Quién es Jesús 2: Jesús, el Mesías prometido

Las promesas forman parte de nuestra vida. Los padres prometen hacer alguna cosa para sus hijos. Los políticos, los negociantes, y los amigos hacen promesas. Todos hemos tenido que esperar que alguien cumpla con su promesa. ¡A veces tenemos que esperar largo tiempo! Y a veces hemos sido
decepcionados.

Así mismo, Dios nos ha hecho promesas. Durante muchos siglos antes del nacimiento de Jesús, Dios prometió que el Mesías, el Ungido de Dios, iba venir. Él habló a la humanidad a través de sus profetas, describiendo a esta persona y explicando lo que Él iba a realizar.

Cuando vino Jesús, muchas de las personas que conocían estas profecías se dieron cuenta de algo muy importante. Ellos vieron que las cosas que Jesús decía y hacía encajaban perfectamente con las profecías. Se dieron cuenta de que Jesús era el Mesías prometido por Dios. ¡Dios había cumplido su palabra!

En esta lección, usted estudiará las distintas clases de profecías que se pronunciaron acerca de Jesús. Usted descubrirá las cosas maravillosas que se anunciaron en cuanto a su venida.

La naturaleza de la profecía bíblica

Las profecías bíblicas son mensajes que Dios envió a su pueblo por medio de los profetas, que eran sus mensajeros. Fue por intermedio de ellos que Dios hizo que la gente supiera lo que Él quería que hicieran, y les hizo saber muchas cosas que iban a suceder en el futuro.

Dios inspiró a los profetas para que escribieran las revelaciones que Él les daba, las cuales encontramos en la Biblia. Muchas de estas predicciones se han cumplido ya hasta en sus menores detalles. La Biblia contiene el cumplimiento histórico de un gran número de ellas. Por otro lado, algunas
de esas profecías se están cumpliendo ahora mismo. Otras, en cambio, se cumplirán en el futuro.

Importancia de las profecías

El cumplimiento de las profecías bíblicas nos permite saber que la Biblia es lo que en realidad afirma ser: la Palabra de Dios. ¿Quién hay que esté capacitado para predecir el futuro en todos sus detalles, y describir todo aquello que ha de suceder a cierta gente en un cierto lugar y en una cierta época, cientos de años después?

Dios ha confirmado la inspiración de la Biblia al anunciar su propósito antes del tiempo de su cumplimiento, y haciendo que todo acontezca tal cual Él lo había anunciado por medio de sus profetas.

Las profecías del Antiguo Testamento sobre la venida de un Salvador resultan para nosotros de la máxima importancia, por las siguientes tres razones:

1. Podemos apreciar la vida de Jesús a la luz de estas predicciones, y deducir de ahí si Él es en realidad el Salvador prometido.

2. Nos resulta mucho más fácil entender, por medio de las profecías, quién es Jesús y por qué vino. Se expone ante nosotros toda su obra en el pasado, en el presente, y en el futuro.

3. Podemos saber que Dios hace lo que ha prometido. Así como la primera fase de las profecías sobre Jesús han resultado exactamente como estaba predicho, del mismo modo las profecías sobre el futuro tendrán su más cabal cumplimiento.

Desarrollo de la profecía mesiánica

Las profecías sobre el Salvador son conocidas como profecías mesiánicas. Este es un título que viene del hebreo Mesías, que significa “el Ungido”. Los sacerdotes, los profetas y los reyes eran ungidos con aceite, como demostración de que Dios los había elegido y separado para su obra. El Mesías que iba a venir sería ungido por el Espíritu Santo de Dios para hacer su obra. Sería Profeta, Sacerdote y Rey. La palabra griega para Mesías es Cristo. Cuando hablamos de Jesucristo, es porque estamos llamando a Jesús el Mesías, el Ungido, el cumplimiento de las profecías mesiánicas.

Las promesas de un Mesías que Dios hizo a su pueblo, fueron dadas en forma muy gradual, durante un período de algo más de 4.000 años. Algunas de ellas describían la obra que Jesús haría en la tierra como Salvador nuestro. Otras se refieren a su reino futuro y eterno. Asimismo, hubo profecías que se dieron en mensajes que trataban sobre situaciones locales, pero que en realidad iban más allá del problema circunstancial, para referirse a la venida del Mesías.

A medida que el tiempo avanzaba, Dios iba revelando más y más detalles acerca del Mesías, como por ejemplo: el lugar de su nacimiento, cómo moriría, cuál sería la índole de su obra. En realidad, algunos estudiosos de la Biblia han llegado a descubrir más de 300 detalles sobre el Mesías en las profecías del Antiguo Testamento. El deseo de Dios era, en realidad, que todos tuvieran la posibilidad de reconocer al Mesías cuando apareciera.

Ritos que prefiguraban al Mesías

Los ritos del culto del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento eran proféticos. Dios había establecido un sistema minuciosamente elaborado de sacrificios, como figura del Mesías que vendría y que daría su vida para salvar al hombre de sus pecados. La función de los sacerdotes era figura de lo
que Jesús haría, como el sacerdote perfecto, en favor de toda la humanidad.

Todo el libro de Hebreos, en el Nuevo Testamento, nos dice cómo Jesús encaja a la perfección en el cuadro profético que ofrece el ritual simbólico del Antiguo Testamento.

En todo el mundo encontramos hoy vestigios de los ritos y sacrificios proféticos que Dios instituyó cuando el hombre pecó. Muchas religiones tienen, en su culto, algunas de estas señales que estaban destinadas a señalar a Jesús. Los miembros de esas religiones debieran estudiar las Sagradas Escrituras, para descubrir el verdadero significado del ritual que tienen establecido.

Verdades acerca del mesías

Los profetas del Antiguo Testamento predijeron muchas
cosas importantes acerca del Mesías. Cinco de estas se
describen en esta lección.

Humano y divino

Encontramos la primera promesa respecto del Mesías en el primer libro de la Biblia. Dios se refiere a Él como la simiente de la mujer. El Mesías nacería de una mujer. Adán y Eva, el primer hombre y la primera mujer, habían pecado. Satanás, el enemigo de Dios, los había inducido a desobedecer a Dios. Esto produjo una separación entre ellos y Dios, y le dio autoridad a Satanás sobre ellos. Pero Dios prometió que nacería un
Salvador que vencería a Satanás y destruiría su poder. Dios le dijo a Satanás:

Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. (Génesis 3:15)

A lo largo de los siglos que seguirían, Dios le hizo conocer a su pueblo muchos otros detalles sobre el Salvador. Les dijo que nacería en Belén, en la tierra de Palestina. Sin embargo, no se trataría de un hombre común. Él era eterno. Siempre había existido, pero vendría a la tierra para nacer como un niño humano y crecer, para llegar a ser dirigente en Israel. Miqueas profetizó:

Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad. (Miqueas 5:2)

Belén Efrata significa un pueblo llamado Belén cerca de una ciudad llamada Efrata (Génesis 35:19; 48:7; Rut 4:11). En Jueces también es llamado Belén de Judá (17:7). Era necesario distinguirlo porque había un Belén en los territorios de otras tribus de Israel (Josué 19:15) pero este Belén estaba en Judá, cerca de una ciudad más grande llamada Efrata.

Alrededor de 700 años antes del nacimiento de Jesús, Dios le hizo ver al profeta Isaías que el Salvador que vendría sería tanto humano como divino. Nacería de una virgen, sin un padre humano. Uno de sus títulos sería Emanuel, que significa Dios “con nosotros”.

Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel (Isaías 7:14).

Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte,
Padre Eterno, Príncipe de Paz (Isaías 9:6).

En los evangelios de Mateo y Lucas podemos leer cómo fue el nacimiento de Jesús. Él fue concebido sin un padre humano y nació de la virgen María. Esto sucedió por el poder de Dios, el Espíritu Santo. Humano y divino, Él era Emanuel: Dios con nosotros. Tome nota de las últimas palabras de Jesús en la tierra: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).

Sacrificio y Salvador

Dios les hizo ver a varios de los profetas que el Salvador daría su propia vida en sacrificio por nuestros pecados. Antes de que viniera Jesús, se sacrificaban animales a Dios por los pecados del pueblo. El pecador llevaba un cordero o un cabrito al sacerdote, para que fuera muerto y quemado sobre el altar.

El capítulo 53 de Isaías describe a la perfección de qué manera Dios haría del Salvador un sacrificio por nuestros pecados; pero también describe cómo después Él viviría nuevamente. Jesús llegó a ser nuestro sacrificio por el pecado, y también nuestro Salvador. Los profetas habían dicho cuándo, dónde, y cómo Él sería traicionado por un amigo íntimo, acusado falsamente, encarcelado, escarnecido, flagelado, crucificado y sepultado. Luego Él resucitaría.

Profeta, Sacerdote, Rey

Las profecías del Antiguo Testamento ponen de manifiesto que el Mesías sería ungido por el Espíritu de Dios para ser nuestro Profeta, Sacerdote, y Rey. Como profeta, sería para nosotros la voz de Dios. Como Sacerdote, sería la voz nuestra ante Dios. Como Rey, él sería la mano de Dios que nos
ayudaría y nos dirigiría. Él establecería nuestras normas de vida, y establecería el gobierno de Dios en nuestras vidas.

Cuando Jesús dio comienzo a su ministerio público, leyó la siguiente profecía acerca del Mesías a la gente, y les hizo saber que en Él ellos estaban presenciando su cumplimiento:

El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová. (Isaías 61:1, 2)

Profeta. Moisés fue un gran profeta, un jefe religioso, y un dirigente del pueblo judío alrededor de 1.400 años antes de que naciera Jesús. Por medio de él habló Dios al pueblo. Fue él quien los liberó de la esclavitud. Su ministerio se vio acompañado por grandes milagros, los cuales evidenciaron que Dios mismo lo había enviado para ser el conductor de su pueblo. Moisés dijo:

Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis. (Deuteronomio 18:15)

En muchos aspectos, Jesús fue como Moisés. Dios habló por medio de Él. Jesús obró muchos grandes milagros. Liberó a muchos de la esclavitud del pecado. En su condición de profeta, Jesús predijo muchos acontecimientos, incluso su propia muerte por crucifixión, su resurrección después de tres días, su vuelta al cielo, las actividades a que se dedicarían sus seguidores, la venida del Espíritu Santo, la extensión del evangelio, y la destrucción del templo de Jerusalén. Todo esto sucedió, tal cual lo había anunciado Jesús. Algunas de sus profecías están viendo su cumplimiento precisamente en el tiempo presente. Sabemos, por lo tanto, que todas las demás se cumplirán igualmente.

Sacerdote. El salmista escribió sobre el Mesías: “Juró Jehová, y no se arrepentirá; ‘tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec’” (Salmo 110:4). Melquisedec fue el primer sacerdote mencionado en el Antiguo Testamento, y aparentemente fue escogido directamente por Dios. Los
sacerdotes del Antiguo Testamento oraban por el pueblo, y también ofrecían sacrificios por sus pecados.

Jesús oró mucho por sus seguidores cuando estuvo en la tierra, y en estos momentos está orando por nosotros. El sacrificio que ofreció por nuestros pecados fue el de su propia vida. Ahora podemos acudir a Dios para obtener perdón por intermedio de Jesús, nuestro Sacerdote. Cuando quiera que
acudamos a Él en oración, nuestro Sacerdote le presenta a Dios nuestras necesidades.

Rey. ¡Qué Rey triunfante sería el Mesías, de acuerdo con las profecías del Antiguo Testamento! Iba a derrotar a Satanás, el enemigo de Dios y del género humano. Vencería el pecado, la enfermedad, el dolor, y la muerte misma. Derrotaría las fuerzas del mal y establecería un reino de justicia y de paz perfectas sobre la tierra. Solucionaría todos los problemas del mundo.

¡No es de extrañar, entonces, que la gente estuviera a la espera de su venida! La profecía que leímos en Isaías 9:6 sobre el Príncipe de paz, sigue diciendo:

Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. (Isaías 9:7)

Podrá observar que, en los evangelios, algunos llaman a Jesús Hijo de David. Es que Él era un heredero legal del trono de David. Sus seguidores reconocieron en sus milagros y en su ministerio, todas las características del reino maravilloso que establecería el Mesías. Hubo muchos que quisieron hacerlo Rey, pero Jesús no estaba preparado para establecer entonces su reino universal. Primeramente debían quedar fijadas en nuestros
corazones y en nuestras vidas las normas y condiciones para participar de su reino. Estamos ahora en un período en que hemos de estar invitando a la gente a que acepte a Jesús como Rey de su vida. Él libera del poder del pecado y de Satanás a todos los que lo reciben como Rey.

Jesús es el verdadero rey del universo. Llegará el día en que Jesús volverá a la tierra para establecer aquí su reino eterno. Por lo tanto, es importantísimo que aprenda ahora todo lo que pueda sobre quién es Jesucristo, cómo será su gobierno, y cuál será la parte que le toque desempeñar en su reino.

Las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento fueron como hilos separados. Después de la venida de Jesucristo, la gente pudo ver que estos hilos fueron tejidos en una manera maravillosa. En nuestra siguiente lección, estudiaremos más acerca de cómo Jesucristo es el Hijo de Dios.

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