Juan 16–17

La obra del Espíritu Santo

Lea Juan 16:4–15. Cuando Jesús participó con sus discípulos de la Santa Cena, cinco veces mencionó al Espíritu Santo. (Lea Juan 14:16–17, 26; 15:26; 16:7–15.) En los primeros tres versículos, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se incluyen juntamente para que entendamos que los tres son verdaderamente un Dios.

La palabra que aquí se traduce como “Consolador” es el término griego paracleto. Este significa un consejero o abogado llamado para defender a una persona que esté siendo enjuiciada, alguien que está al lado de una persona para defenderla y aconsejarla. El Espíritu Santo lo hace por nosotros: Nos
defiende, nos aconseja. Es el Espíritu de verdad que nos enseña y nos guía a toda verdad.

El Espíritu Santo le hace ver al mundo cuán malo es el pecado. Él permite que veamos la necesidad que tenemos de Jesús en nuestro corazón. Él irradia la luz de Dios en nosotros para que veamos las áreas que debemos cambiar. Él abre nuestro entendimiento para que veamos el amor de Dios hacia nosotros y la nueva vida que nos espera a medida que andamos en comunión con el Salvador. El Espíritu de Dios trajo orden en la Creación, y ahora su trabajo es traer orden en nuestra vida.

La tristeza se convertirá en gozo

Lea Juan 16:16–24. Los discípulos estaban tristes porque Jesús los iba a dejar. Pero les dio una promesa maravillosa a todos sus seguidores. Juan 16:23 registra las palabras de Jesús: “Todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará.”

Si le pidiéramos algo a una persona importante, no nos lo daría si no nos conociese. Pero si se nos diera el derecho de pedir en nombre del presidente de nuestra nación, todos correrían a conseguirnos lo que pidiéramos. Seguramente que Dios el Padre hará lo que su Hijo le pida. Cuando dejamos que
Cristo more en nosotros, podemos orar en su nombre y pedir las mismas cosas por las que Él oraría. Entonces podemos estar seguros de obtener la respuesta.

Victoria sobre el mundo

Lea Juan 16:25–33. Jesús sabía que en unas cuantas horas lo arrestarían y sus discípulos se dispersarían para salvar sus vidas. Él les dijo lo que iba a suceder. Quería que supieran que su muerte y sufrimientos no eran una derrota. Formaban parte del plan de Dios. Por medio de su sufrimiento y su muerte las almas se podrían salvar, el pecado y Satanás serian derrotados, y se proporcionaría una nueva esperanza para la raza humana.

Los discípulos también iban a sufrir. Jesús les recordó que permanecieran en Él y que Él les ayudaría. Todos aquellos que siguen a Jesús experimentarán dificultades y sufrirán en este mundo, pero el Espíritu Santo será nuestro Ayudador. Nuestra victoria no descansa en lo que nosotros podamos hacer por nosotros mismos, sino en lo que Él hace por nosotros. Él está con nosotros para darnos valor, fortaleza y paz en momentos de sufrimiento. Nuestro sufrimiento por la causa de Jesús durará sólo por un poco de tiempo; después reinaremos con Él con un gozo eterno. Jesús nos anima: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).

Jesús ora por sus discipulos

Lea Juan 17. Juan capítulo 17 contiene la oración que Jesús elevó por sus seguidores antes de ser arrestado. Ya había terminado su obra de enseñar y predicar. Por medio de Él sus seguidores se habían familiarizado con Dios. Él les había dado vida eterna. Jesús oró por sus discípulos: “Y esta es la
vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).

Se había cumplido el tiempo para que Jesús muriera por los pecados del mundo. Presentó a su Padre los hombres a quienes Dios le había dado de entre el mundo. Todavía vivían en él, pero ya no formaban parte de su sistema malvado, perverso. Vivían para Dios en lugar de vivir para los placeres del mundo, del poder o de la fama.

Guárdalos

Lea Juan 17:9–20. Jesús habló acerca de los hombres que Dios le había dado del mundo. Los discípulos de Jesús no habían nacido santos, o canonizados. Ellos necesitaban ser salvos igual que los demás. En un principio, después de obedecer el llamado del Señor, ellos no tenían idea de que Jesús fuese el Mesías. Pero después, se sometieron a una voluntad y un propósito más grandes que los de ellos. Ellos iban a proclamar la salvación que habían encontrado.

Jesús sabía que esa misma noche dejaría a sus discípulos. Oró a Dios para que los guardara a salvo. Jesús sabía que después de dejarlos, todos serían tentados a abandonar lo que Él les había enseñado y volverían a sus antiguos oficios. Después de la resurrección, Jesús fortaleció a los discípulos durante los cuarenta días que habló con ellos.

Satanás no nos puede alejar de Dios, pero sí trata de que nos apartemos de Él y volvamos al pecado. Después que usted decida vivir para Cristo, no olvide que Jesús está con usted y vive en su corazón. Usted tiene una vida nueva de parte de Dios, que puede ser fortalecida con la Palabra de Dios, la
oración, y la comunión con otros cristianos. Recuerde que Jesús ha orado por usted y está orando en este mismo momento. Él nunca lo dejará.

Hebreos 7:25 dice: “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”. Jesús no le pide a Dios que nos quite del mundo para que no suframos. Tenemos mucho trabajo. Él nos ha enviado al mundo con el mensaje de salvación.

Varias veces en este capítulo, Jesús enseñó que Él les dio a sus seguidores la verdadera Palabra de Dios: versículos 8, 14, 17. En el versículo 17 se nos dice que hemos de pasar a ser propiedad de Dios por medio de su Palabra.

Jesús dijo también que Él había enviado a sus seguidores al mundo así como Dios lo había enviado a Él. Jesús vino a buscar y a salvar a los perdidos. Y así nosotros como cristianos debemos tratar de ganar a otros para el Señor. Necesitamos darles la Palabra de Dios en las iglesias, en las escuelas,
por medio de la literatura, la radio y el testimonio personal. Debemos observar una vida cristiana verdadera ante ellos para enseñarles el camino de la vida.

Jesús ora por todos los creyentes

Para que sean uno

Lea Juan 17:20–33. Jesús estaba orando no solamente por sus discípulos que vivían en ese tiempo, sino por todos los que creerían en Él. Es decir, por usted. Jesús oró para que todos sus seguidores fueran uno solo. Quería que vivieran y trabajaran unidos. No es bueno para los cristianos estar divididos.

Hay muchas iglesias diferentes, pero los feligreses pueden vivir en paz si están dispuestos a poner a Cristo en primer lugar. Algunas personas dicen que todas las iglesias deberían formar una sola iglesia, pero no podrá ocurrir mientras las iglesias profesen credos diferentes, y no todas esas creencias se basan en la Biblia.

No podemos unirnos a una iglesia que no crea lo que Jesús enseñó. Creemos que Jesús es el Hijo de Dios, nacido de la virgen María, y que su muerte por nosotros es lo único que nos puede salvar del pecado. Debemos estar de acuerdo en estas creencias importantes si hemos de “ser uno”. Amós 3:3
pregunta: “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?”.

Jesús oró para que fuésemos uno en Él y en el Padre. Estar en Cristo es esencial para la unidad cristiana. Si usted quiere compañerismo cristiano y ayuda espiritual, únase a una iglesia que crea, enseñe y obedezca la Biblia: una iglesia en donde la presencia de Cristo sea real.

Para que estén conmigo

Lea Juan 17:24–26. Jesús terminó su oración diciendo que quería que sus seguidores estuvieran con Él dondequiera que Él estuviera. Un día iremos a estar con Él. El libro de Apocalipsis describe a todos los salvados compareciendo ante el trono de Dios y cantando alabanzas a Jesús, el Cordero que fue inmolado.

No sabemos cuándo seremos llamados para estar con el Señor. Mientras tanto, debemos vivir cada día de tal manera que le agrade a Dios. Entonces no temeremos a la muerte, porque sabremos que ésta es sólo una puerta por medio de la cual entraremos en la presencia de Dios. 1 Tesalonicenses 4:16–18, promete:

Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo
resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.

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