Quién es Jesús 4: Jesús, el Hijo del Hombre
En todo el universo, Jesús es único. No hay otra persona como Él, pues es tanto Dios como hombre. Esto es lo que nos enseña la Biblia.
Pero, ¿por qué desearía Jesús convertirse en hombre? Lo que Él hizo sería comparable a un hombre rico dejando su hermosa mansión y todo lo que tenía para llegar a ser pobre y vivir en miseria. Sería como un gran rey poderoso dejando a todos los que le respetan y obedecen para llegar a ser despreciado y aborrecido.
Mas Jesús hizo todo esto, y aun más. Por su propia voluntad Él dejó su puesto divino con Dios el Padre. Él quiso tomar la forma de hombre. De hecho, el título “Hijo del Hombre” llega a ser el que usaba con más frecuencia cuando se refería a sí mismo. Aparece 79 veces en los evangelios.
¿Qué ocurrió cuando Jesús se unió con la raza humana? ¿Perdió algo de su deidad cuando se convirtió en hombre? ¿Podía llegar a ser un hombre verdadero y a la vez seguir siendo Dios?
En esta lección veremos lo que la Biblia enseña acerca de estos temas. Las verdades que estudiaremos son de gran importancia. Descubriremos que nuestra salvación depende no solo del hecho de que Jesús fue completamente Dios, pero también de que fue completamente hombre.
Cómo se hizo hombre el Hijo de Dios
Encarnación se deriva de dos palabras que significan en la carne. Dios vino al mundo en forma humana. Jesucristo, el Hijo de Dios, es Dios encarnado, deidad vestida de humanidad.
El título “Hijo del Hombre” nos habla en especial de la encarnación de Jesús y de su misión como representante de la humanidad.
Hijo del Hombre es un título mesiánico de las profecías del Antiguo Testamento. En hebreo es Ben Adham, lo cual puede traducirse como “Hijo de Adán”, “Hijo del Hombre”, o “Hijo de la Humanidad”. Recalca cuatro cosas relativas a Jesús:
1. Jesús fue un hombre real. Su cuerpo no fue una simple figura en la cual Dios se aparecía. Tenía una verdadera naturaleza humana.
2. Jesús, el Hijo de Adán, es la simiente de la mujer que fuera prometida a Adán y Eva; la descendencia de ellos que derrotaría a Satanás.
3. Jesús, el Hijo de Adán, pertenece a la totalidad de la
raza humana. Es el Mesías para toda la humanidad, no solamente para una nación en un determinado tiempo
o lugar.
4. Jesús vino a la tierra en cumplimiento de una misión que Él sólo podía llevar a cabo como verdadero representante de la raza humana.
Nacimiento virginal
¿Por medio de qué hecho o milagro el Hijo de Dios llegó a ser el Hijo del Hombre? Él tuvo que nacer, porque todo ser humano nace, y Él lo era. Sin embargo, había una diferencia importante. Para que Jesús pudiera nacer como descendiente de Adán, fue necesario que tuviera una madre humana. Pero no tuvo padre humano. Dios fue su Padre. Por el milagro del nacimiento virginal profetizado por Isaías, Dios vino a morar entre los hombres y ser uno de ellos.
Lucas, el médico, hizo una investigación de los hechos, y escribió lo siguiente sobre el nacimiento de Jesús:
Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.
Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios…Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor: hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia. (Lucas 1:26–35, 38)
Mateo, uno de los discípulos de Jesús, cuenta lo que sucedió cuando el prometido de María se enteró de que estaba encinta:
José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.
Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS. (Mateo 1:19–25)
El decir que Jesús se hizo hombre, no significa que Dios se transformó en un hombre, o que dejó de ser Dios cuando se hizo hombre. Dios el Hijo siguió siendo Dios. En su condición de Hijo del Hombre, Él hizo algo que nunca antes había hecho: Como Dios, tomó una nueva naturaleza, la naturaleza humana, uniéndola a la naturaleza divina en una misma e idéntica persona, Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. A esto lo llamamos la encarnación.
Él aceptó limitaciones humanas
Para llegar a ser verdadero hombre y representante nuestro, Jesús se limitó a sí mismo a:
1. un cuerpo humano y una naturaleza humana.
2. las condiciones de vida existentes entre los hombres.
3. los recursos espirituales que son accesibles a todos.
Un cuerpo humano y una naturaleza humana. Jesús se despojó de su inmortalidad, y asumió un cuerpo humano con todas sus debilidades. Quedó expuesto a las enfermedades, los sufrimientos, y la muerte. A menudo tuvo hambre, sed y cansancio. Conoció tristezas, desilusiones, frustraciones y
angustias. Experimentó los gozos y los temores humanos.
Las condiciones de vida existentes entre los hombres. El Creador del universo se despojó de su poder para transformarse en un niño indefenso. La fuente de todo saber y conocimiento fue a la escuela y aprendió a leer, escribir, y estudiar la Palabra de Dios. Trabajó como carpintero. Abandonó su trono en la gloria, donde los ángeles todos lo adoraban, para ocupar el lugar de un siervo. Fue escarnecido, ridiculizado, perseguido. Entregó finalmente su vida misma, en un acto de servicio y sacrificio por otros.
Los recursos espirituales que son accesibles a todos. Jesús nos mostró el modelo de Dios para nosotros, al limitarse Él mismo al poder y métodos espirituales disponibles para todos nosotros. Él oraba y Dios contestaba sus oraciones. Él dependía de Dios para tener fuerza y poder. Iba a la casa de Dios y estudiaba su Palabra. Cuando Satanás lo tentó para que pecara, Jesús citó la Biblia y la aplicó a las circunstancias. Él les decía a todos que sus milagros los hacía el Espíritu de Dios que obraba por su intermedio, y su enseñanza no era otra cosa que lo que Dios le decía que dijera.
Pablo, escribiendo a los filipenses, hace una descripción de cómo Jesús se humilló voluntariamente para llegar a ser nuestro Salvador, y cómo Dios lo ha exaltado, y lo exaltará aun. Según Filipenses 2:6–11:
El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Él vivió una vida perfecta
Jesús vivió una vida perfecta. En Él no hubo ninguna falla ni debilidad. A medida que Jesús crecía, tuvo que hacer frente a todas las tentaciones que los demás muchachos y hombres jóvenes enfrentaban; pero Él permaneció puro, recto, integro, lleno de amor a Dios y a los demás.
Jesús le tenía un odio profundo al pecado y hablaba en contra del mismo, pero amaba al pecador. Era conocido como amigo de pecadores. No obstante, jamás pecó. Transformaba a los pecadores, pero éstos nunca lo transformaron a Él.
La vida perfecta de Jesús era parte de su misión como Hijo del Hombre. Como representante de la raza humana, cumplió toda la ley de Dios. Se ganó el derecho a todas las bendiciones prometidas a quienes guardan las leyes divinas, es decir, a la vida eterna y la felicidad en el hogar celestial. Llenó los requisitos para ser nuestro sustituto perfecto para: 1) llevar sobre sí mismo nuestros delitos y morir por nuestros pecados, y 2) concedernos su justificación (buena relación con Dios) y todas las bendiciones prometidas a aquellos que guardan las leyes divinas.
Satanás trató de inducir a Jesús a que pecara, y de esa manera hacerlo desviar de su misión. Pero Jesús rechazó toda tentación y siguió adelante con su misión para salvarnos. La bondad de Jesús no fue solamente negativa (ausencia de maldad). Fue una entrega positiva a la voluntad de Dios. No sólo se negó a hacer lo malo, sino que estuvo por entero dedicado a lo que era justo. Era el amor encarnado, y lo evidenciaba por medio de la acción.
Jesús empezó su ministerio a la edad de 30 años. Enseñó a la gente respecto de Dios, y de cómo podrían tener parte en su reino. Fue el más grande profeta y maestro que el mundo haya conocido. Con nada más que un toque o una orden, sanaba a cientos de enfermos. Los pecadores venían a Él y recibían perdón, paz, purificación de pecados, y una maravillosa vida nueva plena de su amor.
Pedro testificó de…“cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos 10:38).
Pero los dirigentes religiosos de los días de Jesús estaban celosos de Él y se negaron a aceptarlo como el Mesías. Lo acusaron falsamente y lograron hacerlo crucificar (tal cual lo había profetizado Isaías). Fue clavado a una cruz como un vulgar delincuente, entre dos criminales. Y mientras Jesús
moría, la gente que Él vino a salvar, se mofaba de Él. A pesar de todo, Jesús los amaba y oró: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).
La vida perfecta de Jesús no terminó en la tumba. Dios Padre lo resucitó al tercer día; y después de cuarenta días más de estar en la tierra, volvió al cielo, donde es ahora nuestro representante. Y desde allí volverá a la tierra algún día, para gobernar este mundo en un ambiente de justicia perfecta y
paz permanente.
Por qué se hizo hombre el Hijo de Dios
¿Por qué Dios se hizo hombre? ¿Por qué tomó un cuerpo humano, y agregó una naturaleza humana a su naturaleza divina? ¿Por qué fue necesaria la encarnación? Estas preguntas se contestan con cuatro palabras: 1) Revelación, 2) Preparación, 3) Sustitución, 4) Mediación.
Revelación
Jesús vivió como un hombre para que nosotros pudiéramos saber cómo es Dios. En Él podemos ver reflejado el carácter de Dios. Conociendo a Jesús, podemos conocer a Dios.
El Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos ver lo que puede ser un hombre en estado de perfección. En la vida y carácter perfectos de Jesús tenemos un modelo para la humanidad, lo que llegaremos a ser bajo el gran plan de Dios para nosotros. Él es nuestro ejemplo. Él es el modelo por el cual se evalúan nuestras palabras, nuestros pensamientos y nuestras acciones. Él nos hace ver el tipo de vida que podemos tener cuando Él vive en nosotros, haciéndonos hijos de Dios.
La vida de Jesús fue una demostración cabal de que Él era realmente idóneo para desempeñar su misión. Por su vida sin pecado quedó demostrado que Él era digno de ser nuestro sustituto. Su poder, su sabiduría y su amor son demostraciones evidentes de que Él llena todos los requisitos para ser
nuestro Rey.
Preparación
La vida de Jesús, como hombre, fue una preparación necesaria para su misión. Su experiencia le permitió comprender la naturaleza humana, lo cual lo preparó para ser nuestro representante y nuestro juez.
Para poder ser nuestro Sacerdote, Jesús tuvo antes que llegar a ser un hombre. Compartió nuestras debilidades. Comprende nuestros problemas. Por medio de su propio sufrimiento supo cuál es el precio de la obediencia. Jesús oró por sus seguidores mientras estuvo en la tierra. Y en la actualidad, teniendo un claro conocimiento de nuestras necesidades, Él ora en el cielo por nosotros.
Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados. (Hebreos 2:17–18)
Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. (Hebreos 4:14–16)
La experiencia que tuvo Jesús como hombre lo preparó para gobernar a los hombres. El Hijo del Hombre, como representante perfecto de la raza adámica, será su soberano. Será un Rey perfecto porque es consciente de nuestras necesidades. Nos comprende. Y porque murió en favor nuestro,
tiene el derecho al gobierno de nuestras vidas. En la actualidad, Él reina en el corazón de todos aquellos que lo aceptan. Algún día Él gobernará el mundo por el cual murió.
Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días,
y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido. (Daniel 7:13–14)
Sustitución
Jesús nació para morir. Toda la raza humana había pecado, y cada uno de nosotros estaba condenado a morir eternamente. Dios podía salvarnos solamente tomando sobre sí nuestro castigo. Pero como era Dios, no podía morir. Así que se hizo hombre para morir en nuestro lugar y salvarnos de
nuestros pecados.
La obra de Jesús fue más allá de ocupar nuestro lugar en la cruz. Resucitó de entre los muertos, y a todos los que lo aceptan les ofrece un sitio en su reino eterno. Nos asocia a sí mismo para que podamos compartir con Él todos los derechos que le corresponden como Hijo de Dios.
Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos…habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos. Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos.
Y de nuevo: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio. Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban
durante toda la vida sujetos a servidumbre. (Hebreos 2:9–11; 13–15)
Mediación
Jesús se hizo hombre para poner en contacto a Dios y al Hombre. El pecado había abierto una brecha imposible de franquear entre un Dios santo y el hombre corrupto y rebelde. Pero el amor de Dios encontró la manera de tender un puente sobre el abismo, y traer de vuelta así al hombre a Dios. Jesús vino a ser el Mediador de un nuevo pacto, o acuerdo, entre Dios y el hombre.
Pablo escribió: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos” (1 Timoteo 2:5–6).
En los días del Nuevo Testamento, los tribunales designaban un mediador para que representara a quien hubiera ido a la bancarrota, y se hiciese cargo de todos sus asuntos. El mediador era responsable de que se les pagara a todos los acreedores lo que les correspondiera en su totalidad. Si los
haberes del que había quebrado no alcanzaban para pagar sus deudas, el mediador debía entonces suplir la diferencia de su propio peculio.
¡Qué hermosa figura de Jesús! Él es nuestro Mediador ante Dios. Su muerte cubre todas nuestras deudas de pecado, y en Él estamos libres del pecado y de la culpabilidad que nos separaba de Dios. Su cruz se extiende como un puente sobre el abismo. Él nos da una naturaleza nueva, que es su naturaleza, y nos hace hijos de Dios. Al apropiarse nuestra naturaleza humana, Jesús llega hasta nosotros y nos eleva a un mundo mejor. El
Hijo de Dios llegó a ser el Hijo del Hombre, para que nosotros pudiéramos llegar a ser hijos de Dios.
Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. (Gálatas 4:4–5)
Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu. (1 Pedro 3:18)