Haga Discípulos a los Recién Convertidos

Jesus describió a Juan el Bautista como “una antorcha que ardía y alumbraba” (Juan 5:35). Dirigió a la gente hacia el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Fielmente les advirtió sobre el juicio venidero y les predicó el arrepentimiento (Mateo 3:1-2). Les contó acerca de Jesús y los preparó para su venida. Todo lo que dijo acerca de El resultó cierto (Juan 10:41). ¡Cuán hermoso ejemplo nos ha dejado para la evangelización!

¿Ha pensado alguna vez en la maravilla de una llama? ¡Una sola lámpara o antorcha puede encender a cientos más! La antorcha de Juan, que ardía y alumbraba, encendió la vida de un discípulo, Andrés (Juan 1:35-40). La antorcha de Andrés encendió la vida de su hermano, Simón Pedro. En el Pentecostés, la antorcha de San Pedro, que ardía y alumbraba, encendió las vidas de 3 mil personas que creyeron y fueron agregadas a la iglesia. Y a través de los siglos el proceso ha continuado hasta nuestros días.

Conviértase en ganador de almas y haga discípulos a los convertidos. ¡Permita que la antorcha de su vida encienda a muchos otros! Enséñeles a pasar sus llamas o luces a los demás. Este es el desafío de la última lección de este curso: Compartamos las Buenas Nuevas.

UN CONVERTIDO LLEGA A SER DISCIPULO

Menase tenía algo que llamaba la atención de todos. Quizá era la forma en que parecía olvidarse de sí mismo por completo cuando evangelizaba. No importaba con quién se encontrara, en pocos minutos sacaba su Nuevo Testamento indonesio y le compartía las Buenas Nuevas.

La falta de dinero para comprar ropa adecuada no lo detenía. Los bolsillos de sus pantalones siempre estaban repletos de tratados evangélicos que repartía a las personas a quienes les testificaba de Cristo y de su amor. Lo hacía de tal manera que no ofendía a nadie.

Menase escuchó el evangelio por primera vez durante una cruzada evangelística celebrada en su pueblo natal. El alegre canto congregacional le llamó su atención y se detuvo a escuchar. También la ferviente predicación captó su atención. Conmovido por el mensaje evangélico, Menase se quedó después de la reunión. El pastor y el evangelista conversaron con él y notaron que su corazón estaba dispuesto para recibir a Cristo. Esa noche experimentó el nacimiento del Espíritu; ¡se convirtió en creyente! Adoptó el nombre Menase, forma indonesia de Manasés, el primer hijo de José (Génesis 41:51).

El padre de Menase, maestro y cambiador de dinero, se enojó cuando su hijo le contó acerca de su conversión. Su madre, musulmana practicante, también se disgustó en extremo. La situación se le hizo muy difícil y complicada, ya que se sentía oprimido entre el respeto a sus padres y el amor por su Señor. Entonces recibió el bautismo del Espíritu Santo y, con el mismo, un nuevo amor por las almas y el poder para permanecer firme en el Señor. Así comenzó a testificarles a otros del cambio ocurrido en su vida.

Los creyentes más maduros alentaron y ayudaron a Menase para que recibiera mayor instrucción bíblica. Su padre se negó a ayudarle, lo cual le significó arduo trabajo para sostenerse y seguir en la escuela.

La evangelización se convirtió para Menase en algo tan natural como la respiración. Puesto que era tímido por naturaleza, quienes lo conocían se maravillaban por su don tan singular de abordar a la gente. Les testificó a los miembros del personal militar estacionado en las cercanías. En cierta ocasión llevaron al hospital a un hombre a quien le habían explotado en las manos unos explosivos mientras que trataba de pescar con ese método en alta mar. Al enterarse de su condición, Menase lo visitó para hablarle acerca de su necesidad espiritual y el hombre aceptó a Jesús como su Salvador.

Durante sus vacaciones de Navidad sintió que el Señor lo impulsaba fuertemente a evangelizar la isla de Seram. No tenía dinero, pero aun así inició la obra. ¡Minutos antes de abordar el bote en el muelle alguien le dio suficiente dinero para el pasaje! Después de desembarcar en Seram conoció a un soldado a quien le testificó de Cristo. El soldado dijo: “Oh si, ya he oído de ese instituto bíblico de Kate-Kate. Tome esto”, y puso dinero en la mano de Menase, quien se marchó alabando al Señor por suplir sus necesidades financieras.

En el camino se hizo amigo de una familia que lo invitó a quedarse con ellos. Después de explicarles cuidadosamente el camino de salvación, ¡toda la familia de ocho miembros por lo menos aceptó al Señor! Menase sabía muy bien por qué el Señor lo había dirigido a Seram.

Menase constituye un buen ejemplo de la forma en que el estímulo y el entrenamiento pueden ayudarle a un recién convertido a llegar a ser de mayor efectividad en su servicio al Señor. Continuó sus estudios en el instituto bíblico. En el culto de graduación él fue el orador de la clase. Se casó con una buenachica creyente, llegó a ser pastor, y hasta líder de distrito en un área de Indonesia. La evangelización se ha convertido en una forma de vida para él, ¡y lo mismo quiere el Señor que les ocurra a todos!

EL CUIDADO DEL RECIEN CONVERTIDO

Ya ha estudiado usted que la conversión es como el nacimiento de un bebé. El convertido es una persona nacida de nuevo, del Espíritu (Juan 3:36).

La primera semana de la vida de un bebé recién nacido es crucial. Necesita que lo vigilen constantemente para asegurarse de que su cuerpecito funcione normalmente, que aprenda a tomar nutrición, y comience a ganar peso y a crecer. Algunos bebés nacen robustos y saludables; inmediatamente comienzan a alimentarse y a crecer. Otros quizá experimenten problemas que demandan atención especial. Al resolver esos problemas el bebé comienza a crecer como los demás.

¡Cuán triste es el cuadro de un bebé abandonado, quizá a la puerta de una casa! Igualmente triste resulta el descuido del recién convertido. El recién nacido espiritual necesita que se le vigile con amor para ayudarle a sostenerse en la vida espiritual. Algunos quizá se llenen de gozo inmediatamente. Otros probablemente necesiten consejo adicional para obtener la seguridad de su salvación. (Véase apéndice – tipo 2.) Pero todos necesitan alimentarse de la Palabra de Dios y crecer.

San Pablo les escribió a sus convertidos de Corinto: “En Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio” (1 Corintios 4:15). Como el padre de un bebé recién nacido, el ganador de almas tiene tanto el gozo como la responsabilidad de ver que el nuevo convertido reciba la ayuda que necesita. En la siguiente sección se tratan las formas de lograrlo.

Manténgase en contacto con el convertido

Obtenga su dirección y visítelo. Al conocer más datos sobre él — qué hace, quiénes son los miembros de su familia, y qué clase de antecedentes tiene — comprenderá mejor cómo ayudarle, o buscarle ayuda adecuada.

El apóstol San Pablo nunca olvidó que cuando era recién convertido Ananías lo visitó y lo alentó (véase Hechos 22:1216). San Pablo, a su vez, visitó fielmente a sus recién convertidos. Durante su primer viaje misionero él y Bernabé regresaron a las ciudades donde habían estado “confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe” (Hechos 14:22). El motivo de su segundo viaje misionero también fue el deseo de visitar a sus convertidos. San Pablo dijo: “Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades en que hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están” (Hechos 15:36).

En algunos casos, donde existe fuerte oposición a la fe cristiana, la visita a la casa del convertido quizá no sea posible ni tampoco muy sabia. En este caso, puede usted invitar al convertido a su casa o a la de un amigo para mantenerse en contacto con él.

Cuando a San Pablo le fue imposible visitar a sus convertidos personalmente, por ejemplo, durante su encarcelamiento, envió en su lugar a una persona confiable. A los convertidos de Filipos San Pablo les envió al joven Timoteo en su lugar para que les trasmitiera sus sentimientos y quien también se interesaba por ellos. (Véase Filipenses 2:19-20.)

También puede mantenerse en contacto por medio de correspondencia y oración. San Pablo alentó a sus convertidos escribiéndoles y orando por ellos. A los convertidos de Filipos, la primera iglesia que él y Silas establecieron en Europa, les escribió:

Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros, por nuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora; estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo; como me es justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón; y en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia (Filipenses 1:3-7).

A los nuevos convertidos de Tesalónica, capital de la provincia de Macedonia, San Pablo les escribió:

Por lo cual, ¿qué acción de gracias podemos dar a Dios por vosotros, por todo el gozo con que nos gozamos a causa de vosotros delante de nuestro Dios, orando de noche y de día con gran insistencia, para que veamos vuestro rostro, y completemos lo que falte a vuestra fe? (1 Tesalonicenses 3:9-10).

Su oración sin cesar por los creyentes era para San Pablo una de las fortalezas de su ministerio. Usted puede seguir su ejemplo asistiendo a reuniones en compañía de un recién convertido. En reuniones de oración y estudios bíblicos él puede relacionarse con otros creyentes. También puede mantenerse en contacto con él por teléfono.

Ayúdele a crecer en la gracia

Debe usted ayudar al recién convertido a comenzar de inmediato a ocuparse en aquello que le ayudará a crecer en la gracia. Consideraremos tres hábitos esenciales que debe desarrollar.

El primero es el hábito de la oración diaria. La oración es comunión con el Señor — adorarle, amarle, y conversar con El. Impulse al recién convertido a iniciar una vida de oración apartando unos momentos diarios para orar. Si es posible, déle ejemplo en momentos de oración y adoración junto con él. Ore por él en sus momentos regulares de oración.

El segundo es el de la lectura diaria y el estudio de la Palabra de Dios. Ayúdele a su convertido a separar unos momentos diarios para leer la Palabra de Dios. Puede comenzar leyendo el Evangelio según San Marcos, luego el de San Juan. Podría también impulsarlo a que estudiara uno de los cursos del ICI en un grupo de estudio bíblico de hogar. Recomendamos el curso Su nueva vida, muy útil para recién convertidos.

Además, impulse al recién convertido a procurar y a recibir la plenitud del Espíritu Santo. La promesa de Dios respecto al don del Espíritu Santo es para todo creyente (Hechos 2:39). El bautismo del Espíritu Santo es la puerta para una vida de plenitud espiritual. Hace que la oración y el estudio bíblico sean más que un simple deber -¡son una realización, un gozo! El Espíritu Santo que desciende sobre el creyente en poder le ayuda a crecer en la gracia (Juan 14:17; Lucas 24:49).

El tercer buen hábito, tanto para recién convertidos como para creyentes maduros, consiste en asistir a los cultos de la iglesia con regularidad. La vida espiritual se fortalece al reunirse con otros creyentes en el nombre de Jesucristo para adorar y oír la predicación de la Palabra de Dios. Además, el compañerismo con otros creyentes ayuda al proceso de crecimiento.

Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregamos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca (Hebreos 10:24-25).

ENTRENE AL RECIEN CONVERTIDO

Hágalo discípulo

Hemos de llevarle el evangelio a toda la gente del mundo y conducirla a una experiencia de salvación por la fe en Jesucristo. Debemos dirigirlos hacia el compañerismo de su iglesia y entrenarlos para que sean discípulos responsables y fructíferos Los discípulos son aprendices de la verdad bíblica seguidores del Señor Jesucristo.

El simple anuncio de las Buenas Nuevas, o incluso ganar a la gente para Cristo, no es suficiente. La evangelización debe conducir a la obra de nutrir o hacer discípulos a los convertidos. Deben ser entrenados. Invite a los recién convertidos a una clase de entrenamiento para nuevos creyentes. Quizá su iglesia imparta una clase especial como esa durante la hora de escuela dominical o en otro día y hora. Si no la han organizado, pídale a su pastor que se hagan los arreglos necesarios.

En esta clase se presentan las principales doctrinas de la fe cristiana a los recién convertidos. El curso de Vida Cristiana del ICI, Esto creemos, es ideal para esta clase. Pueden estudiar otros cursos también, así como participar en discusiones sobre cómo desarrollarse en la vida cristiana, las cuales son útiles para todos. Al tomar estos cursos junto con sus convertidos, logrará usted mayor conocimiento espiritual que le será útil en la obra de Dios en dondequiera que se encuentre.

Otro paso consiste en el programa de preparación de recién convertidos para administrarles el bautismo en agua. Necesitan comprender que el bautismo constituye un acto público de confesión del Señor como Salvador. Así su experiencia cobrará significado. También pueden impartirse clases especiales sobre este tema.

También es de importancia una clase de preparación de convertidos para ser recibidos como miembros de la iglesia. De esta manera aprenderán lo que es la iglesia y cómo pueden participar en sus actividades. El Programa de Vida Cristiana del ICI cuenta con un curso titulado Lo que hacen las iglesias, el cual puede usarse efectivamente en esa clase.

Muéstrele cómo evangelizar

Desafíe al recién convertido a compartir las Buenas Nuevas de inmediato. Puede comenzar diciéndoles a otros lo que Cristo ha hecho por él, y usted puede ayudarle con lo que ha aprendido en este curso. El desarrollo del arte de ganar almas desde el principio de su vida cristiana le bendecirá a él y a los demás. Al aprender a dar de lo que ha recibido de la inmensa gracia de Dios, recibirá mayor gracia. Cristo dijo: “Dad, y se os dará . . . porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lucas 6:38).

Impulse al recién convertido a comenzar allí donde se encuentra, en su casa y con sus vecinos. En Marcos 5:1-20 se narra la historia de un hombre poseído por malos espíritus. Llevaba una vida miserable cuando Cristo llegó y lo liberó. El hombre le suplicó al Señor que lo llevara en sus viajes y ministerio. Pero el Maestro le dijo: “Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.”

El hombre obedeció. San Marcos dice que “se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban”. Este hombre evangelizó en los alrededores donde la gente conocía su antigua forma de vida (Marcos 5:1-20). Este es un buen ejemplo que debe seguir el recién convertido. Enséñele a evangelizar donde el Señor lo ha puesto. ¡Sus amigos y compañeros necesitan oír el evangelio de sus labios!

Estimule al convertido a evangelizar a su propia familia. La promesa de Hechos 16:31 también es para él. Noé, su esposa, sus tres hijos y nueras entraron en el arca para escaparse del diluvio del juicio divino. Dios proveyó el arca para toda la familia de Noé, y aún está interesado en salvar a familias enteras. A menudo, a través de contactos con familiares, se han extendido las Buenas Nuevas.

Otro medio para la evangelización consiste en organizarlos en equipos. Cuando un creyente maduro y otro recién convertido se ocupan juntos en la visitación logran cierta ventaja, ya que pueden visitar a los amigos o contactos inconversos. El creyente maduro está bien familiarizado con la Biblia y la vida cristiana; el recién convertido, por otro lado, probablemente tenga más contactos y nexos con los inconversos. Pueden combinar sus fuerzas para alcanzar a los perdidos.

Ayúdele a convertirse en líder laico

En todas partes la iglesia necesita contar con más líderes laicos entrenados. En la lección 3 estudió las dos clases de obreros laicos. Unos ayudan principalmente en las actividades de la iglesia, en tanto que otros se ocupan de evangelizar a los inconversos. Ambas clases de laicos se necesitan en la obra cristiana de todo el mundo.

Cuando usted gana a una persona para Cristo, debería considerarla primero como recién convertido que necesita instrucción de la Palabra de Dios. Después puede considerarlo como obrero de la iglesia. Se gozará trabajando para el Señor así como usted también se goza. Por tanto, es buena idea impulsar al recién convertido a inscribirse en las clases. El ICI cuenta con cursos de entrenamiento en la Biblia y en la obra cristiana. Pueden estudiarse individualmente o en una clase junto con otros.

Cuando inicie su entrenamiento y el del convertido, recuerde que su pastor es la cabeza de su iglesia local. Una de las funciones más importantes del pastor y sus ayudantes consiste en “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio” (Efesios 4:12). El pastor, sin embargo, no puede ni desea hacer todo él solo. Una iglesia creciente necesita que muchos obreros laicos entrenados dediquen sus energías y capacidades para la evangelización y nutrición de los recién convertidos. Los obreros voluntarios, sin sueldo, son indispensables y muy valiosos en cada departamento de la iglesia como líderes de grupos de oración y estudio bíblico.

¡QUE CADA UNO GANE DOS!

Los antiguos emperadores chinos proclamaban que gobernaban por mandato directo del cielo. La Biblia nos habla de dos verdaderos mandatos del cielo.

El mandato de poblar la tierra fue dado a los seres humanos en el momento de la creación. Dios tenía el propósito de que la tierra fuera poblada de acuerdo con sus recursos. Los seres humanos deben ejercitar un control sabio de la tierra porque sus recursos son limitados. Dios espera que la gente y sus gobiernos ejerzan una mayordomía adecuada de la tierra.

Los creyentes nacidos de nuevo tienen un mandato adicional, dado por Cristo mismo. Es el mandato de la evangelización, o la Gran Comisión. Repase lo que estudió sobre la Gran Comisión en la lección 1. Tristemente, muchos creyentes nunca han obedecido a plenitud este gran mandato.

Jesucristo ha impuesto sobre la iglesia la responsabilidad de la obediencia a tal mandato. Como creyentes y líderes de la iglesia debemos ser mayordomos de nuestro tiempo, capacidades, fondos económicos, y otros recursos en relación con este mandato de evangelizar. Tenemos la responsabilidad de alcanzar a nuestra generación. La única manera de lograrlo consiste en que los creyentes y los líderes se rindan al Espíritu Santo y participen en la evangelización y el establecimiento de iglesias.

¿Es posible verdaderamente cumplir la Gran Comisión? ¡Sí! Si cada creyente ganara a dos personas para el Señor en su vida, y si cada futuro convertido a su vez ganara a dos más, es posible el cumplimiento de este mandato.

Quizá usted pregunte: “¿Por qué sugiere que cada creyente gane a dos convertidos?”

He aquí nuestra respuesta: Si cada creyente ganara sólo a un incrédulo durante su vida y cada convertido, a su vez, ganara a otro, el número total de convertidos sería una simple suma. Si usted gana al incrédulo A, y éste gana al B, y éste gana al C, y éste gana al D, sólo cuatro personas además de usted se ganarían para Cristo en cuatro etapas.

Sin embargo, si usted y cada convertido ganan a otros dos, el número de convertidos se duplicaría durante cada etapa de la obra personal de ganar almas. En cuatro etapas, no sólo ganarían a cuatro convertidos, ¡sino a treinta!

De acuerdo con el diagrama puede usted observar las posibilidades de ganar a multitudes para Cristo.

La evangelización y el entrenamiento de dos personas es una posibilidad muy factible. Si cada convertido ganara por lo menos a otros dos, en sucesión ininterrumpida, más de 4 mil millones de personas podrían ganarse en los años de su vida en menos de 40 etapas de ganancia de almas. El cumplimiento de la Gran Comisión queda dentro de lo posible por la obediencia a sus estipulaciones y por la capacitación del Espíritu Santo.

La tarea es muy grande. ¡Cuán variado es nuestro mundo con más de 210 naciones y 4 mil tribus! Con todo, la verdad de la Palabra de Dios se aplica a todas las personas. Compartimos un evangelio universal que puede suplir las necesidades de todas las personas en todas partes.

El Espíritu Santo comprende el corazón de cada persona. Desea usarle a usted y a los que usted gane en la proclamación activa de las Buenas Nuevas. El confirmará la Palabra al presentarla usted.

Y ellos [los discípulos], saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían (Marcos 16:20).

¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad (Hebreos 2:3-4).