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La Voz de los Profetas

¿Como Podemos Estar Seguros De Que Es Verdad?

Evidencias de la profecía

«Aquí está el Cordero de Dios.» ¿Qué fue lo primero que pensó cuando leyó estas palabras de Juan el Bautista? ¿Recuerda las enseñanzas de Moisés? ¿Recuerda las palabras de Isaías? Lo mismo experimentaron muchos de los que escucharon a Juan junto al río. Sabían que el mensaje era verdadero porque las palabras no eran nuevas. De los labios de este personaje extraordinario salieron pensamientos e ideas que reconocieron ellos; palabras que ya habían oído de profetas bien respetados.

No había duda en las mentes de la gente de que aquel Jesús a quien Juan había presentado representaba el cumplimiento de muchas profecías. Isaías había dicho que el Mesías nacería de una virgen y seria llamado EMANUEL, que significa «Dios con nosotros». Tanto David como Isaías habían descrito muchos detalles de su vida y persona.

Pero de mayor importancia, sin embargo, era el hecho de que en Jesús, el Mesías, se había aclarado todo el simbolismo del cordero del sacrificio. Como Isaías lo había predicho, una luz de entendimiento había alumbrado sobre la tierra. El cordero perfecto llegó a ser Dios revelado en carne humana para que el hombre lo viera, ese cordero cuya sangre podría sufrir verdaderamente el castigo por la humanidad pecaminosa. Un Cordero santo seria el sacrificio final. Discutiremos ampliamente este tema en la siguiente lección.

Evidencias de la obra de Jesús, el Mesías

Hemos visto en nuestros estudios que los grandes profetas no disfrutaron de una vida fácil y cómoda. Todos tuvieron que sufrir con el fin de lograr lo que Dios les había enviado a hacer. ¡Juan el Bautista fue encarcelado porque dijo la verdad! Aun cuando acudieron multitudes a oírle y muchos se arrepintieron, los líderes lo rechazaron. Aunque casi todos comprendieron que su ministerio era el cumplimiento de las profecías, no pudieron salvarlo de los gobernantes celosos y llenos de ira.

Al verse solo en la cárcel Juan se sintió desalentado. Era un hombre humilde y justo. Era obediente y había tenido éxito al realizar la obra a que Dios lo había llamado. Con todo, era un ser humano y tenía sentimientos similares a los de todos nosotros. Comenzó dudar. Comenzó a decirse a si mismo. Me pregunto si es verdad lo que he creído acerca de Cristo, el Mesías.» Juan les dijo a sus seguidores que le visitaron en la cárcel: «Busquen a Jesús y pregúntenle: «¿Eres tu aquel que había de venir, o esperaremos a otro?»

Cuando Jesús, el Mesías, oyó la pregunta su corazón se conmovió con amor e interés sabia que o pregunta era respaldada por el deseo verdadero conocer la verdad, El Señor dio la mejor respuesta rápidamente.

El les dijo a los mensajeros: «Vayan y háganle saber a Juan las cosas que oyen y ven. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el EVANGELIO», es decir, las BUENAS NUEVAS.

Observamos, entonces, que la profecía se cumplió no sólo en las palabras de Juan el Bautista, sino también en la obra de Jesús, el Mesías. Vemos también que Jesús no reprendió a Juan por dudar. No argumentó en majestuosos discursos. Sencillamente dejó que la verdad hablara por sí misma. Muchas de nuestras preguntas pueden ser contestadas de la misma manera. Si abrimos nuestros corazones y mentes. leemos las Escrituras y escuchamos los testimonios de otros, podemos esperar que Dios nos dirija hacia la verdad.

Aprendemos algo más de la experiencia de Juan el Bautista: La duda es natural en la experiencia humana. Es natural para todos nosotros hacer preguntas. ¡La religión es una cuestión muy seria! ¡Es importante para cada persona! Nuestras almas anhelan la verdad. Necesitamos estar seguros. Dios comprendió como se sintió Juan, y nos comprende a nosotros también. No reprendió a Juan por hacer preguntas, pero si le dio respuestas. Lleno de compasión le aseguro an la verdad. Cuando hagamos preguntas sinceras, El nos hará lo mismo a nosotros.

Los seguidores de Juan continuaron informándole a él respecto a la obra de Jesús, el Mesías. Era claro que cada detalle de la profecía se estaba cumpliendo. Asimismo que Jesús, el Mesías, hizo milagros por el poder del Espíritu que moraba en El, y que el plan de redención misericordioso de Dios se estaba manifestando visiblemente a través de la persona de Jesús, el Mesías. Toda duda se disipó.

El ministerio de Juan el Bautista terminó tristemente cuando fue ejecutado en la cárcel. Pero ya había realizado la obra para la cual había nacido. Había completado perfectamente la tarea que Dios le había encomendado. Había preparado el camino para la revelación del misterio de Dios como lo estudiaremos en la siguiente lección

Habla introducido al Mesías.

Había confirmado a todos los otros profetas en un grito victorioso: «Aquí está el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.»

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