Es Necesario Recibir Poder: ¡Capacítese!

“El hombre es nacido del cielo” — declara un proverbio chino. Esta muestra de filosofía oriental está de acuerdo con la enseñanza bíblica de la creación del hombre. “El cielo”, explicó un chino, “representa al Ser supremo”.

Moisés escribió que Dios, el Ser supremo, creó “al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:27). El Señor creó a la humanidad a su imagen con el propósito de que le adorara, le sirviera, y disfrutara con El para siempre. Sin embargo, el ser humano desobedeció y cayó en pecado. Esta desobediencia produjo separación entre Dios y el hombre, es decir, la muerte espiritual, la cual desfiguró esa imagen. Pero Dios tenía ya preparado un plan, un método singular de restauración del hombre.

El proverbio chino puede ser adaptado para ilustrar esta restauración por el nuevo nacimiento. El hombre pecaminoso tiene que ser vivificado espiritualmente. Por haber “nacido del Espíritu” (Juan 3:6), la persona entra en una nueva vida en Cristo. A esta experiencia le llamamos “nacer de nuevo” o “del Espíritu”. Esperamos que esta lección le ayude a comprender con mayor claridad la experiencia de conversión, y a explicarla eficazmente a otros.

Hasta este punto de estudio, hemos venido usando las palabras conversión, convertido a Cristo, o convertidos. Como explicación subsecuente de estos términos estudiará en esta lección lo que es la conversión, lo que no es, y algunos resultados de ella.

LO QUE ES LA CONVERSION

El renacimiento espiritual

Al principio de su ministerio terrenal, Jesús visitó Jerusalén durante la fiesta de la Pascua. Allí efectuó milagros entre la multitud, lo cual hizo que muchos creyeran en El. El apóstol San Juan registra una entrevista de Jesús con uno de los líderes judíos más importantes (Juan 3:1-2). Así me imagino este acontecimiento.

Jesús había estado muy ocupado todo el día ministrándole a la gente, por lo que estaba cansado y listo para retirarse a dormir. De pronto, alguien tocó a la puerta. Era Nicodemo, maestro de Israel, fariseo, miembro del concilio gobernante de los judíos.

“Rabí”, dijo el visitante, “¿podríamos conversar a solas?”

“Muy bien”, contestó Jesús, “subamos a conversar a la azotea. La noche es hermosa” .

En la quietud de la noche los dos hombres conversaron en privado. Quizá Nicodemo fue a esa hora porque deseaba la oportunidad de conversar sin las interrupciones normales del día.

“Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.”

Frente a frente los dos hombres se estudiaron mutuamente Jesús, un joven maestro de 30 años de edad, y Nicodemo, un profesor veterano de la fe judía. Aunque Nicodemo era un hombre de alta moral, Jesús no contestó con elogios. En lugar de ello usó un abordaje brusco de evangelización. Con todo respeto sorprendió a Nicodemo diciéndole esencialmente lo siguiente: “Créeme, aunque seas un hombre recto, necesitas volver a comenzar de nuevo. Debes nacer de nuevo.”

“¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” preguntó lleno de curiosidad.

Jesús desafió su intelecto: “El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”

Aquel viejo profesor le preguntó además a Jesús. “¿Cómo puede hacerse esto?”

Jesús le explicó cuidadosamente que el cambio espiritual, tan misterioso como el nacimiento mismo, tenía que ocurrir en la vida del ser humano. Le dijo a Nicodemo que Dios envió a su Hijo como el medio para obtener vida eterna. Así como Moisés tuvo que levantar una serpiente de bronce en el desierto para que pudieran vivir los israelitas mordidos por las serpientes, un día Jesús seria levantado como símbolo del amor y la misericordia de Dios. Puesto que Nicodemo conocía esa historia (Números 21:9), pudo relacionarse bien con ella.

Aquel experimentado hombre, maravillado, sólo meneó la cabeza. Había oído verdades maravillosas, declaraciones que nunca olvidaría. Pronto se hizo muy tarde. Tenía que dejar el lugar. Aparentemente Jesús no lo presionó para que hiciera una decisión positiva. Aún no había llegado el tiempo . . .

Pasaron rápidamente casi tres años. Los soldados romanos clavaron a Jesús a una tosca cruz que fue levantada en un lugar donde todos pudieran verlo. Allí derramó su sangre y murió por los pecados del mundo.

¿Quién se haría cargo del cadáver? Nicodemo, quien hasta ese entonces había sido seguidor secreto de Cristo, valientemente se adelantó, listo a identificarse con el Hijo del Hombre. Junto con José de Arimatea, preparó el cuerpo de Jesús para que fuera sepultado en un sepulcro nuevo (Juan 19:38-42).

De la historia de Nicodemo aprendemos que incluso las mejores personas deben experimentar un renacimiento espiritual. Los buenos antecedentes familiares, la educación, o un alto nivel moral no bastan para merecer la salvación. Ni siquiera el celo religioso puede salvar a un alma. Jesús dijo: “Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7).

Una vuelta a Cristo incondicional

La conversión también se describe como el acto de “volverse”. Es el acto de volverse uno “de su maldad” (Hechos 3:26) en arrepentimiento, para dirigirse al Señor (Hechos 9:35; 11:21). Bien puede usted decir que es una “vuelta total”, o una “vuelta de 180 grados”, o “una vuelta en U”, o “media vuelta”. En otras palabras, es una vuelta incondicional a Cristo. San Pedro predicó: “Arrepentíos, para que sean borrados vuestros pecados” (Hechos 3:19). Esta vuelta incluye un cambio de corazón, de los motivos y actitudes, y un cambio resultante de acciones.

La experiencia de la conversión tiene aspectos tanto negativos como positivos. A continuación presentamos una lista de ellos. Busque las citas en su Nuevo Testamento.

La conversión, por tanto, consiste en una vuelta positiva hacia Cristo en arrepentimiento y fe.

El arrepentimiento puede considerarse como el acto de volverse del pecado. La fe es el acto de volverse a Dios. Se necesitan el arrepentimiento y la fe para que se efectúe la conversión.

Por supuesto, la conversión es asunto netamente personal. Puesto que el Espíritu Santo obra en muchos corazones, es posible que ocurran varias conversiones al mismo tiempo. Las conversiones simultáneas ocurren cuando quizá dos o más personas en una familia o círculos de amigos se vuelven al Señor. Son salvas individualmente, pero siguen unidas como grupo, alentándose mutuamente en la fe.

El apóstol San Pedro fue a un lugar llamado Lida donde visitó a un grupo de creyentes. Allí conoció a un hombre llamado Eneas que estaba paralizado y había estado en cama por ocho años.

Y le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama. Y en seguida se levantó. Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor (Hechos 9:34-35).

Por medio de la sanidad extraordinaria, muchos se volvieron a Dios. Sus conversiones fueron simultáneas.

Regeneración

La comprensión clara de la conversión le ayuda al ganador de almas en su tarea de conducir a la gente hacia Cristo. Usted ha estudiado ya que la conversión es un renacimiento espiritual y una vuelta a Cristo incondicional en arrepentimiento y fe. La regeneración es el tercer significado de la conversión.

Por regeneración nos referimos a una renovación espiritual por la obra del precioso Espíritu Santo. San Pablo le escribió a Tito, joven pastor de la isla de Creta, que Dios “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5).

La regeneración, entonces, es nuestra “nueva vida” en Cristo. Al ir leyendo su Biblia descubrirá diversos factores “nuevos” en la conversión. Cuando una persona “está en Cristo” pasa a ser nueva criatura” (2 Corintios 5:17). Dios le dijo a Israel: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu” (Ezequiel 36:26-27).

El Dr. Christian Barnard, cirujano de Sudáfrica, se hizo famoso en todo el mundo cuando él y su equipo de médicos realizaron un trasplante de corazón a un paciente, tomado de una víctima de un accidente fatal. La operación fue considerada como milagro en círculos médicos. Un milagro mayor ocurre en nuestra vida cuando Dios nos quita “el corazón de piedra” y lo sustituye con un “corazón obediente”. ¡Este es el milagro de la regeneración!

LO QUE NO ES LA CONVERSION

En la obra de evangelización personal encontrará usted a personas que sustentan falsas ideas respecto a la conversión. Algunos creen que consiste en reformarse uno mismo, en ganar méritos, ser religioso, o quizá pertenecer a una iglesia. Examinemos estas ideas.

Reformarse uno mismo

La reforma de uno mismo consiste simplemente en tratar de mejorarse eliminando faltas y haciendo el bien. En sí misma ésta puede ser muy encomiable, pero en realidad no resuelve el problema básico del pecado y de la naturaleza caída.

A pesar de nuestras mejores intenciones, la reforma de uno mismo no llena las normas divinas de justicia y santidad. La Biblia dice: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento” (Isaías 64:6).

La reforma de uno mismo equivaldría al acto de atar una naranja verde a un naranjo y esperar que madurara. Por supuesto, sabemos bien que sólo mientras la naranja tome de la savia del árbol puede crecer y madurar hasta lograr su tamaño y sabor dulce normal. Lo que necesitamos no es reforma, sino regeneración.

Ganar méritos

Cierta dama del Lejano Oriente, devota en sus creencias religiosas, había hecho un voto vegetariano de por vida, es decir, de dejar de comer carne. Esperaba ganar méritos haciendo buenas obras para librarse del castigo por sus pecados.

Entonces cuatro de sus hijos aceptaron a Cristo. Ella se enojó mucho cuando dejaron de practicar los ritos con los que ella creía que la guardarían en cierto lugar después de su muerte. Aunque lo intentó, no pudo convencerlos de dejar su nueva fe. Más bien ellos la amaron más y la trataron mejor que antes.

Con el tiempo la madre se volvió al Señor y experimentó el perdón y la paz de corazón que sólo se obtiene al conocer a Cristo. Comprendió que no experimentó esa nueva vida por sus buenas obras, sino por la misericordia de Cristo, quien no sólo le salvó, sino que también le dio la seguridad del cielo (Tito 3:5-6).

Si trata uno de ganar méritos, o crédito espiritual a su favor, para la salvación propia haciendo votos religiosos, observando días santos, participando en peregrinaciones, repitiendo oraciones o rezos, o incluso dando dinero para causas nobles, lo único que logra es un corazón sin satisfacción alguna. La salvación en Cristo se obtiene absolutamente sin méritos propios — es decir, no se puede ganar. Puesto que Jesús pagó por ella, nos la ofrece gratuitamente. Sólo tenemos que aceptarla como regalo.

Ser religioso

El ser religioso es una tendencia natural que se tuerce fácilmente. Ha conducido a algunos a la superstición profunda y a otros a la adoración de imágenes o ídolos. Otros más demuestran su devoción adorando en una mezquita. El apóstol San Pablo ofrece ejemplo de aquellos cuyo fervor religioso los aleja de la verdad. Pero, como San Pablo, también pueden experimentar la salvación por la fe en Jesucristo (Hechos 22:1-14).

El ser religioso no puede producir el renacimiento espiritual; sólo lo puede producir la obra del Espíritu de Dios. Debemos orar y confiar en que el Espíritu Santo le ayude a la gente a comprender esta verdad al enseñarles nosotros el camino de salvación como nos lo muestra la Palabra de Dios. La presentación de nuestro testimonio personal quizá le ayude a alguna persona en este punto.

Pertenecer a una iglesia

Si alguna persona le dice que asiste o que es miembro de una iglesia cuando usted le habla de su salvación, debe felicitarle por ello. Jamás menosprecie a ninguna iglesia. Hágale comprender a la persona, en la forma más cortés y amable que le sea posible, que debe “nacer de nuevo”. Debe poner su confianza en el Señor Jesucristo, y no en una iglesia ni en un líder religioso como sacerdote, padre, pastor o rabí.

RESULTADOS DE LA CONVERSION

Hemos estudiado lo que no es la conversión, por lo que ahora consideraremos algunas de sus evidencias — los resultados de lo que es la conversión. Consiste en ser “nacido del Espíritu” (Juan 3:8), en experimentar una nueva vida.

Ocurre un cambio

El radio reloj se encendió de pronto. Se oyó una voz que decía: “Amigo mío, ¿en dónde pasará la eternidad?” La pregunta irritó a Santiago, quien rápidamente apagó el receptor.

Santiago estaba ascendiendo rápidamente en el mundo artístico como un joven maestro de danza lleno de talentos. No deseaba que sus ambiciones fueran frustradas. Pero le era más fácil apagar el radio reloj que olvidar la penetrante pregunta: “¿En dónde pasará la eternidad?” Parecía que esa voz resonaba constantemente en los oídos de Santiago. No podía escaparse de ella.

Por fin, en total desesperación el joven le pidió al Señor que lo salvara. Después de rendirse a Cristo por completo, experimentó un cambio revolucionario en su vida. Los valores antiguos ya no le atraían. Habían sido sustituidos por nuevos valores. Ya no lo controlaba una carrera mundana de éxito. En lugar de ello, había encontrado gozo y satisfacción en servir a Cristo. Hoy Santiago es un pastor ganador de almas que dirige un programa de entrenamiento de creyentes laicos para la evangelización.

En cierta ocasión Jesús llamó a un niño, a quien puso frente a sus discípulos y dijo: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3).

Cuando una persona se vuelve a Cristo, ¡experimenta un gran cambio! Jesús debe llegar a ser el centro de la vida del creyente. El estilo antiguo de vida es sustituido por otro nuevo que revela la presencia del Espíritu Santo en el corazón y la vida de esa persona. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).

Se efectúa la limpieza

Ya hicimos referencia anteriormente a Tito 3:5, en donde dice que Dios nos salvó “por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo”. ¡La salvación también produce limpieza! No se refiere al bautismo en agua; este es un cuadro que explica la conversión como un bautismo. San Pablo escribió que “por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo” (1 Corintios 12:13). ¡Esta es la gran experiencia del nuevo nacimiento, de nacer en la familia de Dios!

Cierto creyente de origen chino, después de volverse a Cristo en arrepentimiento y fe, exclamó lleno de gozo: “¡Me siento limpio interiormente!” Había experimentado el lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo.

Se establecen nuevos vínculos familiares

Cuando nacemos de nuevo, nacemos en la familia de Dios. Los creyentes pasan a ser nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Aunque no recibe usted un nombre nuevo en el momento de su conversión, se le reconoce como cristiano, seguidor o discípulo de Cristo.

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