente para cubrir todos y cada uno de esos temas.

COOPERACION CON EL LIDERATO DEL ESPÍRITU SANTO

Repase el estudio sobre el Espíritu Santo de la lección 4 y refresque algunas de las verdades que allí estudió.

Una vez repasadas estas verdades concernientes al Espíritu Santo, estamos preparados para estudiar Efesios 5:18. Dice así: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu.” Aquí la palabra “llenos” del verbo llenar, no tiene el sentido de llenar como se llenaría un balde de agua o se llena un recipiente con avena. Proviene del vocablo griego que significa “inundar o tomar posesión de.” El Espíritu Santo no es una sustancia para llenar un recipiente vacío. Es una Persona que habrá de controlar a otra personalidad, es decir, al creyente.

En Efesios 5:18 la palabra griega que traducimos al castellano como “llenos” representa una experiencia que se repite ininterrumpidamente, momento a momento. Hemos de ser permanentemente llenados o controlados por el Espíritu Santo. Cualquier cosa que sea aquello con que somos llenados, aquello nos controlará o dominará. Esta afirmación se aplica a ser llenado con amor, llenado con odio, llenado con ambición, etcétera. Ya vimos en la lección 4 que hay ciertas obras malas que prevalecen cuando la naturaleza humana es la que nos controla. Pero el creyente lleno del Espíritu Santo será controlado por el Espíritu Santo.

Gálatas 5:16,17 habla enérgicamente de la necesidad de nuestra cooperación bajo el liderato del Espíritu Santo. “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.”

Vemos, pues, que si bien el Espíritu de Dios mora en el interior de todo creyente, el creyente, individualmente, debe cooperar con el Espíritu sometiéndose a su liderato. Si sometemos totalmente nuestro espíritu al Espíritu de Dios, seremos motivados, dinamizados, enseñados y fortalecidos hacia nuestra meta de crecimiento espiritual.

RELACION CON OTROS CREYENTES

Ayuda mutua y crecimiento

El creyente individual no crece solo. De la misma manera que un niño crece y se desarrolla en el seno de una familia, el creyente necesita que otros le ayuden a crecer. Necesitamos la comunión, el estímulo y la contribución de los demás. Dios creó en nosotros la necesidad de tener comunión unos con los otros y comunión con él.

Es maravilloso cuando hay muchos creyentes en el vecindario donde vivimos. Resulta sumamente agradable cuando se reúnen muchos creyentes. Pero no siempre esto es así en el sitio donde vivimos. El Señor nos dejó una magnífica promesa aun para reuniones muy reducidas de creyentes: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20).

Se produce una notable vigorización de nuestra vida cuando nos encontramos aunque sea con un solo creyente. Cuando dos creyentes oran y trabajan juntos para Cristo, multiplican su eficacia (Levítico 26:8 y Deuteronomio 32:30). Jesucristo envió a sus discípulos a predicar el evangelio de una manera muy particular.

Hay muchos otros pasajes que tratan sobre el principio de trabajar juntos para Dios. Ver Hechos 10:23, 11:12 y 15:36-41. Cuando el Espíritu Santo apartó a ciertas personas para el ministerio y el testimonio, en los primitivos días de la iglesia cristiana, los separó de dos en dos, de tres en tres y de cuatro en cuatro. La razón de ello es obvia: cuando están juntos, se apoyan mutuamente. Se alientan y se estimulan unos a otros. Es perfectamente bíblico pedirle a Dios que nos provea de una o más personas para trabajar en estrecha relación en nuestra vida cristiana, y creer de conformidad.

Los estudios bíblicos cobran vida cuando discutimos y comparamos puntos de vista con otros. Nuestro testimonio se torna más osado cuando estamos acompañados. Nuestra vida se hace más consecuente cuando la vivimos ante los ojos de los demás.

Si tenemos la fortuna de pertenecer a una buena iglesia local, no hay ningún sitio mejor para crecer espiritualmente. Dios ha puesto excelentes dones en el cuerpo de Cristo para fortalecer al creyente. Los maestros son un don de Dios para nuestro crecimiento. Aun este curso de estudio puede ayudar a los alumnos a crecer espiritualmente.

En pocas palabras, el creyente ha de crecer en comunión con otros. Koinonia es un importante vocablo griego que aparece a menudo en el Nuevo Testamento. Significa “compartir, tener comunión, confraternizar, contribuir.” Busque las siguientes referencias: 1 Juan 1:3; Filipenses 1: 5; Filemón 1:6 y 1 Corintios 10:16,17. En todos estos pasajes figura la palabra koinonia . El tener comunión con Dios, con los hermanos en Cristo, testificar de nuestra fe al mundo entero y compartir la naturaleza de Jesucristo, ¡es una maravillosa manera de crecer!

Compartir la fe con otros

Posiblemente no haya área más confusa en la vida cristiana que el área del testimonio. Muchas veces sentimos la necesidad de compartir a Cristo con algún amigo. Nos sentimos culpables cuando no lo hacemos. El testificar de nuestra fe es tanto una expresión de madurez como un medio de crecer más.

El primer y mayor testimonio que entregamos es nuestra propia vida. La Segunda Epístola a los Corintios (3:3) nos dice que Cristo escribe una carta con el Espíritu, sobre corazones humanos. Todo el mundo puede conocer y leer este tipo de carta. En cierto sentido puede decirse que la vida del creyente es una Biblia, ¡la única Biblia que leen algunas personas!

Hay una notoria semejanza entre las condiciones que impiden que los seres humanos tengan hijos y las condiciones que impiden que los creyentes engendren seguidores de Cristo. Veamos algunas de estas condiciones.

1. Así como un niño pequeño no puede engendrar un hijo, pues carece de la madurez necesaria para la reproducción, así también la inmadurez en nuestra vida cristiana impide muchas veces la eficacia de nuestro testimonio.

2. De la misma manera que la reproducción exige la unión de miembros de diferente sexo (unión que la Biblia sostiene que debe ser dentro del matrimonio), así también el creyente podrá ejercitar su facultad de reproducción espiritual cuando vive en unión vital con Jesucristo como Señor y Salvador.

3. Así como la enfermedad o el deterioro de vitales órganos corporales impiden la reproducción, así también el pecado y una desaplicada manera de vivir afectan la capacidad de los creyentes para colaborar en la reproducción espiritual.

Podríamos elaborar cada una de estas directivas, pero nuestro espacio es limitado. Convendría que anote en su cuaderno de apuntes las siguientes Escrituras (bajo el título de Espiritual), para futura referencia en el tema del testimonio: 1 Pedro 3:15; Mateo 5:14 y Lucas 12:11,12.

Cuando compartimos nuestra fe, se produce una vigorización de nuestra propia fe. Es una actividad que no solamente lleva a otros a los pies de Cristo, sino que además nos ayuda a desarrollar nuestro crecimiento espiritual.

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