Historia de la Raza Humana
En las primeras páginas de Génesis Dios nos ha dado un registro de los orígenes del universo, el mundo, y de cada cosa que éste contiene. Los eventos que describe no son solamente de gran interés para la gente de todas partes, sino que también tienen gran significado. Ellos han tenido grandes repercusiones en toda la humanidad.
Esta lección se basa en los capítulos 1-11 de Génesis. Estos capítulos contienen la historia de algunos de los personajes más importantes de la Biblia: Adán, Eva, Satanás, Noé, Sem, y Abraham. También registran los eventos más trágicos de la historia humana: la creación del hombre y su caída en pecado, la destrucción por el diluvio de la raza humana pecadora y el escogimiento de la familia devota a través de la cual Dios llevaría a cabo sus propósitos para la humanidad.
Al estudiar esta lección, aprenderá acerca de estos personajes y eventos. Encontrará la respuesta a muchas preguntas acerca del origen del mundo y del pueblo de Dios al cual nosotros pertenecemos.
Los Origenes En Génesis
Génesis es una palabra griega que significa principio u origen. Es el nombre apropiado para el primer libro de la Biblia, porque Génesis narra el origen de cada cosa, excepto de Dios mismo quien no tuvo principio ni tendrá fin. Se relaciona con el origen de todo lo existente. Satisface la curiosidad natural del hombre acerca del pasado y de cómo fue creado el mundo. Los creyentes aceptamos sus relatos como pruebas auténticas de la creación del universo por Dios y de su propósito para el mismo. La revelación subsiguiente de Dios al hombre se basó sobre el cimiento formado por los eventos y verdades que registra. Por ejemplo, se registran citas de Génesis en 17 diferentes libros del Nuevo Testamento.
El Dios de Génesis
Génesis 1:1 dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” ¿Quién es Dios? En Génesis El se revela a sí mismo como el Creador divino, el que siempre ha existido desde la eternidad y hasta la eternidad. No tiene principio ni fin. Aunque él creó todas las cosas, su existencia está por sobre todas las cosas. Los árboles son obra de Dios, pero Dios no es un árbol. Dios creó el sol, pero el sol no es Dios.
Eventos de Génesis
En Génesis 1 se menciona cuatro veces la palabra crear (1:1, 27). Este término se usa para traducir una palabra hebrea que significa “hacer algo de la nada.” El que Dios haya creado el mundo de la nada, indica que es todopoderoso. Al comprender esta idea damos el primer paso importante hacia una mejor comprensión de nuestra relación con Dios. La Biblia enseña que por fe se comprende que Dios creó el mundo. Hebreos 11:3 dice: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.
Esta creencia en la Palabra de Dios es la base de la relación personal del creyente con Dios y de su experiencia cristiana. “Sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6). Como creyentes, debemos confiar en la Palabra de Dios, no en nuestro conocimiento frágil y parcial como humanos.
Es más importante comprender que Dios creó todo que tener una opinión exacta de dónde o cuándo ocurrieron los eventos de la creación. El autor de Génesis, por ejemplo, no presenta una tabla cronológica de los eventos. No sugiere fechas. Tampoco da detalles geográficos exactos acerca del huerto del Edén, lugar donde el hombre vivía al principio. No da detalles. Sin embargo, la verdad central es clara: Dios creó el mundo de la nada. Y sus obras se caracterizaron por propósito, diseño y orden.
Esta verdad constituye la base y el trasfondo sobre los cuales descansan la revelación de Dios que se va desenvolviendo gradualmente en la Biblia.
El hombre: obra maestra de Dios
Después del relato del origen del cielo y de la tierra, los capítulos iniciales de Génesis abruptamente pasan a describir al hombre. El hombre es claramente el ser más importante de toda la creación de Dios. Al ser creado a la imagen y semejanza de Dios, se convierte en el centro de interés en la revelación del propósito de Dios.
Al hombre se le dio tanto responsabilidad como autoridad sobre la creación. Dios quería que el hombre la gobernara (Génesis 1:26, 28) y lo puso en el hermoso huerto del Edén.
El hombre es diferente de los animales. Esta diferencia se describe con claridad en los eventos que se narran en Génesis 2:18-23. El hombre no pudo encontrar quien le acompañara satisfactoriamente sino hasta que Dios creó a una mujer del cuerpo mismo de Adán. ¡Entonces hubo perfección! Era un reino animal y vegetal en perfecta armonía con la humanidad que lo administraba. ¡Dios estaba muy complacido!
Dios deseaba que el hombre gobernara sobre toda la creación, pero también quería que ellos tuvieran comunión con El. Había orden perfecto en la creación, pero el ser humano contaba con una fuerza poderosa: la voluntad. Al principio el hombre escogió tener compañerismo con su Creador. Cómo Génesis 3:8 lo indica Dios tenía comunión con sus dos amigos humanos. ¡Qué momentos maravillosos debieron haber disfrutado! Mas para que Dios y el hombre establecieran una amistad verdadera y eterna, el hombre debía escogerla libremente.
Dios le dio al hombre la libertad de escogimiento. El no creó al hombre como una marioneta, o un objeto sin voluntad ni deseos. Dios deseaba que los seres humanos lo amaran porque decidían hacerlo. El resto de la creación, las estrellas, el sol y los árboles, no tienen libertad de escogimiento. Se mueven según su diseño. Pero Dios quiso que el ser humano fuera libre para que hiciera la voluntad de Dios y se gozara al hacerla.
La Gran Tragedia Humana
La caída y su consecuencia
En Génesis 3:1-7 se narra la desobediencia de Adán y Eva a la cual, bajo la enseñanza cristiana, se le llama la Caída. Ya sabemos cuál fue el propósito original de Dios para la humanidad. De esta altura cayó el hombre.
Al desarrollarse los eventos de Génesis 3, vemos a Adán y Eva en el huerto del Edén. Disfrutaban de libre albedrío total. Pero también estaba presente otro personaje: Satanás. El también había sido creado con un propósito muy noble. Pero se rebeló contra Dios y perdió su posición original (Lucas 10:18), por lo que intentaba destruir los planes de Dios, y arrastrar al hombre tras su rebelión. Tentó a Adán y a Eva para que usaran su propia voluntad contra la de Dios. El punto específico fue el mandato de Dios concerniente al árbol que estaba en medio del huerto.
No es de sorprender que la única prueba tuviera que ver con un árbol y su fruto. Dios en ocasiones prueba nuestra obediencia con el uso de cosas simples de la vida diaria. Satanás se acercó a Eva en forma de serpiente. Tanto Adán como Eva fracasaron en la prueba. Esta caída y desobediencia produjo el cambio más crucial en las relaciones entre Dios y el hombre. Es el evento más trágico en la historia de la raza humana. Se menciona una y otra vez en la Biblia (véase Romanos 5:12, 18-19, por ejemplo).
Veamos más de cerca qué pasó cuando pecaron Adán y Eva. Su acción parece un ejemplo del modelo que se revela en el Nuevo Testamento. En este modelo tratamos erróneamente de satisfacer los tres deseos normales que Dios nos ha dado. Los tres deseos son: 1) poseer cosas; 2) disfrutarlas, y 3) alcanzar logros. En 1 Juan 2:16 la satisfacción de estos tres deseos fuera de la voluntad de Dios, se identifica como 1) “los deseos de la carne”; 2) “los deseos de los ojos”; y 3) “la vanagloria de la vida.
De esta manera nuestros primeros padres se unieron a Satanás en rebelión contra los mandamientos de Dios. Algo sucedió inmediatamente. Comenzaron a estar conscientes de ellos mismos, no de Dios. Estaban conscientes de que se encontraban perdidos. Tuvieron que esconderse de la santa presencia de Dios y usaron hojas para cubrir su desnudez (Génesis 3:7). El Señor, sin embargo, mató un animal e hizo ropa de la piel para ellos.
Su vida espiritual murió así como Dios lo había dicho, y sus cuerpos quedaron bajo amenaza de muerte. Fueron echados de la presencia de Dios, quedaron huérfanos. Adán y Eva decidieron rebajarse de la comunión con Dios para someterse al control de Satanás. De las alturas de los propósitos de Dios, cayeron en una profunda esclavitud.
Dios juzgó a todos los que participaron en la caída. La serpiente fue maldita entre todos los animales (Génesis 3:14). La mujer y el hombre quedaron sujetos a sufrimiento, trabajo arduo y muerte física. La historia concluye con la expulsión del hombre y la mujer del maravilloso huerto para que no pudieran comer del árbol de la vida y vivieran para siempre en su estado pecaminoso (Génesis 3:22-24).
Cuando Dios le dio al hombre libre albedrío, sabía que corría el peligro de que cada persona se volviera de lo bueno a lo malo. Pero a pesar de esa posibilidad, Dios siguió su plan. Mucha gente ha sido tentada a preguntarse si los propósitos de Dios han fracasado, porque ven al mundo lleno de las consecuencias del pecado. Pero los planes de Dios no fallan (Isaías 46:10). No hubiera creado el mundo si los logros de la salvación preparada por El no fueran mayores que la pérdida ocasionada por la desobediencia del hombre. Dios sabía que algunos rechazarían deliberadamente su provisión de libertad. Esta verdad nos convence de lo hermoso que será el futuro para quienes aceptan su salvación.
Dios prometió victoria final a través de la descendencia de la mujer (Génesis 3:15). Esta fue una profecía acerca de Cristo, quien vendría a redimir a la humanidad. ¡Cuán maravilloso que los cristianos victoriosos comerán en ese día glorioso del fruto de aquel árbol de vida! Apocalipsis 2:7 dice: “Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.” ¡Cuán bella promesa para quienes deciden vivir para Dios y rechazan el consejo de Satanás a unirse a su rebelión!
Bien lo expresó el apóstol Pablo, “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Romanos 11:33). Los propósitos de Dios no fracasarán. Un día, multitudes que no se podrán contar, de toda nación, raza y lengua elevarán el cántico de salvación (Apocalipsis 7:9-12). ¡El propósito eterno del Dios verdadero se cumplirá!
Descendientes y Destrucción
Caín, Abel, y Set
Adán y Eva procrearon tres hijos, mencionados en la Biblia por nombre: Caín, Abel y Set. la historia de Caín y Abel, que se relata en Génesis 4, ilustra particularmente la condición de la humanidad al seguir el ejemplo del pecado de Adán y Eva. Tanto Caín como Abel adoraron a Dios con una ofrenda. El animal sacrificado por Abel fue aceptado por Dios, pero la ofrenda de vegetales de Caín fue rechazada.
Estas ofrendas de Caín y Abel, registradas desde muy temprano en la historia bíblica, revelaron la experiencia de sus padres, Adán y Eva. Así como Adán y Eva trataron de hacerse ropa para cubrir su desnudez (su pecado) con hojas de higuera recogidas con su propio esfuerzo, así mismo Caín ofreció una ofrenda a Dios del producto de su propio trabajo: vegetales.
De igual manera, así como el Señor mató un animal e hizo cubiertas para Adán y Eva, Abel ofreció un animal en sacrificio. Dios vistió a Adán y a Eva y aceptó la ofrenda de Abel. Desde aquellos primeros días Dios reveló claramente un principio importante: Para cubrir el pecado debe haber muerte, ya sea del pecador o de un sustituto por el pecado.
Desde Adán y Caín en adelante, Dios señaló la cruz de Jesucristo, porque Dios aclaró que el Salvador prometido debería morir para pagar la pena del pecado del hombre. Cada animal sacrificado en el Antiguo Testamento señalaba hacia Jesús como el verdadero Cordero de Dios (Juan 1:29). Los sacrificios eran una ilustración profética de la muerte de Jesús, quien sufriría para expiar el pecado.
Caín y Abel posiblemente representen las actitudes de dos grupos de personas. Unos creen que no necesitan a un Salvador. Se sienten autosuficientes en su propia rectitud o virtud. Los del otro grupo saben que estarán perdidos a menos que acepten el sacrificio que Dios ha provisto por su pecado, y crean en El para salvación.
Caín asumió una actitud deliberada de desobediencia, ya que Dios le había advertido que el pecado podría dominarlo (Génesis 4:7). Mató a su hermano Abel (Génesis 4:8) y fue expulsado de la tierra, lejos de la presencia de Dios (Génesis 4:14).
Génesis 4:17-24 describe la historia de Caín y su descendencia. Comenzaron a edificar ciudades, a fabricar herramientas y a criar ganado. Este fue el origen de la civilización. Los eventos y actividades descritos en estos versículos ocurrieron durante un período de tiempo extenso. La civilización que se desarrollaba proveyó un falso sentido de seguridad, como se muestra en la jactancia de Lamec (Génesis 4:23-24), uno de los descendientes de Caín.
Mientras Caín y sus descendientes edificaban su civilización, Adán y Eva procrearon otro hijo. Cuando nació, Eva dijo: “Dios me ha sustituido otro hijo en lugar de Abel, a quien Caín mató” (Génesis 4:25). Abel fue un hombre piadoso. Si él hubiera vivido, uno de sus descendientes quizá hubiera llegado a ser el Salvador que Dios había prometido. Pero fue asesinado. Podemos ver que su muerte fue un intento de Satanás para eliminar esa posibilidad. Dios les había dado a Adán y a Eva otro hijo, Set. A través de él Dios cumpliría su promesa. Es interesante observar que durante la vida del hijo de Set, llamado Enós, la gente comenzó a invocar el nombre del Señor (Génesis 4:26).
Para llevar a cabo el plan divino de redención, debía haber un árbol genealógico del cual naciera el Salvador. Era necesario que Dios se hiciera hombre para ofrecer su vida como pago para restaurar las relaciones rotas del hombre consigo mismo. Set probó que merecía ser la cabeza de esta línea de antepasados del Salvador. Podemos seguir la línea genealógica desde él hasta Cristo.
El Diluvio
En su lista de los antepasados terrenales de Jesús usted citó a Enoc. Note cómo se describe su vida en Génesis 5:21-24. Compare esta descripción con la de Hebreos 11:5-6. ¡Enoc no experimentó muerte! Vivió en amistad con Dios y su vida tuvo un fin especial. Dios se lo llevó.
El nieto de Enoc fue Lamec, y el hijo de Lamec fue Noé. Durante los días de Noé aumentó la impiedad de los hombres. Abundó la violencia, la maldad y la corrupción. Dios decidió destruir a todos los impíos.
Pero Dios estaba complacido con Noé. Durante 120 años, a través de Noé, él advirtió a todos que iba a destruir la tierra con un diluvio. Únicamente Noé continuó agradando a Dios y vivió aceptablemente en comunión con El.
Dios le ordenó a Noé que construyera un arca (algo semejante a una embarcación). Noé obedeció, y la construyó de las proporciones exactas que Dios le dio. Los científicos de hoy estarían de acuerdo en que un arca como la que Noé construyó estaría en condiciones de navegar y tendría espacio suficiente para todos los animales. Al construir el arca, Noé ejercitó la fe en la Palabra de Dios, la cual no pudo comprender por medio del razonamiento humano. Hebreos 11:7 dice que “fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían”.
Noé, su esposa, sus tres hijos y sus esposas y una pareja de cada clase de animal y ave entraron en el arca como Dios lo había mandado. Entonces envió Dios el diluvio. El mundo fue juzgado por Dios y la raza humana pecadora fue destruida. Como por un año aproximadamente Noé, su familia y todas las criaturas que se habían salvado tuvieron que quedarse dentro del arca. Después el agua se retiró y la humanidad afrontó una nueva oportunidad.
Nuevo comienzo
Noé principió la nueva civilización construyendo un altar y ofreciendo muchos sacrificios. Entonces Dios hizo un pacto o promesa con Noé, concerniente al futuro de sus relaciones con la humanidad. La forma en que Dios actuó nos muestra cuál fue su propósito principal al juzgar al mundo. El propósito consistió en que El podría restaurar las relaciones con el hombre.
Después que Noé y su familia habitaron la tierra, ocurrió un incidente que se describe en Génesis 9:20-27. El incidente nos muestra que aun un hombre justo como Noé puede ser tentado y está expuesto a caer en pecado. También revela el carácter de los tres hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet. Cam trató a su padre con falta de respeto, mientras que Sem y Jafet actuaron respetuosamente. Sobre Canaán, hijo de Cam, cayó la maldición profética de Noé (vrs. 25-27). Siglos más tarde, los cananitas recibieron un terrible castigo cuando los israelitas ocuparon su tierra.
Génesis 10:1-32 describe el lugar que ocuparon los descendientes de los hijos de Noé. Los científicos de nuestros días, que conocen la historia de la humanidad, han encontrado más y más evidencias que comprueban la autenticidad de esta descripción. Esta es la única explicación adecuada con que contamos de cómo la gente se esparció por todo el mundo.
Los hijos de Jafet se asentaron desde el área de los mares Negro y Caspio hacia el Oeste hasta España (Génesis 10:2-15). Probablemente los griegos y los pueblos germánicos descienden de él.
Tres de los hijos de Cam fueron al Africa (vrs. 6-14). Más tarde se extendieron hacía el norte, a Sinar y Asiria. Edificaron ciudades como Nínive, Babel y Acad. Canaán, cuarto hijo de Cam, se asentó a lo largo del Mediterráneo extendiéndose desde Sidón hasta Gerar, cerca de Gaza. Los cananitas hablaban un idioma similar a los descendientes de Sem, aunque eran descendientes de Cam.
Los descendientes de Sem ocuparon el área norte del golfo Pérsico (vv. 21-31). Fueron conocidos como semitas o raza semítica. Elam, Asur y Aram son lugares nombrados y relacionados con los semitas.
Abraham y sus Descendientes
El Espíritu Santo ahora llama nuestra atención a los semitas (Génesis 11:10-32). Se nos da un recuento de diez generaciones comenzando con la familia de Sem y terminando con la familia de Taré, que emigró de Ur a Harán. Esta es la familia a la que perteneció Abram (más tarde llamado Abraham). Abraham ofrece el ejemplo de un hombre que actuó según la revelación de la creación como se describe en el Salmo 19. Dios le cumplió sus promesas a Abraham y le guió “por fe y para fe” (Romanos 1:17).
La simiente de Abraham o sus descendientes (tanto naturales como espirituales) ocupan el centro de interés a través del resto de la Biblia. A ellos se los llama el pueblo de Dios.