¿Por Qué se Debe Evangelizar?

Imagínese un trigal listo para la cosecha, con negros nubarrones a la distancia. Sólo unos cuantos obreros cosechan el grano. ¿Qué ocurrirá? ¡Gran parte de la cosecha se perderá!

Jesús comparó las multitudes del mundo con un sembradío listo para la cosecha. ¡Desea que sean salvos antes de que sea demasiado tarde! Les dijo a sus seguidores: “Rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies” y luego les ordenó: “Id; he aquí yo os envío . . .” (Lucas 10:2-3).

Jesús está llamando a sus seguidores hoy a que vayan a los campos donde se encuentra la gente a participar en la cosecha espiritual de almas. ¡Desea que evangelicemos!

En esta primera lección descubrirá usted razones de por qué la evangelización, como la cosecha, es de suma importancia. Descubrirá por qué es necesario, y por qué usted debe participar en esta obra del Señor.

EL DESAFIO ES GRANDE

Ya ha leído usted en Lucas 10:2 la descripción que Cristo dio de la cosecha. Está “madura” y es “mucha”. Este es un cuadro de la gente en tiempos de Cristo y en los nuestros. Consideremos ahora este cuadro con mayor cuidado.

La población mundial va en aumento

Quizá haya usted viajado en alguna ocasión en un ómnibus o tren repleto de pasajeros. ¿Recuerda lo que experimentó? No había asientos desocupados. Quizá viajó de pie junto a muchos otros, ¡y hasta quienes iban de pie se apretujaban incómodamente! Muchos países se hallan cada vez más poblados. Aunque a diario se construyen edificios muy altos, no hay casas suficientes para todos.

Al haber más personas, lógicamente, aumenta la población mundial. En 1930 la población mundial ascendía a 2 mil millones de personas. Actualmente rebasa los 4 mil millones. En sólo 50 años ha aumentado en 2 mil millones. Sin embargo, para el ano 2000 quizá la población mundial llegue a los 6 mil millones—¡un aumento de otros 2 mil millones en solo 20 años!

(Que significan estas cifras para usted como creyente en Cristo? Comprenderá de inmediato que la mayoría de los que le rodean no han sido salvos. Comprenderá, también, que hoy existen más inconversos que en cualquier generación anterior. Todo significa que se necesita a cada creyente para que les cuente a otros acerca del Salvador.

Cierto predicador, en Asia, contó en cierta ocasión la historia de Cristo del pastor con las cien ovejas. Una se perdió. Dejando las noventa v nueve en un lugar seguro, el fiel pastor se fue en busca de la perdida. Por fin la encontró y la rescató. ¡Se alegró mucho! Llamó a sus amigos y vecinos para que se alegraran junto con él.

Sin embargo, dijo el predicador, “en nuestro país sucede lo contrario. Sólo una oveja está en el aprisco y las noventa y nueve están perdidas. Sólo unas cuantas personas han sido salvas. Es necesario encontrar a las demás para llevarlas al Salvador”.

Las personas están perdidas

¿Se ha perdido usted alguna vez? Entonces, recordará cuán impotente y solo se sintió. No sabía a dónde ir. Necesitaba que alguien más le ayudara a encontrar su rumbo de nuevo.

Jesucristo usó la palabra perdida para describir la condición espiritual de los inconversos. Esta condición no tiene nada que ver con su posición social. Pueden ser personas bien educadas, respetuosas de la ley, pero aun así estar perdidas espiritualmente. Ya sean ricas o pobres, si no tienen a Cristo en su vida están perdidas. ¡Lo más triste de esta condición perdida radica en que muchos no se dan cuenta de que están perdidos!

Cierto hombre viajaba en un tren. Su boleto le daba derecho a un cómodo asiento. Disfrutaba del bello paisaje cuando se le acercó el inspector de boletos. ¡Entonces recibió la desagradable sorpresa de que había abordado el tren que lo llevaba en rumbo opuesto al suyo! Muchos son como este viajero. Van en rumbo opuesto al debido, pero no se han dado cuenta. Quizá sean muy sinceros en lo que creen que es correcto, pero el serlo no basta. Necesitan tomar el rumbo hacía el camino de salvación.

¿Ha tratado de imaginarse cómo se siente Jesucristo al ver a los perdidos?

Cierta dama estaba muy ocupada en sus quehaceres, cuando sus dos niñitas le pidieron permiso para ver un desfile que pasaría esa tarde a sólo dos cuadras de su casa. Se los concedió con la condición de que se quedaran en la esquina de la calle más cercana a su casa. Poco después cambió de opinión. Entre tanto bullicio quizá serian apretujadas por la multitud, y al anochecer quizá se perderían. Creyó necesario ir a buscarlas de inmediato antes de que la multitud se dispersara. Dejando todo el quehacer, caminó de prisa hacia la esquina. Para su consternación, no las encontró allí. Comenzó a buscarlas entre el gentío, llamándolas por sus nombres, pero no las pudo encontrar. Ya muy preocupada, forcejeando logró ubicarse al frente de la fila, en donde caminó a la par del desfile, pensando: Si no las puedo ver, quizá ellas logren verme.

Después del desfile, la gente comenzó a dispersarse. Desesperada, la señora se subió a una plataforma con la esperanza de que sus niñas la vieran. ¡Pero no daban señales de andar por ahí! Sin saber qué hacer, regresó corriendo a su casa, la cual había dejado abierta. ¡Cuán alegre se sintió al ver a sus hijas sanas y salvas en casa! Un amigo les había mostrado el camino de regreso a casa.

Después la señora pensó: Casi siempre me he considerado como una persona tímida, vergonzosa, por lo que no me gusta aparecer en publico. Pero cuando pensé en que mis hijas estaban perdidas, me olvidé de mí misma, de mi trabajo, de mi casa. Sólo pensaba en encontrarlas. ¿Acaso no debo preocuparme de igual manera por las almas que se pierden eternamente? De seguro Cristo se preocupa por estas almas aún más de lo que yo me preocupé por mis hijas. El murió para salvarlas, pero me necesita a mí para mostrarles el camino. No debo ocuparme al extremo ni pensar demasiado en mi misma como para dejar de ir a buscarlas.

Las personas padecen necesidades

Por más que pienso, no puedo recordar a ninguna persona que no padezca algún tipo de necesidad. ¿Puede usted mencionar a alguna? Incluso las familias ricas padecen necesidades. Un rico puede tener todo lo que se compra con dinero. Puede tener abundancia de comida, ropa, muchas casas, propiedades y vehículos. Mas a pesar de todo puede sentirse muy triste porque su único hijo está muy enfermo.

Las necesidades de la gente son muy variadas. En el ejemplo anterior, las necesidades eran físicas y emocionales. El hijo necesitaba sanidad y su padre consuelo. Para muchas personas las necesidades materiales son de suma importancia. Centenares de miles de personas padecen necesidades básicas como alimento, ropa y casa. ¡Necesitan mucha ayuda!

Otros se sienten abrumados por problemas sicológicos y mentales, no tienen gozo ni paz. Otros anhelan ser amados mientras que otros más necesitan valor y que se les levante el espíritu. Y millones de personas buscan la manera de mejorar su educación, o de ser aceptadas socialmente.

Pero la necesidad más urgente de las personas es espiritual. Alguien debe estar consciente de esa necesidad y estar dispuesto a hacer algo para supliría.

Cierta diaconisa de una iglesia muy grande de Corea fue al mercado. Allí escuchó que una mujer le contaba a otra sus problemas hogareños. La diaconisa la siguió silenciosamente hasta su casa, le dio tiempo como para que guardara lo comprado en el mercado y luego tocó a su puerta. Con mucha cortesía se presento y explicó que había oído la conversación sobre sus problemas hogareños.

Entonces le dijo que algunos amigos se reunían en su casa para orar por las necesidades de la gente. Luego le preguntó si estaba dispuesta a permitir que sus amigos oraran por ella. Cuando la mujer dijo: “Sí”, terminó esa primera visita.

Después que el grupo oró por esa necesidad, la diaconisa regresó a la casa de aquella mujer, quien la recibió muy alegre. Ya Dios estaba contestando la oración. El problema consistía en que su esposo, quien era maestro, y ella estaban pensando divorciarse debido a problemas matrimoniales. Pero todo había comenzado a cambiar. La diaconisa compartió la alegría de la mujer y la invitó a Cristo, y ella también ganó a su esposo para el Señor.

La diaconisa estaba alerta a las necesidades de la gente. Gracias a ello, hoy el maestro y su esposa son miembros de una iglesia y directores de un grupo que se reúne en una casa con el propósito de ganar almas para Cristo.

LOS PERDIDOS NECESITAN A CRISTO

Cristo es el único medio de salvación

La Biblia dice claramente que la fe en Cristo es el único medio de salvación. El dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).

Cierto hombre que cayó accidentalmente en un pozo profundo comenzó a pedir ayuda. La primera persona que pasó por allí se detuvo, pero sólo le dijo que debió haber sido más cuidadoso y hubiera evitado el accidente. La segunda persona que se detuvo lo culpó por su error. Entonces una tercera persona se detuvo y le dijo bondadosamente: Lamento mucho que estés en ese pozo profundo.”

El hombre no necesitaba consejos sabios, ni compasión. ¡Necesitaba que lo rescataran! Finalmente pasó otra persona y, al ver la desesperación del hombre, corrió a buscar sogas con las que lo sacó. Esta persona se convirtió en salvador de ese hombre.

Cristo vino a sacar a la gente del pozo profundo del pecado y a mostrarles el camino de vida. Los hombres perdidos, caídos, necesitan a un salvador semejante. Cristo no fue enviado al mundo para condenarlo, sino para que “sea salvo por él” (Juan 3:17).

Usted ha aprendido ya que las personas están perdidas espiritualmente. En Lucas 15 Cristo contó hermosas historias acerca de personas que buscaban sus valiosas pertenencias perdidas. Según Lucas 15, la historia del pastor que va en busca de la oveja perdida demuestra que Jesús “vino a buscar y a salvar” a toda persona perdida en su pecado (Lucas 19:10). Todos le son importantes al Señor; ¡todos le son de sumo valor! El “ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo” (1 Juan 4:14). Como la mujer que encendió una lámpara barrió la casa y buscó cuidadosamente hasta encontrar su moneda, nuestro Salvador busca a los perdidos.

Jesús dijo que hay gozo en el cielo cuando los perdidos se arrepienten de sus pecados (Lucas 15:7, 10), ¡porque los perdidos son hallados!

Dios quiere que todos sean salvos

Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino. y que viva (Ezequiel 33:11).

Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (1 Timoteo 2:34).

El Señor . . . es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9).

Ezequiel era un profeta del Antiguo Testamento. San Pablo, quien escribió 1 Timoteo, y San Pedro, autor de 2 Pedro, eran escritores del Nuevo Testamento. Los tres fueron inspirados por el Espíritu Santo. Por lo que escribieron sabemos que Dios desea que todos sean salvos. Quiere que los perdidos sean hallados y que se les cuide.

EL LE HA ESCOGIDO PARA EVANGELIZAR

¿Comparte la idea de que usted debe participar en la tarea de dar a conocer a Cristo ante los demás? Así lo esperamos. Jesús dijo: Yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto” (Juan 15:16). Jesús es la vid; nosotros los pámpanos. El desea que todo pámpano produzca fruto — por esta razón nos da su vida y su fuerza. Las siguientes constituyen tres razones de por qué El ha escogido a usted para que les cuente a otros acerca de El.

Cristo tiene cierto derecho sobre la gente

El es el Dios-Hombre enviado del cielo, quien creó todas las cosas (Juan 1:3). En cierta ocasión dijo: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan 12:32). Este versículo se cumplió cuando los soldados erigieron la enorme y pesada cruz en la que habían clavado a Jesús y la fijaron en la tierra. Porque en esa cruz Jesús murió por todos (Hebreos 2:9). Puesto que murió por todos, tiene cierto derecho sobre toda la gente.

Además, ese derecho de Cristo sobre toda la gente lo reclamará totalmente cuando sea honrado como Señor de todos. En Filipenses 2:10-11 leemos que en el nombre de Jesús” se doblará “toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua” confesará “que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”. Por tanto; Cristo tiene todo derecho sobre usted y la persona a quien está usted tratando de ganar para El.

La Gran Comisión aún está en vigencia

Antes de que Jesús ascendiera al cielo dio este encargo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:19-20).

Estas palabras, conocidas popularmente como la Gran Comisión, no fueron dirigidas sólo a los discípulos, sino a todos los seguidores del Señor. Mientras que existan personas en el mundo que puedan ser discípulos, las palabras de Cristo siguen en vigencia. Por ello la Gran Comisión aún está en vigencia y en efecto; nunca se ha cancelado.

La gente necesita saber acerca de Cristo

La Gran Comisión demanda obediencia. Al aplicarse a usted mismo las palabras de Cristo, comprenderá que debe compartir las Buenas Nuevas con los demás. Las Buenas Nuevas consisten en que “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Timoteo 1:15). Además, las Buenas Nuevas también proclaman que “todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Romanos 10:13). ¡No podemos dejar de contar esas buenas nuevas!

En Romanos 10:14, San Pablo, el escritor, hace una serie de preguntas, cada una relacionada con las demás. Observe cómo cada una conduce a la siguiente:

Pregunta 1: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído?”

Pregunta 2: “¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?”

Pregunta 3: “¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?”

En otras palabras, debe haber un propósito en toda obra de testimonio, porque de lo contrario la gente no tendrá la oportunidad de aceptar a Cristo.

Piense por un momento cómo oyó el mensaje por primera vez. Alguien se lo contó. Usted oyó. Creyó. Le pidió al Señor su gracia salvadora. Entonces El le salvó. No ocurrió de ninguna otra manera. De manera similar usted debe contarles a otros, darles una oportunidad de oír con claridad, de comprender plenamente, y luego de invocar la gracia salvadora en el nombre del Señor.

¿Por qué debe usted compartir las buenas nuevas? ¡El desafío es grande! ¡Los perdidos necesitan a Cristo! ¡El Maestro le ha escogido a usted para dar testimonio y hacer discípulos para El!

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