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La Voz de los Profetas

Juan El Bautista Enderechó El Camino

A fin de comprender claramente la obra de Juan d Bautista, haremos una pausa y pondremos a funcionar nuestra memoria. Pensemos en lo que hemos oído de todos los profetas.

Aprendimos de las experiencias de Noé que la condición pecaminosa del hombre ofende el corazón de Dios y hace que la justa condenación caiga sobre el hombre. Aprendimos que, tal como hubieron personas que no pudieron salvarse del diluvio, así también hay los que son incapaces de salvarse del juicio que está por venir. Mas Dios, en su amor e interés, proveyó la forma en que se salvara su creación.

Aprendimos de las experiencias de Abraham que Dios demanda obediencia. Obtuvimos una mayor comprensión del significado del sacrificio. Estudiamos que Dios mismo proveyó un sacrificio noble como sustituto para el hijo de Abraham. Entonces oímos cómo habló Dios a través del gran profeta Moisés, al explicar su plan para liberar y dirigir a su pueblo. Moisés dio instrucciones para que cada familia matara un cordero y que untara la sangre en los marcos de las puertas. Este incidente proveyó un ejemplo del lugar que ocupa el sacrificio en la liberación de la esclavitud. Después, Moisés recibió de Dios instrucciones completas para la adoración y el sacrificio. De esta manera todos podrían comprender la naturaleza del pecado y la redención. Además, a través de Moisés Dios estableció la importancia de su Palabra. Por la lectura de la Palabra de Dios continuamos aprendiendo toda la verdad.

El profeta David nos enserió algo más acerca de la culpa, el arrepentimiento y el sacrificio. De él recibimos el mensaje especial de que Dios deseaba más de la gente que de la sangre de los animales.

«No quieres sacrificio, oh Dios, no quieres holocausto». clamó David desde lo profundo de su alma penitente. «Los sacrificios que deseas son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios. David se entregó por completo a la misericordia de Dios, admitiendo su pecado y pidiendo perdón.

Finalmente, en nuestra lección anterior estudiamos en los mensajes de Isaías que ningún acto religioso, ni siquiera el arrepentimiento sincero, puede limpiarnos del pecado. Isaías nos reveló toda la verdad. Es esta: El sacrificio es necesario, pero no basta la sangre de animales. Como hemos aprendido en lecciones anteriores, los sacrificios de animales constituían un cuadro que le recordaba a la gente el día cuando Dios enviaría el sacrificio perfecto, un Redentor, quien sufriría por los pecados de toda la humanidad. Este sacrificio haría posible que todos recibieran el perdón y la misericordia de Dios. Sin embargo, el profeta nos enseñó que todos necesitan decidir por ellos mismos arrepentirse y aceptar el sacrificio que Dios provee. Dios no fuerza a nadie. El desea que el hombre le acepte voluntariamente a El y lo que provee, motivado por el amor. Recuerde la gran invitación de Isaías. Quizá pueda citar algunas partes de memoria:

Busquen al Señor mientras puede ser hallado…

Deje el impío su camino…

Y vuélvase al Señor, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.

Dios inspiró a Isaías a anunciar estas verdades. De ello vemos que Dios deseaba que el pueblo reconociera su oportunidad de recibir el perdón. Puesto que El les prometió que les enviaría un Redentor verdadero, haría los preparativos para que reconocieran al Redentor cuando apareciera. Por ello envió a Juan el Bautista para enderezar sus sendas, es decir, aclararlo y explicarlo.

Observamos que las palabras de Juan eran muy similares a las de Isaías. Le advirtió al pueblo que abandonara su iniquidad, que se arrepintiera, que se volviera a Dios para que fuera perdonado. La obra de Juan consistiría en resumir, o llevar a su climax, la obra y las palabras de todos los profetas antes de él. Lo haría al introducir a quien vino a cumplir todas las profecías. Por ello a Juan se le llama el corroborador. Por tanto, vemos cuál es su papel en el plan de Dios, y por qué debemos escuchar sus palabras diligentemente.

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